Innerarity sostenía que vivimos una creciente sustitución de la política por el Derecho, una estrategia para sustraer cada vez más asuntos de su desarrollo democrático

OPINIÓN. Charlas con Nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

17/09/24.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la democracia: “La política es el arte de hacer lo que se puede con lo que se tiene. Esto implica que nadie obtiene lo que inicialmente quería porque ni parte de las condiciones ideales, ni dispone de todas las posibilidades que habría deseado. Siempre que juzgamos...

...una decisión política hay que tener en cuenta ambas cosas: las opciones de las que se disponía y lo que era políticamente posible”.

Un concepto positivo del “entre”

Después de comentarlos con Nadie suelo enviar algunos artículos de los que leo a diversas amistades.


No pude resistirme a hacerlo con la tribuna del catedrático de Filosofía Política Daniel Innerarity que el pasado 19 de agosto publicaba en El País: La democracia debe desconfiar del poder y de la gente.

Invito a leerlo, pero aun temiendo que mi reseña pueda perjudicarlo, me atrevo a decir que sostiene que la crisis de la democracia no es debida a que se prefiera otra cosa, sino a que no responde a las expectativas que le dirigimos. Según Innerarity esa crisis por unos es explicada por la incompetencia de las élites, por otros por la irracionalidad de los electores.

El autor sostiene que debe combinarse la desconfianza hacia el poder y la desconfianza hacia la gente, que la democracia liberal puede estar limitando la democracia a través de un diseño institucional que concede gran poder a instituciones no mayoritarias, organismos no electos, agencias independientes, revisión judicial, constitucionalismo cerrado y que sin embargo una sociedad democrática debe estar limitada por las instituciones, pero no hasta el punto de eliminarla por no considerar suficientemente la soberanía popular, a su juicio en este momento quizás está siendo limitada en exceso.

Mi comentario inicial al artículo fue, además de alabar el análisis, quejarme de la falta de respuestas de su autor a los problemas que plantea. He recibido al respecto dos respuestas. La primera desde una persona también licenciada en Filosofía que me dijo que la Filosofía fundamentalmente se dedica precisamente a eso, plantear preguntas, difícilmente responderlas.

El segundo comentario advertía del riesgo de que, por esa vía se rompan los equilibrios y que, como el propio Innerarity reconoce, una democracia iliberal realmente no son democracias.

Daniel Innerarity

Releyendo recordé un artículo previo, que más que previo es realmente un antecedente concreto de la línea argumental, La juristocracia, donde Innerarity sostenía que vivimos una creciente sustitución de la política por el Derecho, una estrategia para sustraer cada vez más asuntos de su desarrollo democrático. Y me encariñé con el pensamiento de que, entre la política y el derecho, ni una ni otra, ambas juntas nunca una sin la otra en lo que se refiere al progreso de nuestras sociedades.

Me quedé con esa idea del <entre>, porque al final casi todo son conflictos entre derechos, entre intereses, equilibrios entre poderes. El 9 de septiembre en otra de sus Tribunas comenzaba diciendo que la política es el arte de hacer lo que se puede con lo que se tiene. Esto implica que nadie obtiene lo que inicialmente quería porque ni parte de las condiciones ideales, ni dispone de todas las posibilidades que habría deseado. Siempre que juzgamos una decisión política hay que tener en cuenta ambas cosas: las opciones de las que se disponía y lo que era políticamente posible.

Pero ya el domingo me encontré con una entrevista a Markus Gabriel, también filósofo, también en El País, a quien Berna González Harbour preguntaba si vivimos tiempos de confusión entre mentira y realidad. Esa entrevista me encendió luces. El entrevistado responde a esa y otras muchas cuestiones, pero finalmente nos dice que lo que hace falta es un concepto positivo que capte la línea entre los polos de la polarización, algo que esté entre y más allá de la izquierda y de la derecha. Aún no lo tenemos. Necesitamos una política del “entre” y para eso no tenemos conceptos. Sabemos que es un “entre”, ya no es un centro. Todos los centrismos están siendo deconstruidos por las buenas razones. No hay centro. Tampoco periferia. Pero ¿qué hay? El gran desafío de la filosofía para los próximos decenios sería un concepto positivo del “entre”. Antes había respondido con dos perlas:

Lo interesante es que los lugares donde hay progreso moral también lo hay económico e ideológico. Por ejemplo: el fútbol español este año, fantástico, invencible. Y coincide con un momento de muy buenas condiciones en España comparado con otros lugares. Es un momento muy progresista en feminismo o cuestiones de género y ese progreso moral se manifiesta también en la economía. En 2015, cuando Merkel abrió las fronteras por una cuestión de progreso moral y no de cálculo, se produjo el bien más grande, la coincidencia del beneficio económico con el bien: economía y ética van juntos. Y funciona.

El Nuevo Realismo quiere producir una nueva visión del bien, algo que nos una más allá del compromiso progresista contra la extrema derecha. La unión en la lucha contra los locos no es suficiente. Necesitamos un retorno a la realidad y el Nuevo Realismo es un discurso sobre los hechos. La existencia de más de dos géneros no es una construcción social, es un hecho. El cambio climático también. El Nuevo Realismo cambia la visión: ya no se trata de lucha de clases, de géneros o de intereses, sino de la cooperación de la humanidad frente a la realidad.

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