OPINIÓN. La Provincia del Paraíso
Por el Colectivo Eloy Herrera Pino
16/12/13. Opinión. La espectacularidad con que el alcalde ha administrado la comunicación de la concesión de la franquicia Pompidou a Málaga ha sido respondida con un entusiasmo intoxicado en el que ha habido de todo salvo prudencia, incluida la requerida obligatoriamente al alcalde, Francisco de la Torre. El Colectivo Eloy Herrera Pino publica en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.comuna opinión bastante menos entusiasta.
El cubo-Pompidou, la nueva jugada electoral del alcalde destinada a hundir un poco más en la ruina económica y cultural a una Málaga que no es capital cultural, sino una ciudad de franquicias
UNA ciudad llena de museos solo puede aspirar a capital del tedio. Es mejor ser capital del dolor o capital del odio, a veces incluso es preferible la pena capital, aunque también es imposible diferenciarla de este panteón que el alcalde está construyendo con los cascotes de Málaga.
ESE mausoleo hacia el que Málaga se dirige según la brújula desnortada que Francisco de la Torre usa para regular su orientación electoral a un nuevo triunfo que le evite a él su definitivo adiós al cargo es también la sepultura de las posibilidades de la población activa de la ciudad, especialmente el sector artístico, pero no el único. Oculto tras la humareda y la pestilencia de la pólvora que los medios de promoción y propaganda de la ciudad han dejado tras su obscena fiesta de pirotecnia, queda un acontecimiento de ese tipo que nunca llega a las cinco columnas de titular.
FRANCISCO de la Torre, apenas tres días después de anunciar que vamos a gastarnos no menos de cuatro o cinco millones de euros en su próxima campaña electoral, asistía a un acto de Fundación Musical de Málaga en la Plaza de la Constitución. Allí estaba el héroe al cubo cuando unos niños leían un manifiesto (redactado por adultos) en el que se afirma que: "Una ciudad con 500.00 habitantes merece salas, locales escénicos y de música, auditorios, que estén en concordancia con la vida y el tejido musical de Málaga". Al margen de que la cifra y el nombre de la ciudad son intercambiables (los ocho mil habitantes de Mojácar pueden decir exactamente la misma frase y también tendrían razón), no es menos cierto que este argumento se puede aplicar a cualquier otra actividad artística de la ciudad: las infraestructuras culturales de Málaga hacen aguas en cualquier género: música, danza, teatro, arte... Allí estaba el alcalde, apoyando la reivindicación con su santurronería habitual y su cinismo más evidente.
DA igual en qué dirección se mire, la parte de la población local que se forma en cualquier actividad artística no encontrará salida profesional en la ciudad. En esa manifestación se expresaba indirectamente un aspecto que jamás se tiene en cuenta en el gobierno municipal de Francisco de la Torre. La formación artística opera dentro de la economía familiar, pero no menos dentro de la economía local. Esta sórdida campaña en que nos han metido Francisco de la Torre y sus medios turiferarios, siempre se basa en lo mismo: todo lo hacen en el nombre de Málaga y están dispuestos a entregar sus mejores años por ella. Falso: las miles de familias que invierten en la formación de sus hijas e hijos pagan sus impuestos para que Francisco de la Torre le acabe dando un millón de euros a una empresa francesa, en lugar de revertirlos a la ciudad, alimentando en ella la experiencia artística de la comunidad y el desarrollo de una escena propia que sí sería la definición de una ciudad cultural.
SI Málaga tuviese no solo espacios para celebrar las actividades públicas de la música o de la danza, sino diversidad de centros de formación, entidades de producción y distribución, compañías, etc, sería una capital cultural. Un ejemplo sencillo. Lo que hace que Nueva York sea la capital mundial de la danza no es que sea la ciudad donde más espectáculos producidos fuera de ella se presentan, donde más compañías extranjeras ofrecen sus espectáculos, y donde mayor diversidad de corrientes y estéticas tienen cabida. Lo es porque, además de todo lo que contratan de fuera, es en esa ciudad donde mayor número de centros de formación de danza existen, mayor número de espacios dedicados a la danza hay y mayor número de compañías, bailarina/es y coreógrafa/os se forman, se instalan y desarrollan su actividad. (Dejemos aparte el número de espectadores dispuestos a pagar su entrada, o de particulares y empresas que apadrinan o patrocinan futuros artistas). El dato es extensible a todas las artes y a todo lo que tenga que ver con las infraestructuras y servicios asociados. Eso es lo que identifica a una capital cultural. O sea, todo lo que no tiene Málaga.
