“Pelusas por todas partes. Pelusas a diario. Pelusas inventadas para hacer daño, tan zafias y burdas que no merecerían el aprobado en un examen de Manualidades de un chaval de Primaria”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
01/12/22. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las ‘pelusas’: “De cuando en cuando, una molesta esfera creada a partir de células de un pasado no tan muerto, polvo amontonado sobre rollos de película del NODO y pelos de cuñado, se manifiesta, gira, se resguarda en las esquinas y aflora...
...en el momento más inoportuno, para sonrojo de una amplia mayoría de este piso compartido que es España”.
La pelusa
Creo que todos sin excepción habremos asistido alguna vez a ese fastuoso acontecimiento natural que es la aparición de una bola de pelusa rodando descarada por el suelo del salón, chuleando irrespetuosamente en su girar, arrastrada por las corrientes de aire que forman parte del ecosistema natural de nuestros hogares, como la del Golfo o la del Niño. Surgen de la nada, aunque a veces imagino una pequeña y silenciosa máquina instalada bajo la cama desde la que confeccionan ese maldito ser.
Durante un tiempo pensé que la gente que gritaba “Arriba España” lo hacía para limpiar la pelusa que se amontonaba debajo, pero estaba equivocado. De cuando en cuando, una molesta esfera creada a partir de células de un pasado no tan muerto, polvo amontonado sobre rollos de película del NODO y pelos de cuñado, se manifiesta, gira, se resguarda en las esquinas y aflora en el momento más inoportuno, para sonrojo de una amplia mayoría de este piso compartido que es España.
Las puedes ver en un medio escrito que destaca en titulares de una entrevista a la primera mujer española que va a formar parte del cuerpo de astronautas de la Agencia Espacial Europea que “le gusta cocinar y hacer crochet”. O cuando en una red social aparece alguien haciendo padel surf porque tiene una amiga africana que llegó así a España, y desde entonces le llama la atención ese deporte.
Se exhiben sin rubor cuando desde una televisión privada se duda del sexo de la esposa del presidente del Gobierno y deja entrever, sin pruebas, supuestos comportamientos delictivos. O cuando se señala un video en el que un grupo de ciudadanos marroquíes de El Ejido celebra de forma pacífica la victoria de su selección, cantando y bailando como algo nocivo y peligroso.
Están presentes cada 20 de Noviembre a las puertas de muchas iglesias de este país, donde el gélido viento de nuestro pasado más triste las eleva hasta la altura de la cara, y por eso muchos de los presentes levantan el brazo. Abundan en los que, en lugar de hacer autocrítica y pedir disculpas por sus actitudes machistas, se dedican a censurar videos, o buscan la manera de blanquear lo que no queda limpio ni con lejía sin diluir.
Hacen gala de ellas esos supuestos emprendedores que se quejan de que la gente no quiere trabajar por un plato de arroz cocido, los que piden que nos apretemos el cinturón desde sus despachos de maderas nobles, los que se llevan las manos a la cabeza porque alguien, con su dinero, tenga varios inmuebles mientras rinden pleitesía y admiración a defraudadores embutidos en trajes de Armani, los que defienden con la boca pequeña los derechos humanos y se arrodillan ante un barril de petróleo.
Pelusas por todas partes. Pelusas a diario. Pelusas inventadas para hacer daño, tan zafias y burdas que no merecerían el aprobado en un examen de Manualidades de un chaval de Primaria. Pelusas que vituperan a unos chavales que se manifiestan a favor de la igualdad, a los que defienden lo público, que ponen su prioridad en el empresario antes que en el trabajador, que llaman paletos a los que defienden sus lenguas y la diversidad cultural cuando, en realidad, los paletos son los que sólo reconocen una forma de expresarse, de sentir o de vivir.
No me gusta la pelusa, soy alérgico a ella. Bueno, no a toda. Hay una a la que admiro; llevaba el 10 a la espalda y una pelota de cuero pegada al pie.
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