“Vivimos en unos tiempos en los que todo lo que parecía consensuado como cuestiones reprobables, se blanquea: el golpismo, la extrema derecha, el machismo, la xenofobia”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios
Programador informático


13/10/22. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el blanqueamiento de ciertas opiniones: “Hemos dejado atrás todas las líneas rojas, dejando que la propia Libertad sea su principal enemigo, y se oyen a diario pareceres que nos habrían sonrojado a la mayoría de la población un par de décadas atrás...

...El blanqueamiento ha sido muy superado. Ya andamos en la época del gotelé, que tapa con una gruesa capa de excusas lo realmente importante de lo que acontezca”.

El gotelé

No, hoy no voy a hablar de nada que tenga que ver con el bricolaje, la decoración o, como lo llaman algunos, la arquitectura de interiores. Vivimos en unos tiempos en los que todo lo que parecía consensuado como cuestiones reprobables, se blanquea: el golpismo, la extrema derecha, el machismo, la xenofobia.


Pero hemos superado ese punto de equidistancia, de dar voz y espacio público a los que defienden posturas medievales, cuando no anteriores, en pro de una supuesta libertad de expresión y basado en la falacia de que todas las opiniones son respetables. Hemos dejado atrás todas las líneas rojas, dejando que la propia Libertad sea su principal enemigo, y se oyen a diario pareceres que nos habrían sonrojado a la mayoría de la población un par de décadas atrás. El blanqueamiento ha sido muy superado. Ya andamos en la época del gotelé, que tapa con una gruesa capa de excusas lo realmente importante de lo que acontezca.

Un ejemplo de ello es lo sucedido en el colegio mayor de marras, en el que la berrea de los ciervos de Cazorla queda reducida a un simple susurro romántico al oído. Una amplia mayoría ciudadana repudia los hechos, y la mayoría de los políticos de más renombre y conocimiento público se ha pronunciado en contra de tales hechos. Alguna excepción hay, como la de Ayuso que, como de costumbre, le pregunten por lo que le pregunten, todo lo remite y resume en una crítica al Gobierno.


En un colegio público de Ronda, del que puedo decir con orgullo personal que su directora es compañera de promoción, los chavales han emulado el suceso, pero en este caso respondiendo con frase como “la violencia no es tradición y no tiene justificación”, “más respeto” y “menos brutalidad”. Un mensaje esperanzador que demuestra que, afortunadamente, no toda la juventud está cortada por las mismas tijeras de machismo, y que queda un hilo de esperanza en las futuras generaciones. Bravo por ellos, por el personal del centro y por su dirección. Bravo por ti, Mª Ángeles.

Pero claro, no todo iba a ser idílico en este país de cainitas. Eliminando de entrada los que directamente insultan a los chavales, a sus profesores, conserjes y hasta al albañil que levantó los muros del centro, el sector más conservador, el papel de aluminio patrio, ha elevado sus críticas hundiéndose aún más en el barro.

Están los que piensan que los chavales han sido aleccionados, obligados o comprados a cambio de un bocata y algún puntito más en el examen de Matemáticas. Deben pensar que los alumnos de la pública se rigen por los mismos principios que esos centros en los que apruebas un máster sin aparecer en todo el curso. Luego están los que protestan porque no parece que sea espontáneo, como si eso fuese importante. Puestos a pensar, lo del colegio mayor tampoco parece muy espontáneo, pero eso no les parece mal.

Tenemos al grupito que opina que las que deben pronunciarse son las afectadas, y que el resto no tiene derecho a opinar. Pues miren ustedes, va a ser que no. El hecho de que a un montón de chicas les parezca una broma que las llamen “putas”, “ninfómanas” y las conminen a que salgan de sus madrigueras, no implica que al resto deba de parecerles lo mismo. Porque quizás, mañana, cuando esos estudiantes sean empresarios, jueces, o banqueros, pueden considerar que llamar “puta” a una compañera de trabajo o a una subordinada es una broma y una costumbre aceptable.

Otros, los croupiers de churras y merinas, hablan de cortinas de humo para tapar otros asuntos de la actualidad. O piden que hagan lo mismo con otro tipo de sucesos. Éstos son fervientes seguidores del ayuserismo, capaces de cualquier pirueta verbal para terminar sacando a Griñán, ETA y Venezuela. El combo del chupito.

Por último, tenemos a los mejores, los verdaderos maestros del gotelé, los virtuosos de la pintura de brocha gorda, los Tizianos del rulo. Para ellos, lo realmente importante de la noticia no es la réplica de los chavales, ni su repercusión mediática. No, qué va. Lo mollar del asunto es que el colegio está situado en la calle Dolores Ibárruri. Y ya. Ese es motivo suficiente para quitarle validez a la respuesta de la chavalería rondeña, para eliminar cualquier atisbo de autenticidad, de valor, de principios, de modales. Si el centro hubiera estado sito en la calle Colón, por ejemplo, habrían aducido que Colón es un detergente, y todo el mundo sabe que éstos son derivados del petróleo, y que Venezuela exporta crudo. Total, que el colegio sería un nido de peligrosos quinceañeros bolivarianos.

Pese a todo y a todos, no tengo más que volver a reincidir en mi enhorabuena a la chavalería y al centro. Para los del gotelé, recordarles que la mejor prueba del buen o mal gusto de una supuesta broma es repetirla y dirigirla hacia sus madres, hermanas, parejas, compañeras de trabajo o amigas. Si no terminan con la boca como la de un rape de un babuchazo, es que está bien. De nada.

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