“El desmantelamiento de la Atención Primaria en Andalucía no es una cuestión opinable, no depende de las siglas desde las que se mire. Es un hecho constatable, aparte de constituir un tiro en el pie para el sistema de salud”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


23/12/21. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre el desmantelamiento de la Atención Primaria: “Como es natural, la población busca soluciones, y si su centro de salud está cerrado, se dirige a las Urgencias hospitalarias. Nuevo colapso. Desplazamos el problema hacia otros centros, taponando...

...el acceso a enfermos que necesitan una atención más urgente, llevando hasta el límite de la extenuación a los profesionales urgenciólogos, que se ven desbordados, sin tiempo para atender a todos de la mejor manera posible”.

Desmantelando

Hay decisiones que no se explican, por más vueltas que les dé uno al asunto. A no ser que se hagan aposta.


El desmantelamiento de la Atención Primaria en Andalucía no es una cuestión opinable, no depende de las siglas desde las que se mire. Es un hecho constatable, aparte de constituir un tiro en el pie para el sistema de salud.

No es de recibo que los centros de Salud estén cerrados por la tarde. No puede ser que se estén dando citas para asistir a los mismos a partir del mes de febrero, después de despedir a más de 8000 sanitarios. ¿Por qué se les despidió? ¿No eran necesarios? ¿O queremos desviar la demanda de la población hacia otras opciones, como la sanidad privada?

La marea de personas enfermas, ya sea de COVID o de otras enfermedades, no pueden ser asistidas. El desabastecimiento de tests ante la llegada de las fiestas aumenta la sensación de abandono por parte de las autoridades sanitarias de la población a su suerte. Se nos exige responsabilidad, auto diagnosticarnos, y cuando damos positivo o hemos estado en contacto con una persona que ha dado positivo, no hay nadie al otro lado del teléfono. Ni se le espera.


Como es natural, la población busca soluciones, y si su centro de Salud está cerrado, se dirige a las Urgencias hospitalarias. Nuevo colapso. Desplazamos el problema hacia otros centros, taponando el acceso a enfermos que necesitan una atención más urgente, llevando hasta el límite de la extenuación a los profesionales urgenciólogos, que se ven desbordados, sin tiempo para atender a todos de la mejor manera posible. A pesar de ello, su profesionalidad les hace estar al pie del cañón, aguantar carros y carretas, demostrando que los trabajadores son lo mejor de nuestro sistema sanitario.

No se entiende que con una mano se les brinde homenajes y se les levanten monumentos, y con la otra se despida. Es de una hipocresía mayúscula, de no tener un mínimo de vergüenza y de empatía, ni hacia los profesionales ni hacia los ciudadanos. No hay mejor premio que el de dar empleo estable, mejorar sus condiciones de trabajo, relajar la presión con la que trabajan.

El político debe aportar soluciones, y no ser parte del problema. Sus decisiones nos afectan a todos. Ahora pedirán que cenemos con ventanas abiertas, que llevemos mascarillas en exteriores, toques de queda, recorte en reuniones, abstenerse de fiestas y reuniones. Y la mayoría de la población seguirá sus directrices. Pero no se puede cargar la solución de una pandemia de manera unívoca al ciudadano. Se hace necesario el refuerzo de la atención primaria, que los centros de salud sean la primera línea de defensa, no sólo ante el COVID, sino en general.

Déjense de homenajes, de medidas extraordinarias y hagan su trabajo. Si no saben, váyanse a casas, cesen en sus puestos, no jueguen más con nuestra salud. Yo lo tengo claro. Aplaudir en los balcones es justo. Pero el mejor aplauso que se les puede dar a los sanitarios es votar a la gente que los cuide, porque es la mejor forma de cuidarnos a nosotros mismos.

Puede leer aquí anteriores artículos de Francisco Palacios