En España, más de un millón de familias viven con todos sus miembros en paro, y más de medio millón no percibe ningún tipo de ingresos

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


14/05/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre los andaluces y su acento: “Es curioso el uso del lenguaje cuando se habla de ayudas; la denominación de ese apoyo cambia de forma radical, en función del colectivo que la recibe. Si son bancos, hablamos de rescates. En el caso de...

...empresas multinacionales a las que hay que salvar, colaboración público-privada (…) Si son organizaciones sin ánimo de lucro que acogen a víctimas de violencia de género o a colectivos desfavorecidos, los llamamos chiringuitos. Si es un apoyo a familias que sobreviven porque no tienen donde caerse muertas, los llamamos paguitas”.

La paguita

Mucho se está hablando de la próxima medida del Gobierno de crear un Ingreso Mínimo Vital, una renta destinada a las familias que viven bajo el umbral de la pobreza. En España, más de un millón de familias viven con todos sus miembros en paro, y más de medio millón no percibe ningún tipo de ingresos.


La cuantía de esa ayuda, según se puede leer en el borrador aún no definitivo, puede ir desde los 462 euros en hogares unipersonales, hasta los 1015 euros para familias formadas por dos adultos con dos o más menores a su cargo. Tendrá que presentarse libro de familia, certificado de registro civil y certificado de empadronamiento. Para su cálculo computarán como ingresos el importe de las pensiones o prestaciones, exceptuando las becas y las ayudas por vivienda. También se deberá acreditar que se está buscando activamente un empleo.

No ha hecho falta mucho tiempo para que todos aquellos que confunden una cacerola con la parabólica por falta de costumbre, saltaran como liebres a criticar la medida. Lo califican con los adjetivos de siempre: una manera de ganar votantes, una subvención para vagos y maleantes, una forma más de vivir del cuento. Imagino que toda esa gente que hace colas de 7 horas en barrios humildes para recoger una bolsa de comida son, según estos mismos impresentables, otra panda de vagos que prefieren vivir de la caridad.

Lo que más me sorprende es que trabajadores que malviven con un sueldo indigno y que echan más horas que un reloj por temor a que sus jefes los echen a la calle, ataquen como perros rabiosos esta medida. Imagino que los que estén metidos de lleno en un ERTE, subvencionado en una gran parte por el Estado, no lo considerarán una paguita, sino como algo justo. Porque lo es. Porque todos tenemos derecho a un plato de comida caliente tres veces al día, a tener luz en casa, a poder pagar un techo bajo el que acostar a nuestros hijos.

En cualquier caso, aquellos que dicen que con el Ingreso Mínimo Vital se puede vivir sin dar golpe, pueden hacer lo siguiente: despedirse de sus trabajos, renunciar a su desempleo y prestaciones sociales, e intentar vivir con esta nueva medida.

Es curioso el uso del lenguaje cuando se habla de ayudas; la denominación de ese apoyo cambia de forma radical, en función del colectivo que la recibe. Si son bancos, hablamos de rescates. En el caso de empresas multinacionales a las que hay que salvar, colaboración público-privada. Si eres un defraudador que evita pagar sus impuestos en España y usa todas las triquiñuelas administrativas y legales para pagar menos a Hacienda, ingeniería fiscal. Si se le echa una mano a las pymes, hablamos de inyección de liquidez. Si son organizaciones sin ánimo de lucro que acogen a víctimas de violencia de género o a colectivos desfavorecidos, los llamamos chiringuitos. Si es un apoyo a familias que sobreviven porque no tienen donde caerse muertas, los llamamos paguitas. Qué rico es el castellano.

No niego la existencia de la picaresca, y que haya algunos que pretendan aprovecharse de esta medida. Como no oculto el hecho de que existan autónomos que facturen en negro y pymes que contraten por cuatro horas y sus trabajadores echen la jornada completa. O que existan multinacionales que vendan aquí y paguen en impuestos una cantidad digna de un guión del Club de la Comedia. Pero eso no le quita validez y justicia.

Si piensa que una renta básica para familias sin ingresos es una forma de comprar votos y voluntades, mantenga su gallardía bien alta: devuelva sus prestaciones, su nómina vinculada a un ERTE, sus ayudas al alquiler. No haga uso de la Seguridad Social. Ni de la educación gratuita. No vaya a ser que pierda la voluntad, el libre albedrío y se convierta en un rojo. Sólo faltaría eso.

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