“Con un Parlamento digital se suprimirían las incomodas y largas presencias de sus señorías en un espacio cerrado, evitándose así que maten su aburrimiento jugando al Candy Crush, trabajen a escondidas en sus negocios o muestren su verdadera cara en la política española durmiéndose sin recato

OPINIÓN. Viejos periódicos. Por Julio Fernández-Sanguino
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales


03/04/20. 
Opinión. Julio Fernández-Sanguino, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, realiza una nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com en la que habla sobre la revolución digital y el coronavirus: "En la anterior legislatura el partido en el Gobierno aplicó una política monocorde a espaldas de la realidad social española, sin atender la más mínima sugerencia de otros partidos ni el clamor de...

...la ciudadanía en la calle. Este proceder se ha extendido a las Cámaras, donde se puede apreciar que los Sres. diputados y senadores van a votar en masa y hacen lo que les dicen sus partidos, sin libertad de pensamiento y movimiento”.

Nuevas prácticas políticas con motivo del coronavirus

El pasado 26 de marzo los medios de comunicación difundieron los pormenores de la sesión plenaria que tuvo lugar para la ampliación del estado de alerta en nuestro país hasta el 11 de abril. La información gráfica que ofrecía de un Congreso vacío es elocuente, ya que estuvieron unos cuarenta diputados presentes, participando otros 306 con votos telemáticos.


Entre otras noticias relacionadas, se puede destacar que, al día siguiente, se celebró en el Ayuntamiento de Torremolinos un pleno ordinario inédito para aprobar los presupuestos, con concejales que participaron presencialmente y otros telemáticamente por prevención ante el coronavirus,

Estas informaciones me hicieron recordar un artículo sobre “2021: Una odisea electoral” que publiqué el 8 de octubre de 2016 en el Xornaldegalicia y que seguidamente reproduzco por estimar que está de actualidad.

"2001: A Space Odyssey" se estrenó a finales de los años sesenta del siglo pasado. La película supuso toda una revolución por su innovación y efectos especiales, tanto visuales como sonoros con la música de Strauss, las únicas revoluciones, por otro lado, permitidas en el franquismo. A muchos nos sorprendió por su realismo científico y sus proyecciones vanguardistas, permitiéndonos soñar con el futuro y otros mundos, no en el espacio, sino en la España anodina de entonces.


Ya estamos en el siguiente siglo. En el espacio, los astronautas se mueven libremente, aunque sujetos a la nave que les alimenta y dirige. En España, ya hay Democracia y los españoles se pueden mover libremente, también. Esta película, que nos hizo soñar ayer con el futuro espacial, proyecta a conjeturar hoy lo que podría ser el futuro electoral tras los últimos acontecimientos habidos en el marco político español en el 2016.

Al igual que se ha hecho en la consulta popular realizada en Sevilla para votar sobre la duración de la próxima Feria de Abril, se pondrán en marcha dispositivos digitales que permitirán votar a través de internet. Igualmente, se extendería el procedimiento a otros medios utilizados en las redes sociales, garantizado las operadoras privadas la identidad y ubicación del usuario. Así se eliminarían las costosas y molestas, para algunos, elecciones presenciales, con otras muchas ventajas, algunas de ellas humanitarias como, por ejemplo, que a los ancianos no les muevan de su asilo y puedan votar a través de WhatsApp.

Los medios de comunicación ponen de relieve que desde 2013 el plasma se ha convertido ya en un elemento casi consustancial a las comparecencias del presidente Rajoy. Asimismo, aparecen por doquier los twits de los políticos difundidos a través de la web para mostrar posicionamientos y peleas callejeras que llegan a los usuarios como las sopas de letras que les hacen engullir a los niños, que se fijan en las formas de pasta y pasan por alto el sabroso caldo de la abuela.

Con la generalización de estos métodos, se eliminarían las incomodas presencias de los políticos para hablar de la corrupción, del paro, del déficit, etc, y se ahorrarían los considerables esfuerzos y cantidades empleados hasta ahora en las maratonianas campañas electorales, incluidos los carromatos del circo mediático.

