“A Zapatero, que no le pudieron acusar de aplicar la mordaza o generalizar la corrupción, le echaron en cara que no hubiera visto la crisis por aquellos que la provocaron con sus irresponsables aparcelamientos y desmantelamiento del sector público español”
OPINIÓN. Viejos periódicos. Por Julio Fernández-Sanguino
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales
15/05/20. Opinión. Julio Fernández-Sanguino, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, realiza una nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com en la que habla de la cíclica política española: “Estas reflexiones me hicieron recordar “El día de la marmota”, que recrea que cada vez que uno amanece vuelve a estar en el día anterior. Parece que eso mismo pasa con...
...la política española; ya que, cuando nos levantamos después de cada nueva etapa progresista, volvemos a despertar en tiempos de Fernando VII”.
De Espartero a Zapatero o el día de la marmota en la política española
Como si no tuviéramos bastante con el coronavirus, han aparecido diversas reseñas en medios de comunicación que cuestionan la libertad de la prensa en estos momentos, así como la necesidad de preservar la unidad de España, de defender la Constitución y salvaguardar el Estado de derecho. Por otro lado, otras informaciones señalan posiciones puramente partidistas de algunos con la intención expulsar por todos los medios a la coalición de izquierdas del Gobierno.
Sin querer entrar en estas cuestiones, por ser más propio de analistas del sector de la información, he tratado de ver este asunto desde una perspectiva histórica después de las noticias difundidas que recordaron el anterior caso de AEPI. Estas siglas se corresponden con la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes que se fundó en el verano de 1994 tras el fracaso continuado de algunos medios de comunicación de entonces para derribar a Felipe González, precisándose que fue la plataforma de enmascaramiento del proceso de conspiración contra el gobierno legítimo del PSOE, como ha reconocido un destacado periodista participante tiempo después.
Cuando se repasa la historia del periodismo español se aprecia que las prácticas señaladas se han empleado desde sus inicios. La conocida como Guerra de la Independencia es buen ejemplo de ello, al utilizarse la prensa como un arma más de la contienda en la que no se escatimaría desde el principio toda clase de mentiras y bulos para defender a Fernando VII. Puede ser comprensible que estas descalificaciones se hiciesen contra los franceses; pero llama la atención al leer los periódicos de aquellos años que se utilizasen igualmente contra los propios españoles, primero con los acusados de afrancesados y de forma progresiva contra la “canalla liberal” cuando la Constitución de 1812 estaba ya en vigor en muchas zonas de España.
Para ello, se pusieron en práctica medidas para favorecer y difundir una prensa afín al absolutismo que fuera allanando la llegada de Fernando VII. Entre otras medidas, se monopolizó la información para contrarrestar las ideas liberales, vertiendo todo tipo de infundios contra los ilustrados y progresistas más representativos de España en aquellos momentos. Este proceder siguió en pleno Siglo XIX y por lo que parece ha llegado hasta nuestros días, destacando entre los casos que confirman esta cuestión el de Espartero.
Pasados los primeros momentos de alegría por la vuelta al estado constitucional tras el ocaso de Fernando VII, con el engañoso silencio de sus partidarios en los momentos de la transición, la prensa volvería a florecer en nuestro país una vez acabado el absolutismo, fundando los liberales progresistas el Eco del comercio en 1834. Para contrarrestar, al año siguiente se impulsaría El español como el periódico del liberalismo moderado de tendencia monárquico-constitucional, creándose para tal fin la primera empresa editorial de la prensa española, que se constituyó como sociedad anónima con capital aportado por nobles y terratenientes.
La prensa conservadora terminaría imponiéndose en el país y se convertiría en un factor clave en la lucha contra el Regente, destacando historiadores que los redactores de periódicos como El Conservador fueron los que se encargaron de minar el gobierno de Espartero con sus ataques. La situación se enrarecía cada vez más en todo el territorio, produciéndose sucesos como el bombardeo de Barcelona en 1742. Al año siguiente, Espartero se vería obligado a disolver las Cortes y tendría que exiliarse para salvar su vida, generándose un cambio político en España tras el pronunciamiento militar encabezado por Narváez y Serrano.
Periodistas que combatieron a Espartero tendrían posteriormente una destacada participación en la vida política y financiera durante la Década Moderada junto con el marqués de Salamanca, que llegaría a ser ministro de Hacienda. Este político malagueño fue protagonista, usando la terminología coloquial actual, de un pelotazo bursátil en la Bolsa de Madrid y de la crisis bancaria del Banco de Isabel II, en un contexto económico en el que proliferaron financiaciones ilegales y la utilización de empresas, especialmente las de ferrocarriles y las de monopolios como la sal, para conseguir desmesurados enriquecimientos personales, siendo uno de los principales beneficiarios la Reina Regente con su segundo esposo el duque de Riansares.
