“No me importa que me llamen rojo; no es un insulto sino algo que me hace sentir orgulloso de mis convicciones y mi manera de pensar. Rojo y andalucista, doble motivo para que alguno eche espuma por la boca, doble orgullo”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


20/10/22. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre un vídeo viral en el que se defiende ser ‘facha’: “Ser facha no es defender algo en concreto. Es recortar libertades; porque el facha confunde dar derechos con la obligación de cumplirlos. El derecho al divorcio no implica que tengas que divorciarte...

...El derecho a una muerte digna no es un cheque en blanco para asesinar a ancianos o a personas con enfermedades irreversibles. El derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo no lleva consigo que tengas que hacerlo tú”.

Ser o no ser

En la era del cuñadismo, en la que todo el mundo es vulcanólogo, epidemiólogo, experto en geopolítica y en cualquier materia que se tercie, en estos tiempos en los que la gente confunde la libertad de expresión con la obligación de opinar, aunque no tengas ni puñetera idea de la materia y creas que dos videos de Youtube te convierten en una eminencia de cualquier asunto, nos hemos acostumbrados a ser etiquetados de una forma o de la contraria, según nuestras opiniones.


Llevamos unos cuantos días disfrutando de ese video en el que, mezclando churras, merinas y cabras, usando una serie de medias verdades y retorcidas mentiras, se pretende poner en valor ser facha. Verán: ser facha no es defender las tradiciones, la familia, a Cervantes o a Manolo Escobar. Ser facha no es ser respetuoso con los mayores, o la Historia.

Puedes defender todas las tradiciones, fiestas y festejos que se celebren en todo el territorio del Estado. Pero si puedo elegir, prefiero las que no se basan en el disfrute de la tortura hasta la muerte de un animal, ya sea en un coso taurino, en medio del campo o a los pies de la torre de una iglesia.

Es innegable que hay que defender a la familia, pero no sólo un único modelo, cerrado y acotado. Porque familia también es la formada por dos padres o dos madres, porque lo que realmente define a una familia es el vínculo que la une, no el sexo de los progenitores.

Conocer la Historia, defenderla y darla a conocer es de vital importancia para la educación de nuestros menores. Pero una Historia sin recortes, sin visos sesgados, sin falsedades ni blanqueos de periodos que deberían avergonzarnos y servirnos de ejemplo de lo que no debemos volver a repetir jamás. Sin reinvenciones contrarias al criterio de los propios historiadores, como el concepto de Reconquista, que es, como mínimo, cómico.

Quién podría negar el orgullo que se siente ante el bagaje de nuestros antepasados. Pero de todos. Porque si dejas de lado a algunos, como a Miguel Hernández o a Lorca, y no te importa que esté enterrado en una cuneta anónima, en lugar de tener un lugar de privilegio en un mausoleo, deberías hacértelo mirar.


Defender una lengua no es ser facha; pero despreciar al resto de lenguas y hablas del Estado, llamarlas “inventadas” como si el español lo hubiera traído Moisés escrito en los cantos de las Tablas de la Ley o hubiera aparecido en el primer segundo después del Big Bang, eso es un poquito facha. De la misma manera que llamar paletos o catetos a los que quieren poner en valor y empoderar el andaluz, mientras que se ponen a sí mismo nombres de puestos de trabajo tan cañís como Consultant Engineer in Washing Machinery Operator.

Ser facha no es defender algo en concreto. Es recortar libertades; porque el facha confunde dar derechos con la obligación de cumplirlos. El derecho al divorcio no implica que tengas que divorciarte. El derecho a una muerte digna no es un cheque en blanco para asesinar a ancianos o a personas con enfermedades irreversibles. El derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo no lleva consigo que tengas que hacerlo tú. Son opciones, que las tomas o no, según tus preferencias. Curiosamente, los que en un principio se suelen negar a estos derechos son de los primeros en ejercerlos, aunque encabecen manifestaciones pidiendo que sean retirados, dando un poquito de vergüenza ajena.

Para los expertos etiquetadores, defender esos derechos es de rojos. Como querer que las mujeres puedan caminar por la calle tranquilas, sea la hora del día que sea. O pretender que no se desahucie a una familia por no poder hacer frente a una hipoteca o a un alquiler. O que los que más tengan contribuyan con más a las arcas del Estado. Eso es de rojos muy rojos. Si defiendes que la sanidad y la educación sean públicas contra su privatización, las becas para las familias que no pueden acceder a una educación superior, eres uno de esos 26 millones de hijos de puta, incluidos niños, que se merecen ser fusilados. Por rojos.

También es de rojos pensar que el jefe del Estado debería ser elegido en unas urnas, si crees que vivimos en una sociedad plural y multinacional, que debería convivir con igualdad entre territorios, respetando sus tradiciones, lenguas y formas de ser.

No me importa que me llamen rojo; no es un insulto sino algo que me hace sentir orgulloso de mis convicciones y mi manera de pensar. Rojo y andalucista, doble motivo para que alguno eche espuma por la boca, doble orgullo.

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