“Se quejan del acento de la ministra Montero, y la minusvaloran, desprecian e insultan, no porque sus medidas sean más o menos acertadas, sino por su manera de expresarse”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
07/05/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre los andaluces y su acento: “Un presentador de televisión se permite el lujo de preguntarle a un compañero si piensa cambiar su dicción, cuando lo que debería preocuparle es la sensación de disfrutar dando dos manos de cal para blanquear a...
...los líderes de la extrema derecha de este país”.
Lo andaluz molesta
Tengo la impresión de que, como de momento el asunto catalán está en estado de pausa, el centralismo rancio españolista tiene que buscarse una nueva víctima propiciatoria de sus chanzas, chascarrillos chabacanos y demás inmundicia excluyente. Ahora nos ha tocado a nosotros.
El andaluz tiene, como compensación por todo lo que tiene de bueno haber nacido de Despeñaperros hacia abajo, el hecho de ser pobre. Una putada del karma que nos ha mandado durante siglos la epidemia de explotadores y sanguijuelas que nos llevan considerando como colonia interior desde que tenemos memoria, si no de antes. Si no fuera así, Aznar habría hablado andaluz en la intimidad, porque lo que es poner sus ingles a remojo ya lo hace por aquí.
A pesar de todo, el andaluz es orgulloso. Tiene motivos de sobra para ello. No voy a enumerar las figuras históricas que ha parido esta tierra; ese ya es un tema manido. Ese orgullo nos obliga a no renunciar a nuestro acento, ya seamos ministros, actores o presentadores de televisión, obreros, amas de casa o ingenieros. Porque no hay motivo ninguno para disimularlo, esconderlo o cambiarlo. No tenemos culpa de que hablemos más deprisa que el mesetario medio; somos capaces de expresar más en menos, de concentrar circunloquios sin fin en una sola frase, y además, enterarnos. No cae en nuestro debe la responsabilidad de ser entendidos, sino en el haber de una lentitud neuronal sobre la que no podemos hacer nada.
Se quejan del acento de la ministra Montero, y la minusvaloran, desprecian e insultan, no porque sus medidas sean más o menos acertadas, sino por su manera de expresarse. Un presentador de televisión se permite el lujo de preguntarle a un compañero si piensa cambiar su dicción, cuando lo que debería preocuparle es la sensación de disfrutar dando dos manos de cal para blanquear a los líderes de la extrema derecha de este país.
Aunque estos barros no son más que los lodos de años de pisoteo de los símbolos propios de Andalucía, con la aquiescencia del PSOE, antes, y del PP y Ciudadanos, ahora. Me imagino la cara de un francés al que Louis Vuitton le dijera que el tono de azul de la tricolor no está de moda, y que lo suyo sería cambiarlo por un bonito estampado, y de paso aderezarla con unas hojas de laurel. O la de Moreno Bonilla, si alguien decidiera cambiar el escudo de España, quitar las columnas y poner los postes de una portería de futbol. Llegarían las voces a la Estación Espacial Europea. Pero claro, que se puede esperar de un partido secuestrado por una ideología que niega la existencia de Andalucía como ente con voluntad propia, que reniega de su Estatuto y que insulta al creador de sus símbolos. Pocas cosas pasan.
A mí me da igual que digan que lo nuestro no es una lengua, como si eso la hiciera menos valiosa. Me trae al pairo que se rían de nuestra forma de expresarnos, porque más me río yo cada vez que les hablamos en un perfecto andaluz y ponen la misma cara que un conejo al que le dan las largas. Me produce una extrema sudoración escrótica el intentar cambiar nuestros símbolos, porque no podrán cambiar su significado. Todo esto no refleja más que el miedo a que llegue el día, espero que no muy lejano, en que el Estado tiemble ante el resurgimiento de Andalucía como pueblo soberano, sin ataduras y dueño del timón de su futuro.
Hay que ser andaluz sin complejos. Pobres, pero solidarios con nuestros iguales. Por Andalucía, los Pueblos y la Humanidad. Lo que les jode es que haya que poner controles de tráfico para que los mesetarios no nos invadan a la más mínima oportunidad, saltándose leyes y reales decretos que, al parecer, para ellos no cuentan, mientras que en el sentido opuesto, los carriles vayan vacíos. Por algo será.
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