En el futuro digital, los recuentos de los comicios serían instantáneos y al minuto de cerrar las urnas, eufemismo que se seguiría empleando. Se podrían tener los resultados definitivos sin esperar a posteriores recuentos, como acaba de ocurrir en las elecciones vascas en las que el PNV perdió un escaño que había conseguido tan solo por ochenta votos tras las impugnaciones de EH-Bildu ante la errónea transcripción manual al sistema informático de los resultados de varias mesas electorales. Del mismo modo, ocurriría con el voto de los emigrantes, evitando igualmente incertidumbres y suspicacias, como, por ejemplo, en el tedioso recuento posterior de las últimas elecciones gallegas que dio el noveno diputado por Ourense al PP.

En la anterior legislatura el partido en el Gobierno aplicó una política monocorde a espaldas de la realidad social española, sin atender la más mínima sugerencia de otros partidos ni el clamor de la ciudadanía en la calle. Este proceder se ha extendido a las Cámaras, donde se puede apreciar que los Sres. diputados y senadores van a votar en masa y hacen lo que les dicen sus partidos, sin libertad de pensamiento y movimiento, como corderos que van al redil conducidos con diligencia y eficacia por perros pastores.

Por ello, ya no sería necesario que todos los figurantes de un mismo partido voten lo mismo, con que lo hiciera uno en representación de todos sería suficiente, como ocurre en las juntas de vecinos donde la mayoría de los propietarios dan su autorización a los pocos a los que les interesan los temas a tratar o a los jubilados que no tienen nada que hacer.

Si bien se llegase a estimar que el porcentaje obtenido en las elecciones fuese la referencia idónea para la gobernabilidad, se terminaría optando por mantener la Ley de Ohm, pero un poco retocada para potenciar aún más el bipartidismo, que daría el número de diputados, senadores o concejales, aunque fuese virtual, como dato utilizado para los cómputos en las votaciones.

Con este futuro, el ahorro está garantizado. El Congreso se convertiría en el Museo de la Democracia, con una Constitución original de 1812 como pieza estelar junto con el texto donde se juraban o prometían los anteriores cargos. Se colgarían fotografías varias, antiguas en blanco y negro y modernas retocadas en sepia, de los distintos momentos de la vida política española y se potenciarían visitas guiadas para enseñar los impactos de las balas de Tejero. El Senado, inútil, sería cedido al Museo del Prado para exhibir los fondos que guarda en los sótanos y las exposiciones temporales.

Además, con un Parlamento digital se suprimirían las incomodas y largas presencias de sus señorías en un espacio cerrado, evitándose así que maten su aburrimiento jugando al Candy Crush, trabajen a escondidas en sus negocios o muestren su verdadera cara en la política española durmiéndose sin recato.

La revolución digital afectaría igualmente a los partidos políticos. El líder tradicional sería sustituido por un Presidente honorario y una gestora se encargaría de tramitar todos los asuntos que competen al antiguo partido, repartiendo tareas entre empleados especializados para que estudiasen las materias que tradicionalmente eran objeto de debates en el Parlamento o en las comisiones, sin olvidar la valiosa aportación de afiliados e ilustres voluntarios, cooperantes que podrían fomentar el teletrabajo.

Una vez suprimidos los espacios físicos, las consultas institucionales se harían por correos electrónicos, se crearían grupos de trabajo en WhatsApp, los diferentes posicionamientos entre políticos se harían por videoconferencias y los medios de comunicación de los partidos difundirían sus estrategias y fundamentos, sustituyendo así a las comparecencias de los antiguos diputados y senadores.

Por último, en el artículo se señalaba que el futuro visionario de la película no se había cumplido como esperábamos, pero la carrera espacial había sido imparable y había promovido avances y cambios impensables hace unos pocos años, finalizando con la siguiente pregunta: ¿Sucederá algo similar con el futuro de la política española?

Son muchos los que auguran un mundo diferente después del coronavirus ¿Sucederá algo similar con el futuro de las prácticas de la política española?

Puede leer aquí anteriores artículos de Julio Fernández-Sanguino:
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