Hay que ser muy hipócrita para autodefinirse como salvadores de la patria, pedir responsabilidades, incluso penales, y luego negarse y votar en contra de que se adopten medidas de apoyo y ayuda a los más débiles

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


16/04/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre la hipocresía de algunos: “Son esos que aplauden como locos a las ocho de cada tarde, bien alto para que todos te oigan, en una nueva forma de postureo de los balcones. Pero que luego, en la intimidad de sus salones, preparan cartelitos...

...anónimos en los que avisan a la vecina que se deja las horas en el supermercado o en el hospital, que es poco más que una apestada, una leprosa que, desde el respeto, no es bienvenida en esta nuestra comunidad”.

La hipocresía en tiempos del coronavirus

Dice la RAE, esa que limpia, fija y da esplendor, que la hipocresía es el “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Vamos, decir una cosa y pensar o actuar de la contraria.


Curiosamente, en estos días en los que más escondidos estamos a ojos de los demás, es cuando más se nos ven las manchas de moho, las costuras mal cosidas y los desconchones en la moral. Eso, quien tenga. Quizás, alentados por el anonimato y escondidos tras cortinas y persianas, vamos sacando el verdadero yo que llevamos dentro y que no dejamos nunca ver la luz de manera pública, vaya a ser que nos deje en evidencia delante de los demás.

Son esos que aplauden como locos a las ocho de cada tarde, bien alto para que todos te oigan, en una nueva forma de postureo de los balcones. Pero que luego, en la intimidad de sus salones, preparan cartelitos anónimos en los que avisan a la vecina que se deja las horas en el supermercado o en el hospital, que es poco más que una apestada, una leprosa que, desde el respeto, no es bienvenida en esta nuestra comunidad. Dios no quiera que jamás tenga que verse en la tesitura de ser atendido por esos apestados de los que reniega. No porque no vaya a ser atendido con la misma prestancia y profesionalidad que al resto, sino por no pasar la silenciosa vergüenza de tener que cruzar la mirada con quien has repudiado de manera cobarde, anónima y por la espalda.

Son los mismos que se autoproclaman policía, fiscal y juez, y desde su terraza acusan con dedo inquisidor a todo aquel que les huele a delincuente que se salta el confinamiento, sin saber si se dirige o vuelve a su trabajo, si ha salido a comprar, o si se ha sentado en un banco de la calle porque le ha dado un mareo. Les da igual que el vecino tenga un hijo con autismo; allí están ellos, la Stasi de las terrazas, los delatores que no dudan en acusar y juzgar, viva imagen de la delación. En Corea del Norte, tendrían alguna medalla.

Pero claro, el pueblo hace lo que ve que hacen los que mandan, y no hacen más que seguir el ejemplo de los próceres patrios. Porque no es que precisamente sean el mejor ejemplo para sus conciudadanos. Hay que ser muy hipócrita para amagar con asistir en masa al Parlamento, y luego pedir a la ciudadanía que cumplan las normas que ellos mismos amenazaron con saltarse. O dedicarse a andar deprisa, o correr despacio, según se mire, mientras el resto perdemos la raya del trasero, sentados en nuestros sofás. Hay que ser muy hipócrita para autodefinirse como salvadores de la patria, pedir responsabilidades, incluso penales, y luego negarse y votar en contra de que se adopten medidas de apoyo y ayuda a los más débiles. No hay mayor hipocresía que llamar criminal a un gobierno y mirar hacia otro lado cuando has sido responsable de la dejadez de las residencias de ancianos, instituciones que caen por completo bajo la responsabilidad de los mismos acusicas.

Al único al que puedo darle la razón es a González Pons, que ante la pregunta de si, ahora, con perspectiva, las políticas de recortes en Sanidad fueron acertadas o erróneas, respondió que creía que “la sociedad no le dio la importancia que debe a la sanidad”. Es cierto. Total y completamente. Si así hubiera sido, no les habrían votado. Ni volverían a hacerlo.

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