La Junta pretende que sean los ciudadanos los que se controlen si tienen Covid. Así, uno “se autoconfina en casa, se automedica, se autocontrola y se autovigila. No podrá darse de baja en su puesto de trabajo ni notificar su positivo, por lo que las cifras de bajas laborales se mantienen estables en todo momento”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
13/01/22. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre las últimas medidas en materia de Sanidad de la Junta de Andalucía: “Todas estas medidas juntas, unidas, tienen un objetivo común y encomiable, sólo visible si se detiene uno a valorarlas en su conjunto. Su finalidad es clara: que cada andaluz...
...se convierta en su propio médico. Es evidente: alcanzaremos el estado perfecto cuando cada casa andaluza se convierta en su propio ambulatorio, autogestionado por sus habitantes”.
Autogestión
Hay que reconocer que, en ocasiones, hay cabezas tan adelantadas, tan visionarias, tan aventajadas a los tiempos, que no somos capaces de reconocer su brillo hasta que el tiempo no nos ha dado cierta perspectiva para apreciarlo.
Esto nos ocurre con el gobierno de tres patas que capitanea la cosa pública en Andalucía, constituido por la derecha tradicional, la valiente y la que cabe en un taxi. Sus ideas en lo referente a la gestión, sobre todo en materia sanitaria, son tan revolucionarias que necesitan una profunda reflexión para entender su alcance.
Si uno observa las medidas adoptadas por la Junta como hechos aislados, no consigue ver el hilo conductor que las une. Hay que tomar un poco de distancia para que la cercanía del árbol no nos esconda el bosque. Cualquier ciudadano no entendería el hecho de que se despidan a 8000 sanitarios en plena cresta de la ola omicrón, consiguiendo una sobresaturación de los centros de atención primaria, caídas en el servicio de Salud No Responde Ni Se Le Espera, y llevando una desagradable sensación de abandono del ciudadano a su suerte.
Luego, vemos que la nuestra es la comunidad, acompañada por Murcia y Madrid, en la que menos se invertirá por habitante en materia de salud. Y para rematar, como guinda del pastelazo, nuestros iluminados próceres pergeñan una estrategia destinada a paliar el despido de los sanitarios anteriormente citados. ¿Readmitirlos? ¿Volver a contratarlos? Eso sería la medida más fácil de adoptar, pero ellos van más allá. Deciden sustituirlos por profesionales jubilados, una medida tan avanzada como incomprendida, solamente secundada por un único y solitario médico jubilado, un valiente que merece la Medalla de Oro de la Comunidad.
Todas estas medidas juntas, unidas, tienen un objetivo común y encomiable, sólo visible si se detiene uno a valorarlas en su conjunto. Su finalidad es clara: que cada andaluz se convierta en su propio médico. Es evidente: alcanzaremos el estado perfecto cuando cada casa andaluza se convierta en su propio ambulatorio, autogestionado por sus habitantes.
Es un acto visionario y revolucionario. Imagínense: un andaluz tose tres veces seguidas y se lanza a la búsqueda de un test de antígenos, promoviendo el comercio local e incluso la saludable costumbre de pasear, aunque sea de farmacia en farmacia. Una vez encontrado, el ciudadano hace uso de dicho test, y tras esperar el cuartito de hora de rigor, observa el resultado. Si ha dado negativo, perfecto: un ciudadano menos que no ha pasado por la sanidad pública sin motivo. En caso contrario, se autoconfina en casa, se automedica, se autocontrola y se autovigila. No podrá darse de baja en su puesto de trabajo ni notificar su positivo, por lo que las cifras de bajas laborales se mantienen estables en todo momento, y las estadísticas de incidencia no sufren unos repuntes escandalosos que puedan llevar a la necesidad de tomar medidas que molesten al sector hostelero. Miel sobre hojuelas.
Pasada una semana, el andaluz ha guardado su necesaria cuarentena, y ya recuperado de sus dolencias, decide hablar consigo mismo, levantarse el confinamiento y volver a su actividad diaria, todo esto sin necesidad de la intervención de la sanidad pública y sin saturar los centros asistenciales. Brillante.
Reconozcámoslo: han conseguido la incorporación de 8 millones de sanitarios de un solo plumazo, sin costarles un euro. Si eso no merece admiración por parte de la ciudadanía, no sé yo ya que pueden hacer para conseguirla.
Puede leer aquí anteriores artículos de Francisco Palacios