“¿Es la indefensión del árbol en Málaga una muestra metafórica de la indefensión de la ciudadanía?”
OPINIÓN. Mascarón de proa
Por Carlos Hernández Pezzi. Arquitecto
19/10/18. Opinión. El arquitecto Carlos Hernández Pezzi reflexiona en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre si el maltrato sistemático a los árboles por parte de la huestes del alcalde De la Torre es una metáfora del trato al ciudadano. Pezzi hace una muy seria disección de la degradante situación que vive el ‘árbol’ en Málaga. “El elogio del árbol se hace...
...necesario para recuperar la dignidad ciudadana que crece ligada a él”, reclama.
Elogio del árbol y refutación del césped
¿ES la indefensión del árbol en Málaga una muestra metafórica de la indefensión de la ciudadanía? Ahora que parece que se van los pitufos nos dejan hileras de naranjitos y palmeras. Desde que el azulado melancólico del actual alcalde entró por la Casona del Parque, esta ciudad no ha hecho más que perder árboles de porte y plantar alcorques vacios, palitos, tutores, pequeños naranjos, palmeras y esculturas de beatos y santos. Pese a las periódicas advertencias del Observatorio de Medio Ambiente Urbano de Málaga (OMAU), las "ratios" de zonas verdes por habitante son siempre deficitarias en relación con las que exige la Unión Europea pero, además, suelen estar compuestas por "áreas libres", "medianas" de césped artificial y rotondas pavimentadas con adoquines de hormigón y otros productos de dudosa eficiencia en la evaporación y transpiración natural, como las empleadas en el entorno abombado de suelos y calzadas de la Plaza de la Merced, las jardineras-obstáculo, los céspedes-plásticos y las áreas verdes pintadas directamente sobre el suelo. Derivados del carbono, en su mayoría, caros de comprar y escasos de conservación.
EL Plan Director del Arbolado de la ciudad de Málaga (PDA) duerme el sueño burocrático desde 2015, sin que se sepa nada de su evolución, ni futuro. La mayoría de los planes especiales, beatificados por este gobierno en la "aldea pitufa", como el del centro (los planes del centro y los de los centros), el puerto, el río Guadalmedina, el de movilidad, el de saneamiento y los de los grandes paquetes de suelo especulado, siguen en el limbo del gobierno local. El árbol se considera en Málaga, por antonomasia, un objeto de madera de sección cilíndrica, que enfoca una hilera, - la mayor parte de las veces fortuitamente interrumpida -, de palos y alcorques, sin constituir masa foliar alguna, ni dar sombra, ni crear microclimas. Desde que nos dejó el equipo del llorado ingeniero agrónomo Rafael González Andreu, Málaga ha perdido el prestigio de ciudad bien dotada de árboles de porte, ficus, araucarias, magnolios, jacarandas, brachichiton y otros, que eran sus señas de identidad, convirtiéndose en el paraíso de las palmeras, los arbolitos espolvoreados al azar por el Soho y los setos o "ajardinamientos" que acompañan a "beatos" y "sores", que no suelen ser más que precarios residuos de lo que requieran el tráfico o el obispado.
EL elogio del árbol se hace necesario para recuperar la dignidad ciudadana que crece ligada a él. Esto es así, porque el árbol, según el PDA 2015, lleva una forzada moratoria administrativa que ya alcanza tres años de gestión infructuosa, de talas exhaustivas y exageradas como las del olvidado Gibralfaro, junto con la gestión a la carta de las glorietas y espacios "sobrantes" de las calzadas que van asolando los servicios "pavimentadores", del urbanismo municipal. Y eso va en contra de sus plazos objetivos declarados, porque "El objetivo del presente Plan Director (PD), concretado y acompañado por el Plan de Gestión de Arbolado (PDG) y otros documentos complementarios, es generar, en un periodo de 25 años un arbolado que tenga unas características distintas a la de la mayoría de árboles que actualmente constituyen el Bosque Urbano de Málaga. Y ello a través de la planificación, gestión y protección del arbolado urbano de Málaga." El resultado es la Málaga sin árboles de largo y alto alcance en fronda y masa. Mientras tanto hay que conformarse con la versión del césped de plástico, esa que nos haga creer en la virtud de los campos de golf o de las praderas de Santander o de Seattle trasplantadas al sur, si queremos ir más lejos. Pero la hierba sin agua no se sostiene.
TENEMOS un "ayuntamiento arboricida" y la tasa de reposición de los árboles viejos o enfermos, -siempre ocultada o maquillada-, nunca alcanza a ver esos "nuevos" árboles que identifican un paisaje y una ciudad. Los eufemismos del PD, como las "supermanzanas", las categorizaciones "por usos" y la avalancha turística, siempre se adelantan a la creación de masas arbóreas que son las que crean las ciudades con personalidad, esas que quieren ser inteligentes de verdad. El emblema de nuestro territorio es el ajardinamiento del Palacio de Ferias y Congresos, tan ridículo como costoso de mantener, sin árboles de porte y sin el porte que dan los árboles que se dejan a las generaciones siguientes. Esas masas que nos han legado nuestros antepasados a nosotros, son muestras impecables que, ahora, desgraciadamente, con tanto plan aprobado inicialmente no tienen nada que plantar que merezca la pena. Y no hablemos de sendas arboladas o de itinerarios boscosos o de árboles de integración urbana en el paisaje, porque no hay. la conexión de los barrios tendría que ser arbolada y crear una estructura trabada de tejidos verdes peatonales que acercaran las masas verdes de los parques a cuántos más vecinos mejor.
EN un sitio propicio a la erosión, como el litoral mediterráneo, los árboles sujetan el suelo, el terreno, las capas freáticas,... son elementos centrales del microclima y la biología de la ciudad, refugio de aves y otras especies, creando sustratos de hojas como el humus, que hay que procurar mantener porque la humedad transformadora es el verdadero suelo de la ciudad inteligente. Esa ciudad no es la de los pavimentos impermeables, que concentran el calor y hacen sitio a la terrazas de hostelería, sino la ciudad arbolada, transpirando energía, absorbiendo CO2 y ruido, proporcionando frescor y alegría y acaparando las perspectivas de los muy feos edificios que nos legó el régimen franquista, cuando hizo de Málaga la ciudad de emigración obrera que, a falta de infraestructuras, no merecía más que ruinas industriales, chiringuitos y propinas.
ELOGIAR el árbol no tiene sentido si no se plantan ejemplares robustos y frondosos, creando la masa foliar que sirva de marco a una ciudad culta y respetada por sus propios habitantes. Y eso requiere de una ingeniería de montes bioclimática e innovadora, que sepa lo que ocurre en otras ciudades punteras y no lo fíe todo a la virtualización digitalizada y a las perspectivas info-gráficas, donde el árbol no parece más que un elemento ilustrativo de las maquetas del desarrollismo. Y si no que pregunten en los barrios, centrales o periféricos, da igual.
EN Málaga el árbol es un hito natural de primera necesidad para vivir. No es ese que se vende por los políticos pitufos desarrollistas en las presentaciones de diapositivas que nos quieren vender, como si fueran reales sus intenciones y sus planes, sus manzanas de propaganda, sus barrios precarios y sus áridas zonas pintadas de verde.
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