De las pequeñas granjas mixtas y la cría extensiva, se ha pasado a una verdadera industria alimentaria, de ganadería intensiva, donde los animales son cosificados y tratados como productos, y donde la obtención de beneficios es el único objetivo

OPINIÓN. Animales en sociedad. Por Rosario Monter
Abogada especializada en Derecho y Bienestar Animal y presidenta de la Fundación Nacional A Salvo

10/01/19. 
Opinión. La abogada especializada en Derecho y Bienestar Animal, Rosario Monter, reflexiona en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el bienestar animal y las condiciones de vida de los animales destinados a consumo humano. “En la mayoría de las granjas industriales, los animales malviven hacinados y confinados en espacios reducidos, sufren prácticas...

...crueles como las mutilaciones, se les priva de de la expresión de su comportamiento natural, y en muchas ocasiones son maltratados cruelmente”, indica Monter. Que añade que “como destinatarios finales de dichos alimentos, tenemos un papel clave y decisivo para optar por un consumo responsable y transformar la industria alimentaria desde la mesa”.

Bienestar animal y consumo socialmente responsable

UNA
aproximación al concepto general de bienestar animal hace referencia a la “calidad de vida de un animal tal y cómo la experimenta un animal individual”, lo cual incluye el bienestar psicológico y la posibilidad de experimentar su conducta natural.

EN
la década de los años 60, se formularon las llamadas “cinco libertades”, cuyo cumplimiento es esencial para evitar el sufrimiento de los animales así como el derecho al bienestar que tienen los animales que se encuentran bajo el control humano: libre de hambre, sed y desnutrición; libre de miedos y angustias; libre de incomodidades físicas o térmicas; libres de dolor, lesiones o enfermedades y libres para expresar las pautas propias de comportamiento.

POR
su parte, la Organización Mundial de Sanidad Animal, define expresamente el bienestar animal como el “estado físico y mental de un animal en relación con las condiciones en las que vive y muere”. Y son precisamente las condiciones de vida, y la forma de sacrificio, las que inciden negativamente en los alimentos que de los animales provienen.

DE
las pequeñas granjas mixtas y la cría extensiva, se ha pasado a una verdadera industria alimentaria, de ganadería intensiva, donde los animales son cosificados y tratados como productos, y donde la obtención de beneficios es el único objetivo.

SI
bien la legislación en cuanto a normas de bienestar animal existe, partiendo del  Tratado de la Unión Europea -Artículo 13 TFUE- que reconoce a todos los animales como seres sensibles, y establece que “la Unión y los Estados miembros, al formular y aplicar sus políticas tendrán plenamente en cuenta las exigencias en materia de bienestar de los animales…”,  lo cierto es que la realidad en la que viven los animales de producción está bastante alejada de la bien intencionada normativa.

EN
la mayoría de las granjas industriales, los animales malviven hacinados y confinados en espacios reducidos, sufren prácticas crueles como las mutilaciones, se les priva de de la expresión de su comportamiento natural, y en muchas ocasiones son maltratados cruelmente.

EL
año pasado pudimos ver varios casos donde en granjas y mataderos se maltrataba a los animales con una extrema brutalidad. El último caso ocurrió en un matadero de Segovia, en noviembre, donde en un vídeo se pudo ver cómo los trabajadores del mismo golpeaban, aplastaban y lanzaban corderos al aire, y no utilizaban los medios de aturdimiento legalmente establecidos. No son prácticas aisladas.

EL
bienestar de los animales destinados a consumo incide directamente en los alimentos que consumimos y por tanto en la salud humana. (Dejaremos para otro artículo el terrible impacto medioambiental que genera la ganadería industrial). Como destinatarios finales de dichos alimentos, tenemos un papel clave y decisivo para optar por un consumo responsable y transformar la industria alimentaria desde la mesa.

DEBEMOS
poder elegir entre productos que contengan etiquetas e información para saber lo que estamos comprando, y saber cómo se han producido los alimentos, eligiendo un bienestar genuinamente mayor para los animales tales como “criados al aire libre”, o productos ecológicos en general.

SOMOS
libres y totalmente conscientes de lo que consumimos, pero los animales no tienen elección. Podemos y tenemos el deber moral de ayudarles con un consumo socialmente responsable.

PUEDE
 leer aquí anteriores artículos de Rosario Monter:
- 27/12/18 No se aceptan devoluciones
- 14/12/18 El control de colonias felinas: ética y legalidad

- 29/11/18 La concienciación, la información, la formación y la educación son pilares básicos para avanzar hacia una sociedad más justa para todos los seres vivos que compartimos el planeta