El marqués de Salamanca se adentró igualmente en el sector inmobiliario y promovió el barrio que lleva su nombre en Madrid. La situación económica por aquellos años era cada vez más complicada, generándose la primera crisis financiera de la historia del capitalismo español que afectaría a diversos sectores, especialmente al inmobiliario, donde la especulación del suelo produjo lo que se conoce actualmente como una burbuja inmobiliaria con el desplome del mercado.
Los sucesos económicos y financieros descritos se deberían ver en el contexto político de la conocida eufemísticamente como Década Moderada, 1844-1854, pues muchos de sus protagonistas fueron las mismas personas. Si nos retrotraemos al primer año indicado, se aprecia el desarme y desaparición de la Milicia Nacional, ya que, al ser una fuerza popular con fuerte arraigo en todo tipo de ciudades, quedaba fuera del alcance de los gobernantes de Madrid y, además, podía estar influenciada por las personalidades locales más destacadas, consideradas de tendencia liberal en la mayoría de los casos. Al mismo tiempo, se fundó la Guardia Civil como sucesora de la Santa Hermandad, que se constituiría como un cuerpo militar bajo el control del Ministro de la Guerra. Las medidas gubernamentales seguirían y, por ejemplo, en 1847 se reestructura el Ministerio de Gobernación para potenciar sus funciones de orden público y controlar mejor el territorio a través de los Gobernadores Civiles. En ese año, las restricciones llegarían a la Universidad, que harían que se pareciese más a un colegio que a un centro de conocimiento superior, donde los estudiantes no podían ni asociarse ni tan siquiera reunirse y los profesores se convirtieron en policías de la conducta estudiantil.
Por otro lado, la crisis económica e industrial que se iba acentuando por entonces terminaría provocando movimientos revolucionarios en 1848, año en el que se publicó en Londres el Manifiesto de Marx y Engels. Los conflictos sociales se extendieron por Europa, especialmente en Francia y Alemania, generándose en España intentos de sublevación contra el gobierno de Narváez alimentados por liberales y progresistas, que fracasarían por mala planificación y la dura represión ejercida por el Gobierno.
Las ideas progresistas no interesaban, por lo que se intentó descalificar a la nueva corriente del socialismo tanto a través de la prensa como por otros medios, destacándose las conferencias que se dieron en este sentido en el Ateneo de Madrid. Algo similar había sucedido años antes contra los movimientos republicanos que empezaban a despuntar en el país, como se puede apreciar en las informaciones de El Correo Nacional que avisaban del peligro que representaba el auge que estaba alcanzado el nuevo partido dada la situación crítica de la monarquía en aquellos momentos.
Tras un periodo con actuaciones promovidas por grupos en el poder tendentes a enriquecimientos indebidos y con las regresiones de las libertades ciudadanas, en el siguiente Bienio Progresista, en el que participó Espartero tras su regreso, se reestablecería la libertad de imprenta y los periódicos pudieron denunciar los hechos anteriores y pidieron depurar responsabilidades, aunque se esfumarían como ocurre muchas veces en nuestro país.
La Ilustración haría un resumen de la situación vivida anteriormente y denunciaba unos momentos en los que la prensa periódica había ido como esclava atada al carro de la tiranía. El periódico informaba igualmente del manifiesto que los principales periodistas del país habían suscrito el 12 de enero de 1854 apoyando la libertad de prensa y protestando contra las ilegalidades de los anteriores gobiernos, que, además de aplicar con dureza la censura decretada, llegaron hasta el extremo inconcebible de indicar expresamente a las redacciones de los periódicos que no se publicasen determinados asuntos, entre los que figuraban los relacionados con los ferrocarriles dado el escándalo que habían suscitado y que afectaba a ilustres personalidades del momento.
La historia se repite, aunque muchos no lo crean, y los hechos descritos que tuvieron lugar cerca de hace dos siglos durante la Década Moderada, con la consiguiente crisis posterior, nos recuerdan a otros similares, en mayor o menor medida, acaecidos en nuestro país a lo largo de los años, como se puede apreciar en los altibajos de diferentes gobiernos del siglo XIX y en las dos dictaduras del siguiente.
En el siglo XXI, los vientos del 11M trajeron aire fresco a la democracia española en el 2004, al igual que al año siguiente en Galicia el “Nunca Mais” del 2002. Pero el fuego popular de esos años se fue apagando con la lluvia ácida de la contaminación y a Zapatero, que no le pudieron acusar de aplicar la mordaza o generalizar la corrupción, le echaron en cara que no hubiera visto la crisis por aquellos que la provocaron con sus irresponsables aparcelamientos y desmantelamiento del sector público español, que hincharon la pompa de jabón hasta que estalló.
Estas reflexiones me hicieron recordar “El día de la marmota”, que recrea que cada vez que uno amanece vuelve a estar en el día anterior. Parece que eso mismo pasa con la política española; ya que, cuando nos levantamos después de cada nueva etapa progresista, volvemos a despertar en tiempos de Fernando VII.
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