Si estás en un lugar donde no hay agua pues te aguantas. Es el caso de los masai, a los que no se les permite moverse de las zonas en las que viven”

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PINIÓN. Caleidoscopio. Por Laura Martínez Segorbe
Cofundadora de la Asociación Enjipai para mejorar las condiciones de vida de los masái de la aldea de Mfereji, Tanzania

22/10/21. Opinión. La cooperante internacional Laura Martínez, en esta nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre la sequía: “Llegan noticias desoladoras desde Mfereji. No hay agua. No llueve. El polvo de la tierra de la sabana les come. Los caprichos de la naturaleza, a los que los masai están por desgracia bien acostumbrados,...

...no se pueden controlar (solo hay que echar un vistazo a Cumbre Vieja). Pero lo que hagamos nosotros por ellos, si. Eso si depende de nuestra voluntad y solidaridad, de nuestra empatía con el que tienen menos y por tanto necesita más”.

La sequía

Cada mañana, cuando me dirijo al trabajo, atravieso un campo verde, muy verde, con lagos artificiales en los que a veces hay patos, así como unos árboles enormes que creo que son ficus antiguos. Cada mañana, cuando me dirijo al trabajo atravieso un enorme campo de golf, donde los golfistas, la mayoría extranjeros, disfrutan de sus vacaciones y de su jubilación. Los aspersores, desde las siete de la mañana disparan chorros de agua muy potentes, tanto, que a pesar de estar retirados de la carretera, evita que tenga que ir a lavado de coches. Agua para todos y para todo. Las contradicciones me asaltan. Me pregunto si tiene alguna lógica ese despilfarro de agua, y por no caer en el desánimo del mundo en el que habito, pienso que es necesario para mantener un turismo de lujo, un pequeño grupo, que deja su dinero sobrante en el campo de golf que yo atravieso cada mañana. Es importante el turismo, claro. Eso es obvio; la inmensa fuente de ingresos contemporánea. Porque hay otras maneras, eso lo sabemos todos, de sacar jugo a los preciosos pueblos que tenemos, en concreto, en Málaga. Soy partidaria de otro tipo de turismo, más cultural y gastronómico. Pero donde yo vivo, tenemos los hoteles, el golf, el golf y los hoteles.


Sin desviarme de lo que quería contar, pienso cada día en el agua, ese agua que sale a chorros de los aspersores del campo de golf e inevitablemente, pienso en Mfereji, la pequeña aldea masai del norte de Tanzania, donde el agua no existe. La humanidad lleva siglos batallando contra los caprichos de la naturaleza, y entre todos ellos, la sequía que comienza casi de forma imperceptible, es una de ellas. Ha existido desde tiempos inmemoriales, de ahí que los habitantes de antaño fuesen nómadas, en busca de fuentes de agua, de zonas fértiles, donde finalmente se establecían. Pero eso ahora no ocurre. Si estás en un lugar donde no hay agua pues te aguantas. Es el caso de los masai, a los que no se les permite moverse de las zonas en las que viven (sur de Kenya y norte de Tanzania), a donde por otro lado fueron apartados, es decir, de las zonas menos fértiles. Tampoco el gobierno les facilita un punto de acceso al agua potable. Y además, tampoco llueve. Y sumamos, finalmente, lo poco que le importa esto al resto del mundo.

Llegan noticias desoladoras desde Mfereji. No hay agua. No llueve. El polvo de la tierra de la sabana les come. Los caprichos de la naturaleza, a los que los masai están por desgracia bien acostumbrados, no se pueden controlar (solo hay que echar un vistazo a Cumbre Vieja). Pero lo que hagamos nosotros por ellos, si. Eso si depende de nuestra voluntad y solidaridad, de nuestra empatía con el que tienen menos y por tanto necesita más. Ojalá que todos aquellos que leáis estas palabras y por supuesto, podáis, pongáis vuestro granito de arena (podéis escribir a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.), deis difusión a la problemática, os hagáis sensibles a la importancia de tener agua y a la capacidad de adaptación de algunos pueblos.

Y mientras tanto, los aspersores del campo de golf que atravieso cada mañana para ir a trabajar giran sin descanso lanzando chorros enormes de agua.

 

A menudo y, cada vez más, no entiendo el mundo en el que habito.

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