Todas las dictaduras son deleznables y repulsivas, sea cual sea su color, diestras o zurdas, restos de un pasado que la Humanidad debería borrar

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


15/07/21. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre las dictaduras: “Si el poder recae en manos de unos pocos, a medio o largo plazo, el gobierno se convierte en una meritocracia endogámica que se opone frontalmente a cualquiera de los principios que un demócrata debería defender con uñas y dientes...

...Ya sea de derechas, de izquierdas o medio volante líbero. Porque el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Dictaduras y dictatiernas

Partiremos de una base en la que todos podemos estar de acuerdo: todas las dictaduras son deleznables y repulsivas, sea cual sea su color, diestras o zurdas, restos de un pasado que la Humanidad debería borrar, como el sarampión o las películas alemanas de TVE 1.


No importa su signo, su color o su ideología de fondo. El gobierno ha de ser del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, una frase que tenía vigencia cuando la pronunció Lincoln y que sigue teniéndola, aún más si cabe. Si no es así, si el poder recae en manos de unos pocos, a medio o largo plazo, el gobierno se convierte en una meritocracia endogámica que se opone frontalmente a cualquiera de los principios que un demócrata debería defender con uñas y dientes. Ya sea de derechas, de izquierdas o medio volante líbero. Porque el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Sin la alternancia que proporcionan las urnas, sin el poder de decisión que deposita la democracia en manos del pueblo, no queda más remedio que un cambio radical del sistema de gobierno.

Cuba se encuentra en un momento crítico, económica, social y sanitariamente hablando, una situación insostenible en la que su gobierno debería dejar de usar al pueblo como arma arrojadiza y proceder a la apertura política, un proceso constituyente que tenga como meta la consecución de una democracia participativa y real, en la que tengan cabida todas las opciones democráticas, sin tutelas exteriores ni interiores. Un proceso que, espero y anhelo, se produzca de manera pacífica. Porque no hay nada más triste que el hecho de que pueda morir gente por la libertad.

Dicho esto, debemos señalar a aquellos que intentan blanquear unas dictaduras u otras, según el lado del espectro político del que procedan. No caben dudas, equidistancias o blanqueos. No hay un concurso de dictadores mejores o peores, ni uno mata más blanco que otro. Todo aquel que no se ponga frente a un tirano, está de su lado, de los que oprimen, pisan y aplastan la democracia. No hay peros que valgan.

Son dignos de estudio los que con una mano jalean la contrarrevolución cubana, mientras con la otra masajean el escroto de las dictaduras del Golfo Pérsico o la cercana alauita, bajándole los pantalones a la democracia y poniéndola mirando hacia la Meca. Es de hipócritas señalar las pajas en el ojo cubano y no ver las vigas de tren cruzando las ardientes arenas del desierto. Tan hipócrita como no reconocer un golpe de Estado contra un gobierno legítimamente constituido, proveniente de las urnas, con los defectos propios de una democracia del siglo pasado, pero democracia al fin y a la postre. Quienes legitiman cualquier acto contra la decisión del pueblo está del lado del opresor, del tirano, y cualquier eufemismo que se use para no condenarlo no es más que fuego de artificio para esconder de qué lado estarían si la Historia, Dios no lo quiera, volviera a repetirse.

No, la ley sin democracia no es ley. Es un papel mojado, una paliza con preaviso, una condena por ser simplemente distinto, por pensar distinto, por simplemente pensar. No, en ninguna dictadura hay cierto ordenamiento jurídico. Lo único ordenado son las filas de los fusilados, los represaliados, los torturados, los desaparecidos. Y sí, en este país se puede votar y decidir libremente a quién hacerlo. Lo que ocurre es que las elecciones son igual de válidas sea quien sea el que las gane, y nadie tiene culpa que un partido político tenga como líder a un caballero que se está constituyendo, con su verborrea vacía y errada, en el principal activo de la izquierda.

Cesen de manosear a la libertad y déjenla vivir. Como a cada hombre, mujer y niño de este planeta. Libre.

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