“No. No hay peros que valgan. No vale eso de “yo condeno la violencia, pero…”. El pero anula cualquier condena, la blanquea, la secunda, la anima, le da condición de ser”

“Un grupo de ‘ganaderos’ asalta un ayuntamiento sin importarles o ni siquiera conocer que se está debatiendo dentro. Eso es lo de menos. Da igual. Como si están jugando al parchís. A partir de la palabra “asaltar”, el resto carece de importancia”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


03/02/22. Opinión. El programador Francisco Palacios escribe para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el asalto al Ayuntamiento de Lorca por parte de unos ganaderos salvajes defensores de las macrogranjas: “No es una cuestión baladí. Hablamos de ocupar un edificio administrativo donde reside la soberanía de una población, elegida legítimamente en las urnas, que hace su trabajo...

...mejor o peor, pero que fueron elegidos por todos los que quisieron acercarse a un colegio electoral y depositar una papeleta. Un acto tan simple del que sólo se le ve su importancia cuando no se permite hacerlo”.

Tirarse del puente

Las madres son fuente inagotable de sabiduría, receptoras de tradiciones que pasan de unas a otras a través de siglos, transmisoras de un conocimiento que pervive desde las cavernas.


De manera que, cuando le pedías algo a tu madre y objetabas, como argumento a favor, que tus amigos lo tenían o lo hacían, ella respondía, según ese guión secreto y arcano que heredaban generación tras generación, que “si tus amigos se tiran de un puente, ¿tú también te tiras?”. Fin de la discusión. Jaque mate.

Pues así andamos en este país. Un grupo de “ganaderos” asalta un ayuntamiento sin importarles o ni siquiera conocer que se está debatiendo dentro. Eso es lo de menos. Da igual. Como si están jugando al parchís. A partir de la palabra “asaltar”, el resto carece de importancia.

No. No es una cuestión baladí. Hablamos de ocupar un edificio administrativo donde reside la soberanía de una población, elegida legítimamente en las urnas, que hace su trabajo mejor o peor, pero que fueron elegidos por todos los que quisieron acercarse a un colegio electoral y depositar una papeleta. Un acto tan simple del que sólo se le ve su importancia cuando no se permite hacerlo.


No. No hay peros que valgan. No vale eso de “yo condeno la violencia pero…”. El pero anula cualquier condena, la blanquea, la secunda, la anima, le da condición de ser. El pero es la máscara tras la que se esconden los que, en su fuero interno, aplauden, animan, avivan y alaban a los que cometen un delito.

No. Es una falsedad que “la gente está harta y por eso se asalta un ayuntamiento”. La gente normal, los españolitos de a pie, los demócratas de derechas, de izquierdas y mediopensionistas respetan las instituciones, y no se toman la justicia por su mano. Creen en el Estado de Derecho, en la Democracia, en el respeto a la voluntad popular. No viven en el Far West, con un Colt al cinto y sintiéndose los sheriffs a este lado del río Pecos. No asaltan un banco por unas comisiones leoninas, ni echan abajo una puerta de un ayuntamiento porque les han subido la contribución urbana. Pagan, se aprietan el cinturón, descargan su bilis en redes sociales o en la barra de una cafetería, pero no golpean a policías, por mucho que les cueste llegar a fin de mes.

No. Si otros lo han hecho antes, eso no me da pie a hacerlo yo. No robo porque otros antes hayan robado. No violo porque otros lo hayan hecho antes. No es excusa que otro haya cometido un delito en el pasado para que yo pueda cometerlo en el presente o en futuro cercano. No me tiro del puente porque mis amigos lo hagan. Porque, si actuamos así, convertimos la Democracia en pormishuevismo, las urnas en un cajón inútil, la Política en una labor estéril y el Estado de Derecho en un duelo en OK Corral.

Cuando se aporrea la puerta de un ayuntamiento, cuando se asalta cualquier sede administrativa, nos aporrean a todos, nos asaltan a todos. A todos los demócratas, claro. Los otros ya se saben donde están. Aporreando.

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