MÁLAGA no es ninguna potencia cultural ni capital cultural, solo es una ciudad que contrata franquicias porque esa es la única política que entiende el alcalde que le da votos, porque esa es la política para la que ha encontrado palmeros, porque en una ciudad sin escena cultural propia, fomentada, apreciada y financiada por la población, es imposible que haya apego por la producción local; porque en una ciudad con un nivel cultural tan bajo como el de esta, es fácil deslumbrar con cualquier gran nombre traído de fuera. Crear desde lo local supone una diferencia esencial: es un trabajo a largo plazo, mucho mayor que cuatro años; es un esfuerzo sostenido y continuo, sin recompensas inmediatas ni atajos posibles. Y es absolutamente necesario que quienes lideran el proceso tengan una sólida formación y una concepción clara, democrática y de servicio público. ¿Quién va a apostar a largo plazo por la incierta posibilidad de formar y promocionar artistas –danza, plástica, teatro, música- si con dinero se puede alquilar una famosa colección de obras de firmas famosas y se puede eso colocar como mercancía electoral?
LAS franquicias culturales siguen el mismo patrón que ya conocemos en cualquier calle de cualquier ciudad; en calle Larios: donde antes hubo comercios propios, hoy existe un territorio franquiciado que obtiene sus beneficios de lo que la población local compra en ellos, se los lleva fuera, restando una ínfima parte en los sueldos correspondientes a sus plantillas. Las franquicias no crean riqueza, ni empleo de calidad ni mucho menos una escena comercial propia.
NO obstante, en descargo del alcalde y su gente cabe decir que por contratar franquicias no se suprime ninguna partida destinada a "salas, locales escénicos y de música, auditorios, que estén en concordancia con la vida y el tejido musical de Málaga", puesto que jamás la ha habido. A Francisco de la Torre solo le interesa invertir dinero público en sus campañas electorales, y qué mejor que franquiciar y cabildear. Ya lo hizo en la última (Museo Carmen Thyssen). Ya lo hace para la próxima con el cubo-Pompidou.
EN esta ocasión, Málaga no va a pagar los 30 millones (oficiales) que costó el Museo Carmen Thyssen en las últimas elecciones municipales. Ahora el alcalde Francisco de la Torre ha optado por una estrategia que puede presentar como más barata sin que necesariamente lo sea y que no se desvelará como contraria con solo mantener su política habitual de opacidad económica y de gestión. Valga como ejemplo el secretismo con que ha llevado un asunto en el que ha importado más dar la sorpresa y quedar como lo más cercano a dios que se puede encontrar entre esa turbia variedad humana dedicada a la política, que someter a debate y escrutinio público con todos los datos el proceso en que se va a meter esta ciudad. Por otro lado, ya encerrada en una deuda de proporciones bíblicas, gracias, en su mayor parte, a la descerebrada estrategia de Francisco de la Torre, el hombre capaz de arruinar este sexto municipio nacional como lo sería del primero de haber ocupado el lugar correspondiente.
A expensas de que se cierre el acuerdo de verdad y de que se hagan públicas las cifras oficiales -ojalá las reales- las informaciones divulgadas hasta la fecha no pueden ser más inquietantes. Según el alcalde, que es el único que ha hablado, contrariando bastante a la otra parte, el acondicionamiento del local va a costar cinco millones, de los cuales Málaga paga la mitad; el alquiler anual va a suponer un desembolso de un millón de euros que van directos a Francia, donde tendrán una nueva vida en rosa. Al menos en el caso del Museo Carmen Thyssen admitió el alcalde el dinero que costó rehabilitar el palacio, y gracias a Tomás Llorens supimos que habíamos pagado un proyecto museístico que no se llevó a cabo. En esta ocasión, entre tanta alegría se ha olvidado mencionar cuánto costó la construcción del cubo. A ese importe se suman los cinco millones de adecuación, el millón de alquiler y los gastos corrientes del centro (personal, luz, agua...). O sea, que hay mucho más dinero en juego, en parte ya gastados.
TODO esto en una ciudad cuyo alcalde tiene una concepción de la cultura totalmente personalista, antidemocrático, patrimonialista y especulativo. A lo que hay que sumar su inepcia: Málaga se ha gastado cientos de millones en lo que, según los criterios del alcalde y su equipo "funciona". Pero se ha gastado una cantidad equivalente en lo que no ha funcionado. De modo que tener esta fabulosa ciudad de cultura, progreso y felicidad equiparable a un sueño brasileño, nos ha costado como mínimo el doble de lo que dicen que ha costado. Ridículos museos de gemas o de coches antiguos, sin interés ni valor son el ejemplo más socorrido, pero los demás no son menos lamentables.
