“No hablamos de un acto de indisciplina dentro del partido, sino de la adjudicación de contratos a un pariente. Hablamos de dinero público. Hablamos de honradez, de limpieza, de ética, de moral. Hablamos de un enriquecimiento irregular en lo peor de la pandemia que nos ha azotado y nos sigue azotando”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
24/02/22. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la guerra interna en el Partido Popular: “Lo que más inquietud me causa es el hecho de que, en un proceso en el que se señala un posible hecho delictivo y se quiere investigar para aclarar responsabilidades, quien resulte herido de muerte sea el que...
...señale el hecho y no el señalado. Me desasosiega una sociedad que se reúne en la sede de un partido para echarse en brazos del que ha sido apuntado como probable vinculado a una corruptela, llamando traidor a quien quiere mantener un poco de limpieza en un partido que arrastra tras de sí una larga lista de manchas”.
Alea iacta est
Al contrario de lo que sucedió en la antigua Roma, no creo que a Casado le dé tiempo de cruzar el Rubicón para enfrentarse a su Senado. Lo que parecía una guerra civil ha quedado en una escaramuza con un final rápido, una blitzkrieg en la que las huestes del aún presidente del Partido Popular han sido barridas en lo que tarda en parpadear un oriental.
En realidad, más que barridas han salido corriendo, dejando al amado líder con el nalguerío al aire, cuando éste creía que tenía todo atado y bien atado. Ni sus parlamentarios, ni sus senadores, y menos aún la baronía de la corte genovesa han apostado por la postura de Casado.
La verdad, aunque sea cuestión de un partido que no despierta mis simpatías, me preocupa. Porque la caída en picado del representante de lo que debía ser la derecha moderada en este país no es más que el vaso comunicante para el crecimiento de opciones más extremas, esas que son las más madrugadoras. Me preocupa porque la derecha necesita un referente que siga manteniendo los pactos y los consensos logrados durante años para que no sean destruidos y demos pasos atrás, camino del siglo XIX. O antes.
Pero lo que más inquietud me causa es el hecho de que, en un proceso en el que se señala un posible hecho delictivo y se quiere investigar para aclarar responsabilidades, quien resulte herido de muerte sea el que señale el hecho y no el señalado. Me desasosiega una sociedad que se reúne en la sede de un partido para echarse en brazos del que ha sido apuntado como probable vinculado a una corruptela, llamando traidor a quien quiere mantener un poco de limpieza en un partido que arrastra tras de sí una larga lista de manchas. Me causa mucha desazón ver a miles de personas aplaudiendo a quien debería causar desconfianza, o al menos, a quien se debería poner en cuarentena hasta que se verifique su inocencia, o se demuestre su culpabilidad. Se nos está quedando una sociedad muy apañada.
¿Por qué es traidor? ¿A quién traiciona? ¿Los posibles hechos delictivos deben lavarse en casa, en una especie de justicia interna y paralela a la de los tribunales, sin que el resto de la sociedad llegue a tener conocimiento de los hechos que con ella se dirimen? No hablamos de un acto de indisciplina dentro del partido, sino de la adjudicación de contratos a un pariente. Hablamos de dinero público. Hablamos de honradez, de limpieza, de ética, de moral. Hablamos de un enriquecimiento irregular en lo peor de la pandemia que nos ha azotado y nos sigue azotando.
El trumpismo ya tiene colocada su franquicia en territorio patrio, siguiendo las mismas pautas y mensajes que le llevaron a triunfar en Estados Unidos, Inglaterra o Brasil. Una oratoria basada en la defensa de la patria frente a unos enemigos invisibles, en la ofensa hacia todo aquel que no defiende las mismas ideas, en la polarización de la sociedad en dos partes: los míos y los malos, los que merecen ser fusilados, los golpistas, los terroristas, los happy progres, los buenistas, los rojos. La caída de Casado y el advenimiento de Ayuso como figura referente no es más que la muestra de que la política no sigue la más mínima lógica, y es algo que, al final, todos pagaremos, de una manera o de otra.
La suerte está más que echada. Rara cosa sería que adoptara el Manual de Resistencia de Sánchez como libro de cabecera, se echara a la carretera y le diera la vuelta a la tortilla. Las incógnitas se amontonan, como los ayuserers en la puerta de Génova 13. ¿Qué puertas girarán para acoger a las víctimas? ¿Será Feijóo el delfín que devuelva las aguas a su cauce? Y, sobre todo, si mañana la lideresa capitalina termina imputada por un quítame allá estas facturillas de mi hermano, ¿en qué posición quedan los que han defenestrado a quien la señaló?
No cambien de canal, que se lo pierden.
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