“Son perfectos equilibristas en el alambre, firmes creyentes de que, manteniendo esa postura, los problemas se extinguirán, cuando en realidad lo que hacen es pudrirse, enquistarse e ir a peor. Como lo importante es lo suyo y lo que les toca, cualquier otro asunto les trae al pairo”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


30/10/19. Opinión. El programador informático Francisco Palacios, en su colaboración habitual para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com publica un artículo donde habla de los ‘templaitos’: “En muchos casos, esa actitud del templaito no es más que el escondite perfecto para ocultar su verdadero pensamiento, del que se avergüenza o para el que no tiene el suficiente valor de reconocerse...

...como tal. Por eso, siempre detrás de un “no soy de derechas o de izquierdas” se esconde alguien de derechas. Detrás de un “ni machista ni feminista” se esconde un machista”.

Los ‘templaitos’

En muchas ocasiones me he encontrado con un cierto tipo de personas que bien podría servir de modelo para una pintura egipcia, especialistas a la hora de ponerse de canto. Son esa multitud nada silenciosa que, ante determinadas cuestiones, afirman que les da igual, que hay otras cosas más importantes por las que preocuparse. Son los templaitos.

 
El templaito se mantiene en la equidistancia, no se moja ni da su opinión, no está ni a favor ni en contra. Son los que te dicen que “no soy de derechas ni de izquierdas”, “no soy machista ni feminista”, o “tenemos asuntos más importantes de las que preocuparnos que en…” (ponga en la línea de puntos cualquier tema de candente actualidad).

Es el arquetipo de lo que los griegos llamaban “idiota”, personas que sólo se preocupan de lo suyo y no prestan atención a asuntos públicos o políticos. Afirman que no entienden de política, sin ser conscientes de que su sueldo, la educación de sus hijos, su futuro bienestar como pensionistas o el precio del kilo de pollo son política.

Son perfectos equilibristas en el alambre, firmes creyentes de que, manteniendo esa postura, los problemas se extinguirán, cuando en realidad lo que hacen es pudrirse, enquistarse e ir a peor. Como lo importante es lo suyo y lo que les toca, cualquier otro asunto les trae al pairo. Constituyen ese bloque que, por ejemplo, argumenta que primero habría que eliminar el paro, antes que un mausoleo a un dictador. Como si mantenerlo rebajara las cifras negras de la EPA, disminuyera el déficit y multiplicara, como los panes y los peces, la calderilla que queda en la hucha de las pensiones.

Esa actitud de entretiempo es la que mantiene y blanquea actitudes reprobables y expresiones escasamente democráticas. Porque, cuando te da igual la exaltación de un dictador y de su ideología, cuando no te escandaliza que un golpista sea vitoreado, cuando no te ruborizas al ver cómo un descendiente del dictador afirma tras la postguerra hubo una dictablanda, en realidad te estás poniendo de su parte, por más que afirmes lo contrario.

En muchos casos, esa actitud del templaito no es más que el escondite perfecto para ocultar su verdadero pensamiento, del que se avergüenza o para el que no tiene el suficiente valor de reconocerse como tal. Por eso, siempre detrás de un “no soy de derechas o de izquierdas” se esconde alguien de derechas. Detrás de un “ni machista ni feminista” se esconde un machista, además de un bulto sospechoso indocumentado que no sabe de lo que habla. Pero no todos somos capaces de asumir nuestra manera de pensar, nuestra ideología. Y es mejor hacerse el templaito que salir del armario.

En estos tiempos que nos han tocado vivir, en muchas cuestiones es necesario mojarse. Aunque te equivoques. Aunque te veas en minoría. Aunque te miren de soslayo, con la misma mala cara que se le pone a los lunes del calendario.

Camarero, póngame otro café. Templaito, por favor.

PUEDE leer aquí anteriores artículos de Francisco Palacios:
- 24/10/19 Cojos a la carrera

- 17/10/19 El malaguita