“Alemania reconoció como alemanes a todos los nacidos en todo el territorio, del este y del oeste, y, superado el nazismo, Alemania ha recuperado su historia, siendo por ello un delito negar el holocausto”
OPINIÓN. Viejos periódicos. Por Julio Fernández-Sanguino
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales
18/02/21. Opinión. Julio Fernández-Sanguino, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, escribe una nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la transición alemana: “Estos mismos comportamientos se pudieron apreciar cuando cayó el Muro de Berlín años más tarde. No se notó que el ejército o las fuerzas de seguridad de la Alemania que era democrática entrasen en...
...la Alemania que se había proclamado Democrática, que para otros estaba llena de rojos y comunistas, al grito de “a por ellos”. No se produjo una “desbandada” de la población civil, como sucedió en febrero de 1937 cuando entraron los fascistas en Málaga”.
La caída del Muro de Berlín y orgullo de bandera
El 9 de noviembre de 1989 se produjo la caída del Muro de Berlín, denominado igualmente en infinidad de referencias como el muro de la vergüenza. Esta efeméride me ha hecho recordar un anterior artículo sobre el naufragio en 1900 de la fragata alemana Gneisenau en el puerto de Málaga.
Los fallecidos en el siniestro fueron enterrados en el Cementerio Inglés de la ciudad y siguen en el recuerdo de todos gracias a conferencias, cortometrajes, artículos, libros, homenajes, etc., etc. De estos últimos, se pueden citar los efectuados por la marina alemana, siendo especialmente significativo el realizado por la armada nazi nada más acabar la Guerra Civil tras fondear en el puerto Málaga el 28 de abril de 1939.
La prensa de entonces dio una amplia información de la llegada de la escuadra alemana, que fue recibida con todos los honores por las autoridades franquistas. Seguidamente, tuvieron lugar desfiles de tropas por la ciudad, que finalizaron con la interpretación de los himnos alemán y español, que fueron escuchados, brazo en alto, por la multitud. Asimismo, la información gráfica es significativa y ofrece un amplio detalle del posterior homenaje de los representantes alemanes en las tumbas de los tripulantes fallecidos de la fragata Gneisenau, al que se sumaron las autoridades españolas y muchos malagueños que secundaron el acto con el saludo nazi.
Los testimonios gráficos nos ofrecen igualmente visiones de una ciudad que había sido arrasada por los bombardeos contra la población civil, en los que tuvieron un papel destacado los Junkers-52 alemanes, con 224 fallecidos directos y los edificios más representativos de Málaga derruidos. A pesar de las evidencias, cuando se publica una fotografía de aquella época eufemísticamente se suele hacer referencia a “desastres ocurridos durante la Guerra Civil” o “edificios destruidos durante los combates” que nunca se produjeron en la ciudad. En una gran mayoría de las ocasiones se obvia mencionar a los causantes de estos daños, junto con frases como “nuestra contienda fratricida en febrero de 1937” cuando se tomó la ciudad por las tropas fascistas italianas.
El homenaje a los náufragos de la fragata Gneisenau por la marina nazi en 1939 al finalizar la Guerra Civil pone de manifiesto el reconocimiento de los alemanes a sus compatriotas, siendo evidente que en 1900 no eran nazis, pero eran alemanes. Del mismo modo, nunca se cuestionó que el hundimiento del barco hubiese sido por culpa del capitán, que no quiso hacer caso del aviso sobre la tempestad que se avecinaba y no ordenó que el buque se guareciese en el puerto. No se le denostó por ello y siempre ha sido el primero en recibir los honores como corresponden a su grado.
Estos mismos comportamientos se pudieron apreciar cuando cayó el Muro de Berlín años más tarde. No se notó que el ejército o las fuerzas de seguridad de la Alemania que era democrática entrasen en la Alemania que se había proclamado Democrática, que para otros estaba llena de rojos y comunistas, al grito de “a por ellos”. No se produjo una “desbandada” de la población civil, como sucedió en febrero de 1937 cuando entraron los fascistas en Málaga, elevándose la cifra de hasta unas 300.000 personas que fueron masacradas en su camino por la costa hacia Almería por la aviación, tanques y artillería franquista y fascista, participando igualmente en los bombardeos los buques Canarias, Baleares y Almirante Cervera, que causaron más de 5.000 fallecidos entre mujeres, viejos y niños.
Asimismo, no hay constancia de represiones, como la que hubo en Málaga con unos 8.000 fusilados por los franquistas cuando entraron en la ciudad, de los que se han podido enterrar 4.571 en el cementerio de San Rafael, ni cunetas con cadáveres que siguen en el olvido, al igual que los marinos del submarino republicano C3 hundido a dos millas de la costa malagueña. Tampoco se produjo la depuración de más de la mitad de jueces, médicos, abogados, maestros, etc., etc. o el exilio de los mejores investigadores y escritores.
Es evidente que para que una nación quiera ser grande tiene que contar con todos sus ciudadanos, no solo con los que se consideran “puros”. Superado el concepto fascista de “raza”, Alemania reconoció como alemanes a todos los nacidos en todo el territorio, del este y del oeste, y, superado el nacismo, Alemania ha recuperado su historia, siendo por ello un delito negar el holocausto. Además, la madre patria debe querer por igual a todos sus hijos, sean rojos o azules, del norte o del sur.
Por estos motivos, y otros muchos, es comprensible que los alemanes, al igual que los franceses o los ingleses, pueden sentirse orgullosos de su bandera.
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