“Como en el cuento, tanto ha clamado el pastor Sánchez por la cercanía del lobo que, al final de cuentas, se lo ha encontrado mordisqueándole las nalgas. Y como el socio bisagra ha desaparecido de la escena, víctima de sus propias contradicciones y herido de éxito, no le ha quedado más remedio que optar por la opción restante”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
14/11/19. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo donde habla de la resaca electoral: “Aún andábamos velando el cadáver político de Rivera, cuando el abrazo de Iglesias y Sánchez ha hecho tambalearse las aspiraciones de gran coalición de la derecha. Al PP le ha pillado a contrapelo, a medio vestir y...
...en medio de una ejecutiva en la que se discutía qué estrategia se debería seguir”.
Pedro y el lobo
Lo que es la vida. Lo que hace unos meses no te dejaba dormir, hoy te puede dar más sueño que los grandes éxitos de Alex Ubago. Pero oye, pelillos a la mar, lo que pasó pasó, hacemos tábula rasa y aquí no ha pasado nada. No hay nada que no lo arregle un abrazo y el sentir el aliento en el cogote de la derecha más rancia de toda la zona euro.
Para este viaje no hacían falta las alforjas de unas nuevas elecciones. Porque, una de dos: o Pedro Sánchez ha sido poseído por el espíritu de Sergio Ramos y el minuto 93, o el tiro, que en un principio le había salido por la culata, al final se ha llevado por delante a quien menos se esperaba. Tengámoslo claro, lo que buscaba el PSOE como el agua de mayo era pulverizar al que ahora será, con bastante probabilidad, su socio progresista de gobierno. Pero, lo que son las cosas, la bala perdida de la repetición electoral ha rebotado en la ultraderecha venida arriba de Vox, taponando las aspiraciones centenarias del PP, y liquidando al partido que podía disputar el centro-cuentismo.
Aún andábamos velando el cadáver político de Rivera, cuando el abrazo de Iglesias y Sánchez ha hecho tambalearse las aspiraciones de gran coalición de la derecha. Al PP le ha pillado a contrapelo, a medio vestir y en medio de una ejecutiva en la que se discutía qué estrategia se debería seguir; tal ha sido la sorpresa que Casado ha pasado del “contigo no, bicho” a pedir la dimisión del presidente en funciones, para luego volver a insistir en que si no sale bien, que allí están ellos, para lo que guste mandar el PSOE, el IBEX, las eléctricas y la patronal.
Las reacciones han sido muchas y variadas, desde la náusea de Rosa Diez, esa política que cambia de partido como el que se cambia de ropa interior, hasta el aplauso de Errejón, el líder de Más País, el partido homeopático del que sus dirigentes piensan que si disuelven sus escasos votos en la piscina electoral del país, curarán todas las enfermedades de la izquierda. Los partidos nacionalistas, en muchas ocasiones con más sentido de Estado que los mal autodenominados constitucionalistas, parecen estar muy de acuerdo con esta coalición, aunque no les saldrá gratis. Bien por ellos, afirmo con insana envidia. Está por ver si algún que otro periodista cumple su promesa de irse a vivir a Somalia si Podemos entraba en el gobierno. De momento, ya hay gente que se presta a llamarle el taxi y llevarle la maleta.
De Vox, lo esperado. Después de gritar que van a por ellos, y dejar claro que ellos somos los que abogamos por el feminismo, los derechos LGTBI y lo público por encima de lo privado, no es de extrañar que el pacto no les haya caído demasiado bien, calificándolo de acuerdo entre bolivarianos, golpistas, el malo de los Vengadores, la bruja de hielo de Narnia y Sauron. Lo esperado.
Como en el cuento, tanto ha clamado el pastor Sánchez por la cercanía del lobo que, al final de cuentas, se lo ha encontrado mordisqueándole las nalgas. Y como el socio bisagra ha desaparecido de la escena, víctima de sus propias contradicciones y herido de éxito, no le ha quedado más remedio que optar por la opción restante, una navaja de Ockham política que, mal que les pese a algunos, a los progresistas nos da un hálito de esperanza.
Una cosa sí que ha quedado clara. Sánchez es la más pura representación de lo español. Nada de toros, de banderas, de pasodobles. Lo más cañí es dejarlo todo para última hora.
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