“Hay determinado tipo de gente que, por su ocupación, su posición o su cuna, cree que está por encima del bien y del mal, que las leyes se escriben para el populacho pero no para ellos”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


20/01/22. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre la libertad y la responsabilidad: “Somos libres para llevar nuestras vidas como se nos antojen, pero la libertad de nuestras acciones lleva consigo la asunción de las consecuencias de nuestros actos. Y, sobre todo, debemos tener en cuenta que nadie...

...está por encima de la ley, porque, si así fuera, dejaría de ser una señora vendada que trata a todos por igual para ser una meretriz que se baja la venda y actúa según le convenga”.

Novak, el Emérito

Llevo unos días dándole vueltas al temita del tenista de marras, y cada vez tengo más claro que no tiene nada que ver con el negacionismo, la defensa de las libertades individuales ni nada por el estilo. Básicamente, es un asunto de pormishuevismo.


Hay determinado tipo de gente que, por su ocupación, su posición o su cuna, cree que está por encima del bien y del mal, que las leyes se escriben para el populacho pero no para ellos. Que lo de pagar impuestos es para los pobres, que los ricos no deben hacerlo, porque ellos generan riqueza, trabajo y bienestar allá donde estén. Yo estoy esperando que metan a uno de estos luminarias económicas en un cuarto a solas a ver si en un mes o dos empiezan a salir los billetes de 500 por debajo de la puerta.

Este muchacho, el de la raqueta, se niega a vacunarse. Me parece bien. Allá él. Es libre de decidir sobre su cuerpo, de la misma manera que yo lo soy a la hora de echarme un pitillo. Pero soy consciente de las consecuencias que acarrea mi conducta, y de que no puedo ejercer mi libertad de machacarme los pulmones donde me dé la real gana. Básicamente, por respeto a los que han decidido no meterse nicotina en vena y a su salud.


Djokovic decidió que su cuerpo es un templo, y que no daría su brazo para que fuera agujereado por la aguja de la vacuna, que eso no era para él. Lo que no tuvo en cuenta es que, de la misma manera que él tiene la libertad de no hacerlo, un país tiene la libertad de exigir que lo haga, igual que se lo exige a cualquier ciudadano del mundo a hacerlo, sea una leyenda viva del deporte o un simple carnicero de Melbourne. Para colmo de males, el muchacho parece que ha mentido durante el juicio más veces que las que ha subido a la red en el último Open. Rematando la faena, en su vuelo de vuelta, el muchacho ha decidido que lo de la mascarilla no era tampoco para él. Sin duda, en cuestión de días ha ganado el Masters de Pormishuevos sin dar un raquetazo.

Las consecuencias de sus actos empiezan a salir a la luz; es posible que se le prohiba jugar en otros Grand Slams, a no ser que deponga su actitud y se ponga la dichosa vacuna. Su imagen de mártir, a la altura de Rosa Parks, Martin L. King o el propio Jesucristo, probablemente le acarree problemas de sponsors. Lo que sí está claro es que muchos que lo admiraban como deportista empiezan a mirarlo de una manera distinta. Si mañana decide vacunarse, no tendré nada claro si lo hace porque ha recapacitado en su actitud o porque le está picando el bolsillo de mala manera.

Somos libres para llevar nuestras vidas como se nos antojen, pero la libertad de nuestras acciones lleva consigo la asunción de las consecuencias de nuestros actos. Y, sobre todo, debemos tener en cuenta que nadie está por encima de la ley, porque, si así fuera, dejaría de ser una señora vendada que trata a todos por igual para ser una meretriz que se baja la venda y actúa según le convenga.

Por eso, debemos sentirnos orgullosos de este país y de su gente, un país en el que todo el mundo asume que debe contribuir por igual a los gastos del Estado, que no usa estratagemas para eludir sus responsabilidades con el fisco, en el que el robagallinas siente el mismo peso de la ley que el ladrón de guante blanco, en el que la cuna no influye a la hora de asumir responsabilidades… Ah, no, espera...

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