“Hay un objeto en este Universo que se escapa de las leyes de la Física: los precios. Porque es asombroso la rapidez con la que suben sin límite y la dificultad que entraña que vuelvan a bajar”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
02/02/23. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la idea de Feijóo de que gobierne la lista más votada: “Todo esto me lleva a preguntarme si alguien está generando aún más ganancias a costa del currante de a pie. Oiga, que me parece perfecto que el empresario gane dinero, pues para eso apuesta y...
...arriesga a la hora de montar una empresa y es parte de esa cadena que, junto al trabajador, genera riqueza. Pero que no sea a base de exprimir al cliente”.
La escalera invertida
Uno, que ya tiene, más o menos, los mismos años que Doñana, y que conoció de primera mano al que se quedó con el traspaso de la carpintería de S. José, intenta poner algo de su parte para hacer algo de ejercicio y mantenerse en forma. Por eso tengo la costumbre de bajar y subir por las escaleras y usar el ascensor sólo lo imprescindible. Tres plantas que a veces se quedan cortas y otras se me hacen más largas que ver Los Diez Mandamientos en Antena3. Lo que parece evidente, y no hay que ser ninguna eminencia en Física Teórica, es que cuesta más esfuerzo subirlas que bajarlas. Algo que, a pesar de los negacionistas, no es más que la consecuencia de la ley de la gravedad.
Aunque nos parezca lógico eso de que subir cueste más trabajo que bajar, hay un objeto en este Universo que se escapa de las leyes de la Física: los precios. Porque es asombroso la rapidez con la que suben sin límite y la dificultad que entraña que vuelvan a bajar. Ejemplos los tenemos a montones.
Sube el barril de petróleo y escasos minutos después de que se anuncie en los medios, ya tenemos el incremento de marras en las gasolineras. Los emiratos abren el grifo, aumenta la oferta y, con ello, disminuye el coste del oro negro y… Los precios se mantienen, como si no existiera un botoncito que permitiera la edición del precio del litro de gasolina a la baja. “Es que quedan en los almacenes petróleo a precio antiguo”, responden los entendidos. Pues también debería quedar petróleo a precio bajo en las refinerías cuando sube, y ese efecto no se aprecia.
Lo mismo ocurre con la electricidad. Cuando estaba por encima de las nubes, subieron los precios de los productos primarios y manufacturados en todas las tiendas y supermercados. Ahora, que andan más bajos gracias a esa excepción ibérica que nadie quería en Europa y ahora todos quieren copiar, y que la derecha decía que era una inutilidad, pues siguen igual de altos. O más, incluso. Que el Gobierno elimina o rebaja el IVA en determinados artículos, pues tampoco.
Todo esto me lleva a preguntarme si alguien está generando aún más ganancias a costa del currante de a pie. Oiga, que me parece perfecto que el empresario gane dinero, pues para eso apuesta y arriesga a la hora de montar una empresa y es parte de esa cadena que, junto al trabajador, genera riqueza. Pero que no sea a base de exprimir al cliente, sobre todo en asuntos que no son baladíes como es el de la cesta de la compra.
Se ha puesto en el disparadero el caso de una cadena de supermercados española y su presidente, por ser uno de esos casos paradigmáticos en los que la etiqueta de los precios está atada a un globo de helio, y no hay quien los baje. Como es normal, la derecha mediática, política y medio pensionista ha salido en defensa de ese español de pro, creador de trabajo y de riqueza de la nada, como si sus trabajadores no fueran más que unos extras decorativos con uniforme. Ese mismo patriota que vende naranjas valencianas procedentes de Sudáfrica. O de Mordor. De donde sea, menos de Valencia. A menos que, preso de mi ignorancia, exista una pequeña pedanía de Ciudad del Cabo llamada así. Que todo puede ser y estamos mirando con malos ojos narco comunistas bolivarianos a todo un santo.
Estamos en el mismo caso que el del propietario de esa empresa textil que iba regalando máquinas contra el cáncer donde le parecía para, al cabo de los años, comprobar que están infrautilizadas porque se han ubicado donde no se debía, y donde no existía personal especializado en su uso. Pero como campaña de marketing, hay que reconocer que ha roto la pana.
Todos tenemos derecho a ganar dinero, desde el más rico empresario hasta el más humilde de los trabajadores. Pero no olvidemos que vivimos para gastarlo, no gastamos la vida para ganarlo. Y que las banderas no se comen.
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