APLICANDO una mirada estricta, el único éxito real de Francisco de la Torre es el MCT. Lo demás: el MRT, el MUPAM, el CAC, el MIMMA... no solo carecen del menor respaldo social, es que su repercusión en el exterior es nula, un grupito de instituciones provincianas sin relevancia ni peso en el panorama museístico ni artístico, no ya internacional ni nacional: ni siquiera a nivel andaluz.
TODOS son proyectos personales del alcalde Francisco de la Torre que ha llevado a cabo, hacia el éxito o el fracaso, según se mire, sin consultar a nadie ni comunicarlo previamente a la ciudad. La práctica de Francisco de la Torre parte de un punto oscuro: todo lo que es propiedad pública de la ciudad está a su disposición para que él saque partido político y sus amistades beneficio económico. De ahí deriva una nefasta gestión que va del servicio de limpieza a la planificación urbanística. En cuanto a los edificios municipales, su estrategia es clara: empresas privadas que los alquilan a un canon ínfimo para obtener la máxima rentabilidad. Universidades privadas, centros de arte o exposiciones de coleccionistas que utilizan sus patrimonios para hacer su agosto a costa de incautos, ignorantes o desesperados. Royal Collections, la empresa del Museo de las Gemas, que se ha quedado con varios millones de euros de la ciudad que no va a devolver, ya lo intentó antes en Valencia. Por asombroso que parezca, en el territorio Camps, Barberá, Bigotes y Orange Market, allí no coló. Aquí se la colaron a un alcalde que parece querer encontrar en el Pompidou una desesperada compensación kármica, en lugar de a los favores realizados.
ESTE último movimiento de Francisco de la Torre viene precedido de su significativo retroceso en las encuestas y del peligro que le acecha de perder la mayoría absoluta en las próximas elecciones. Con toda la razón del mundo, el actual alcalde tiene todos los motivos para intentar evitar desesperadamente que la actual oposición tenga la oportunidad de gobernar en coalición y comenzar a mirar las cuentas reales del Ayuntamiento y lo que puede haber en los cajones. Lo que por el momento son sospechas de qué ayudas ha tenido para que Málaga fuese la ciudad elegida no permite hacer grandes quinielas, pero seguramente todos los favores que está haciendo con Tabacalera o la antigua prisión provincial vienen a dar sus frutos. El cabildeo siempre acaba dando algún resultado, por caro que sea.
POR otro lado, siempre cabe creerse la versión de Sur: Málaga ha sido ungida de Pompidou gracias a que su alcalde es francófono, es francófilo y ha estudiado en La Sorbona. A eso hay que sumar que la ciudad es la panacea: una gran potencia turística, tecnológica, educativa y todo eso que se repite constantemente en los medios locales. Al parecer, se desconocen las cifras de desempleo local, las de Cáritas con respecto a la pobreza o las del MEC con respecto al fracaso escolar. Puede que también se crean las cifras de Fernando Francés con respecto a las visitas al CAC o lo que quiera que crean para asumir que esto no es la ciudad de tercera fila que compra con deuda impagable lo que es incapaz de generar por sí misma, ocupada como está, en arruinarse tanto como para anular cualquier iniciativa local, una política nefasta que impide necesariamente desarrollar ni promocionar lo que pueda surgir de aquí.
UN detalle anecdótico para cerrar esta reflexión. Georges Pompidou fue presidente de la República francesa. Estaba obsesionado con reformar París, modernizar Francia, cambiarlo todo, con una concepción urbanística en la que se privilegiaba el uso del automóvil, la revalorización del suelo urbano (los precios de las viviendas en parís se dispararon en su mandato) y la construcción de torres en todas las pastillas de terreno libres. En esta categoría destaca la Tour Montparnasse, denostada como una premonición. Una de sus políticas más características, hasta el punto de definir lo que se ha llamado la "France pompidolienne", para unos estupenda y para otros, la peste.
POMPIDOU, aparte, fue un gran coleccionista de arte moderno, y de ahí su iniciativa de crear el centro que lleva su nombre, en un barrio deprimido, que prácticamente se reconstruyó de nuevo. Uno de los aspectos más interesantes de la relación del presidente de la República con el centro de arte que lleva su nombre es que lo pensó y lo puso en marcha, pero murió antes de que terminaran su mandato y la construcción. Frente a Carla Bruni y Sarkozy, frente a Cheryl y Tony Blair, que no han inaugurado nada cultural, pero tuvieron descendencia en palacio, el viejo presidente murió también allí, el último que lo hizo. No sin antes llenar París de Torres, de coches y de especuladores, con lo que pretendió ganarse un lugar no se sabe si en la posteridad o de nuevo en el Elíseo. Lo cierto es que un cáncer se lo llevó antes de poder desvelar el misterio.
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