“No hay día en el que nos libremos de aquello que hoy se hace llamar posverdad, y que, a mi entender, no es más que falsedad pura y dura. Todo vale para defender lo indefendible y hacernos comulgar con ruedas de molino. Se recorta, se inventa, se tergiversa y se retuerce la realidad a gusto de los fieles que tragan todo lo tragable, por parte de unos políticos con la misma credibilidad que un catálogo de Tous”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
23/01/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre como la extrema derecha maneja la agenda política de este país: “Consiguen atraer el ojo mediático y del resto de partidos hacia el asunto que más les conviene en cada momento, aunque sea inventando problemas inexistentes. En esto todos tenemos...
...parte de culpa, desde los que renegamos de sus postulados hasta su cohorte de palmeros irreductibles, pasando por una prensa blanda, tragona, empeñada en no dejar escapar ni una gotita”.
La agenda del embustero
Asisto ojiplático al espectáculo diario que se nos vomita desde medios de comunicación y redes sociales, un circo mediático en el que la mentira es el trapecista estrella, y en el que la derecha en todas sus versiones es su Pinito del Oro.
No hay día en el que nos libremos de aquello que hoy se hace llamar posverdad, y que, a mi entender, no es más que falsedad pura y dura. Todo vale para defender lo indefendible y hacernos comulgar con ruedas de molino. Se recorta, se inventa, se tergiversa y se retuerce la realidad a gusto de los fieles que tragan todo lo tragable, por parte de unos políticos con la misma credibilidad que un catálogo de Tous.
Una performance, una charla en EEUU, una obra de teatro en la Universidad o una charla para padres se transforman en talleres para niños de 6 años. Así, a lo loco. Y a uno todo esto le hace pensar en qué clase de sociedad nos estamos convirtiendo. Una sociedad en la que los medios callan, cuando no aplauden, en la que el espíritu crítico es una neurona en MHyV.
Hay que reconocer que la derecha extrema consigue manejar la agenda política de este país a su antojo. Consiguen atraer el ojo mediático y del resto de partidos hacia el asunto que más les conviene en cada momento, aunque sea inventando problemas inexistentes. En esto todos tenemos parte de culpa, desde los que renegamos de sus postulados hasta su cohorte de palmeros irreductibles, pasando por una prensa blanda, tragona, empeñada en no dejar escapar ni una gotita. Peor aún es el papel de la derecha tradicional de este país, seguidista de sus dictados, sin rumbo, brújula o mapa, descolocada de la realidad tras cinco derrotas electorales y que no se sabe si viene o va, si sube o baja, con un líder al que su madre parece que no le dijo de pequeño suficientes veces aquello de que “si tus amigos se tiran de un puente, ¿tú también?”.
Saben en cada momento qué tecla tocar de esa melodía siniestra con olor a tiempos pasados, para apartar el ojo de lo que realmente importa, o de lo que ellos no quieren que sea noticia. Ante esto, nos quedan pocas soluciones que no sean las de la denuncia, la de no hacer ni puñetero caso a sus señales y seguir señalando sus trapicheos arquitectónicos, sus contradicciones y pasos atrás en cuestión de libertades.
No sé adonde nos va a llevar todo esto. Mientras los medios sigan aceptando sin rechistar su dosis de ricino, mientras haya una masa que persigue el palo y la zanahoria sin pensar hacia dónde se les conduce, mientras que la derecha siga en su viaje hacia el centro desde más allá de Mordor, ellos seguirán dominando la escena, afortunadamente como actores secundarios. Espero que, más pronto que tarde, pasen a figurantes sin papel. De momento, los que nos sentimos de izquierdas y progresistas, cada cual desde su atalaya, continuaremos denunciando, señalando, luchando. Ya no vale la equidistancia, ya no sirve ponerse de canto. El silencio es de cómplices.
Hoy aún no leí la prensa del día. Tengo el mismo miedo que al entrar a un baño público un sábado de madrugada y levantar la tapa: no sé que mierda me voy a encontrar.
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