“No se puede ser muy andaluz cuando se pertenece a un partido que tacha de subnormal al Padre de la Patria Andaluza, cuando dentro de su ideario está la idea de desarticular el Estado de Autonomía”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
27/01/22. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre Macarena Olona, candidata a la Junta de Andalucía por Vox, que dice sentirse andaluza: “Es cierto, los andaluces nacemos donde nos da la gana. O mejor dicho, no hace falta nacer en esta tierra para ser andaluz, sentirse andaluz y vivir como...
...un andaluz (…) Eso sí, uno no es lo que dice, sino lo que hace. No somos hijos de nuestras etiquetas sino de nuestros actos, que son los que nos determinan”.
La cuna y los cuneros
Existen contadas ocasiones en las que algo que no funciona bien cumple su función, aunque sea sin querer. Como un reloj parado, que da la hora de manera correcta dos veces al día, o Toni Cantó, que mientras menos hable mejor defiende al idioma que dice defender.
Ahí tenemos el misterioso caso de Macarena Olona, candidata a la Junta de Andalucía por la derecha que madruga más que nadie. No creo que sea necesario decir que la formación a la que defiende, sus postulados y su ideario me provoquen la misma desagradable sensación que la del tacto húmedo de la manilla de la puerta de un baño público. Pero, por una vez, sin que sirva de precedente y en un hito comparable con la alineación de todos los planetas del Sistema Solar, estoy de acuerdo con ella en una de sus afirmaciones.
Es cierto, los andaluces nacemos donde nos da la gana. O mejor dicho, no hace falta nacer en esta tierra para ser andaluz, sentirse andaluz y vivir como un andaluz. Por eso, Andalucía es como es, un crisol de culturas que se acumularon y se asimilaron una tras otra, dejando su substrato de cultura capa tras capa, convirtiéndola en un museo de civilizaciones que, quizás al principio, llegaran como invasoras pero que se quedaron y convirtieron en un trozo del ADN que nos distingue. Por eso, los andaluces somos como somos, hijos de fenicios, griegos, romanos, árabes, visigodos y castellanos, que cambiaron la espada por la pluma y florecen aún en nuestro habla, nuestra forma de vivir, de sentir, de ser.
Eso sí, uno no es lo que dice, sino lo que hace. No somos hijos de nuestras etiquetas sino de nuestros actos, que son los que nos determinan. De manera que un nativo de Oslo puede ser más andaluz que uno parido en Bollullos Par del Condado. Se puede ser muy andaluz si se tiene la piel oscura y se ha llegado en patera. Se puede ser muy andaluz hablando con acento nigeriano y dejándose el pellejo recogiendo la fresa. Por contra, no se puede ser muy andaluz cuando se pertenece a un partido que tacha de subnormal al Padre de la Patria Andaluza, cuando dentro de su ideario está la idea de desarticular el Estado de Autonomía. De la misma manera que no se defiende el campo poniéndose un abrigo con pelo de borreguillo por dentro, unos tirantes y una camisa medio desabrochada, con una imagen más cercana al señorito del que estamos hartos que del campesino que trabaja de sol a sol bajo un plástico. No se puede ser ni un poquito andaluz cuando se sigue defendiendo la idea imperial de una Andalucía reconquistada, tergiversando la Historia para seguir asignándonos el papel de colonia interior que el españolismo pretende seguir dándonos. Por la gracia de Dios.
No, sra. Olona. La cuna no se reclama. La cuna no se busca. La cuna no es un instrumento para alcanzar un objetivo. Ser cunero, sí.
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