“Creo que esto no es más que uno de los pasos hacia un cambio global, hacia una forma de entender la sociedad y la convivencia completamente distinta a la actual”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
19/03/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre los cambios que se pueden producir tras la crisis del coronavirus: “En un mundo en el que las mercancías y las personas se mueven, prácticamente, sin fronteras, cualquier tipo de actuación ante una catástrofe natural o una crisis no...
...puede ser adoptada a nivel nacional, regional o local. Las medidas de seguridad, las actuaciones en la economía, las políticas de ayuda y fronterizas deben adoptarse globalmente, coordinados y sincronizados”.
Y si…
Escribo estas letras en el día número… Ya no me acuerdo de cuántos días llevo confinado en casa. Esto de no haber fútbol me desorienta.
A pesar de que sigo pensando en que todo esto no es más que una herramienta más para dirigirnos, un latigazo para mantener unido al rebaño, sigo a rajatabla las órdenes del Gobierno. No salgo, o sólo lo imprescindible. Y esto te da mucho tiempo para pensar, para darle vueltas a las neuronas sobre este asunto y sobre cómo hemos llegado hasta él. Y sobre el futuro.
Pienso en las grandes civilizaciones del pasado, que cayeron lenta pero paulatinamente en algunos casos, rápidamente en otros. Y creo que esto no es más que uno de los pasos hacia un cambio global, hacia una forma de entender la sociedad y la convivencia completamente distinta a la actual. No hablo de hecatombe ni de algo parecido a una película de la Sexta del domingo por la tarde. Me refiero a un cambio del paradigma de sociedad, de la forma en que nos organizamos, trabajamos, vivimos.
Tenemos que dejar de pensar en lo local, para actuar en lo global. En un mundo en el que las mercancías y las personas se mueven, prácticamente, sin fronteras, cualquier tipo de actuación ante una catástrofe natural o una crisis no puede ser adoptada a nivel nacional, regional o local. Las medidas de seguridad, las actuaciones en la economía, las políticas de ayuda y fronterizas deben adoptarse globalmente, coordinados y sincronizados. Si no, cada remero estará haciendo esfuerzos contrapuestos con el que tiene sentado delante, y la barca irá trazando círculos sin fin.
Debemos darnos cuenta en lo crucial y trascendente que es todo lo que se destine a investigación y desarrollo. Cada euro que cae en esta materia no tiene un beneficio económico a corto plazo, pero el disponer de un capital humano altamente cualificado actúa como una red de seguridad que ayudará a hacer más suave las posibles caídas del sistema. Por no hablar de la importancia de los sectores públicos. Ellos han demostrado que están siempre al pie del cañón, y que cada puesto que se ha recortado en el pasado nos va a pasar factura en forma de muertos, de días de cuarentena, de millones en pérdidas económicas. Los gobiernos han de cambiar sus prioridades, no pensar tanto en déficits y armamento, y bastante más en fortalecer el sistema educativo y sanitario. Porque ha quedado palmario y evidente que aquellos que entienden la salud como un negocio no aportan nada, si no es a golpe de Real Decreto.
El modelo productivo, así como nuestros hábitos de trabajo, ha de cambiar. Estamos obligados a plantear el teletrabajo y la flexibilidad horaria, no como una opción, sino como una realidad mayoritaria en los próximos años. No tiene sentido el movimiento de personas hacia unos lugares de trabajo altamente masificados, cuando ese trabajo puede ser realizado con la misma eficiencia desde casa. Reduciremos gastos en transporte, contaminación, tiempo, así como se hará mucho más fácil la conciliación laboral y familiar. Evidentemente, no en todos los trabajos es esto posible pero hay muchos sectores en los que tecnológicamente es factible mañana mismo.
Y el mayor cambio que ha de tomar esta sociedad es la de erradicar su egoísmo y su yocentrismo. Esa parte de nosotros mohosa, defectuosa y que apesta. Ese trozo de nuestra personalidad que le importa un pimiento el sufrimiento ajeno, el sacrificio del vecino, y que te hace ir a poner el culo en la arena de la playa, porque eres muy chulo y lo vales. Ese proceso mental que te lleva a buscar refugio en Marbella, cuando es Marbella la que debería buscar refugio de ti, por muy ex presidente que seas. Ese imbécil que se graba a sí mismo diciendo que él no se queda en su casa porque no le da la gana. No somos islas, somos penínsulas unidas bajo el mar, y estamos unidos al resto, queramos o no. Porque el hombre es un ser social, que necesita y busca el contacto con el otro. Y en casos de crisis es cuando se hace más patente la necesidad de actuar como un conjunto, olvidar y echar a un lado el “por mis cojones” y pensar en los que nos rodean. Esto no es sólo aplicable a las crisis sanitarias; tenemos el ejemplo del cambio climático, del cuidado del medio ambiente, de nuestras calles y plazas, de lo que nos rodea y es de todos, en suma.
Bueno, ya he terminado mi rato de pensar. Ahora toca hacer gimnasia, unas clases de macramé, ver un par de obras de teatro, salir al balcón a aplaudir a las cajeras de los supermercados… Qué ganas tengo de que acabe la cuarentena para poder descansar un poco en casa.
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