“Como le ocurre a cualquier péndulo, si se le intenta mover de su posición de equilibrio, se mueve para volver a éste, movido por la gravedad, y se lleva por delante cualquier obstáculo que se encuentre por delante

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


15/10/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre la situación de Andalucía en España: “El Pueblo Andaluz empujó la masa del péndulo y removió su equilibrio, enfrentándose a la ley de la gravedad de los partidos centralistas que nos avisaban de que no era nuestro referéndum, a unas condiciones electorales...

...más propias de estados bananeros y a un tardo franquismo que quiso enmudecer a sangre y pólvora el grito de Libertad del Pueblo Andaluz. A pesar de que creamos que cambiamos algo, el péndulo volvió a su posición de inicio”.

El Péndulo

Cuando uno era pequeño, se nos inculcaba en la escuela esa idea de España de piel de toro, un ente que, prácticamente, nació con el Hombre de Atapuerca, un ser histórico con el parlamentarismo más antiguo de Europa (falso) y creador del mayor imperio que ha visto la Historia (falso). En los años en los que atábamos a los perros con longanizas, España pasó a ser ese país en el que se construía aeropuertos, básicamente, por si acaso.


Pero si uno le echa un ojo a la Historia reciente, en realidad este país es un enorme péndulo, sustentado en dos hilos que lo mantienen en equilibrio: la Corona junto a los poderes fácticos y las naciones convalidadas. Una Corona, que viene de donde viene y que se vio abocada a lanzarse en brazos de la democracia, si no quería verse en peligro. Unos poderes fácticos, judicial, policial, eclesiástico y económico, que una noche se acostaron franquistas y se levantaron demócratas, sin solución de continuidad, sin el más leve cambio de nombres o de hombres. Unas naciones convalidadas bajo una configuración territorial del Estado que incluye Fueros, Diputaciones y Nacionalidades Históricas para encubrir y eludir la idea de un Estado Federal en el que todos pudieran tener los mismos derechos y competencias.

Como le ocurre a cualquier péndulo, si se le intenta mover de su posición de equilibrio, se mueve para volver a éste, movido por la gravedad, y se lleva por delante cualquier obstáculo que se encuentre por delante. Un caso paradigmático es el de la Autonomía andaluza y el andalucismo. Fue un movimiento que se enfrentó a uno de los hilos que sostiene al Estado, que no es otro que la idea primigenia de que sólo algunos privilegiados podían acceder a un determinado grado de autogobierno. El Pueblo Andaluz empujó la masa del péndulo y removió su equilibrio, enfrentándose a la ley de la gravedad de los partidos centralistas que nos avisaban de que no era nuestro referéndum, a unas condiciones electorales más propias de estados bananeros y a un tardo franquismo que quiso enmudecer a sangre y pólvora el grito de Libertad del Pueblo Andaluz.

A pesar de que creamos que cambiamos algo, el péndulo volvió a su posición de inicio. Los partidos centralistas se encargaron de convertir el andalucismo en un cajón de sastre en el que todo valía y para el que todos valían, una ideología que todos podían abrazar sin rubor, de forma que perdió su carácter reivindicativo y de lucha de clase con conciencia de Pueblo para transmutarse en un acto folklórico que se celebra una vez al año con reparto de molletes y aceite de oliva en los colegios.

Incluso el equilibrio se ha visto reforzado con el paso de los años, con una Iglesia que dejó de llevar bajo palio a un dictador a inmatricularse de todo lo que estaba a su alcance, con la anuencia de un Estado que de aconfesional sólo tiene el nombre, con unos poderes fácticos que siguen moviendo los hilos de la Economía y la Justicia, amparados por una política defensora de los derechos del empresario y el recorte de los del trabajador, en la que la separación de poderes se circunscribe a que no están en el mismo edificio, poco más que unos vasos comunicantes disfrazados de alternancia bipartidista. Algo que, de facto, no es más que la falacia de una moneda trucada con dos caras y ninguna cruz.

Una nueva ola de Andalucismo viene de nuevo a remover al péndulo de su posición de equilibrio, o a reformarlo desde sus raíces. Una nueva ola con nuevas formas de luchar, con nuevas voces y nueva letra, pero en el que la música es la misma: la consecución de un Poder Andaluz real y tangible, en condición de igualdad con el resto de naciones del Estado, con conciencia de clase pero también de pueblo, que no admita limosnas sino que exige cambios estructurales que derriben la desindustrialización, la emigración, el desempleo, el abandono escolar. Un Poder Andaluz que no necesite de una mano que lo guíe a la sombra de un oso y un madroño, sino que  quien lo haga sea una mano andaluza, agrietada de varear olivos, encallecida de tanto tirar de redes, pero capaz de manejar tubos de ensayo, de diseñar puentes y edificios, de señalar estrellas. Un Poder Andaluz en igualdad de derechos, que obtenga su sitio en un Estado Federal auténtico.

No va a ser fácil. Luchar contra la gravedad nunca lo es. Hoy, la resistencia del péndulo a moverse es mayor que nunca. Va a costar mucho esfuerzo, pues todos los hilos pondrán toda su resistencia en impedir que el péndulo se mueva de su sitio. Pero con constancia, conocedores de hacia dónde hay que empujar, seremos capaces de cambiar los equilibrios y formar parte de ellos.


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