“Te vas dando cuenta de que esto no es una moción de censura, sino un spot publicitario pagado por el bolsillo de todos los españoles. Un espacio para la propaganda y el griterío”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
23/03/23. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la moción de censura: “Esa otra Patria, la de Tamames y VOX, es excluyente, aparta, elimina y rebaja el concepto a algo limitado, en el que sólo caben ellos y los que se plieguen a sus medidas morales. Igual que la moción de censura, una auténtica broma,...
...si tuviera la más mínima gracia”.
Tostón de censura
Uno cree que lo ha visto todo en la vida, pero este revoltillo suicida y fratricida que es España siempre es capaz de ofrecer más, de darle una vueltecita más a la tuerca y sorprender a propios y foráneos.
Esta moción de censura que hemos tenido que soportar ha sido de todo menos lo que debería ser. Menos mal que la defendía un ex parlamentario que se supone que sabe de que iba el cuento. Pues no, no tenía ni idea. El Sr. Tamames se ha dedicado a vender su moto, a reivindicar su ego, tan alto que una caída desde su parte superior podría causar la muerte, a explicarnos su visión decimonónica y jacobina del Estado, pero para nada ha cumplido la misión de lo que debe ser un evento como el de estos pasados días: una sesión en la que el candidato exponga un programa, una moción positiva que no negativa. En resumen, una pérdida de tiempo y de esperanza para los que seguimos pensando que la Política es la resolución de problemas y no un problema en sí misma.
Un ponente que se enfada porque el presidente del Gobierno venía con un tocho de 20 folios, que quería replicar cuando no era su turno, un candidato a la presidencia del Gobierno que no hacía más que representarse a si mismo, una marioneta de la ultraderecha que no le votaría por buena parte de su ideario, no es lo que este país necesita. Para este viaje no hacían falta semejantes alforjas vacías.
Hay sin embargo un asunto que les une a todos, presentes, ponentes y ausentes: el patriotismo. Todos son patriotas. A todos la Patria les ha hablado al oído y les ha pedido que sean sus adalides. La Patria, ese intangible que la mayoría asocia con una bandera, con un escudo, con un himno, con una corona. Pero olvidan que la bandera la sostiene alguien, que el escudo lo porta gente, que el himno lo canta un pueblo, que una corona lo es en tanto tiene el respeto de todos. En esa Patria que defiende la derecha, en sus dos versiones mentolada y extra fuerte, no cabemos todos.
No cabemos los que hablamos de violencia de género, de feminismo como trato igualitario. No tenemos hueco los que pensamos que los colectivos LGTBI tienen muchos derechos aún que ganar, que el amor y el deseo no se pueden regular, y menos aún regularlo mal, ni marcar por nadie que se otorgue el papel de fiscalizador de las vidas de los demás. Sobramos los que pensamos que nadie es ilegal, los que queremos que todo el mundo tenga derecho a trabajar y a vivir, venga de donde venga y como venga, y que no se vean abocados a caer en las manos de aquellos que ven en el color de la piel o en la falta de papeles una oportunidad de oro para esclavizar a la gente.
No tenemos cabida los que pensamos que ésta es una nación de naciones, iguales en derechos y deberes, y no una sacrosanta unidad de destino en lo universal. Tampoco formamos parte de esa Patria los que abogamos porque paguen más los que más tienen, y no al revés, los que queremos el respeto y el cuidado del medio ambiente y no ahogarlo en provecho de no se sabe qué intereses bastardos y ocultos, los que apostamos por la subida de sueldos de la clase trabajadora, los que creemos que no se puede andar besando el suelo que el empresario pisa.
Esa otra Patria, la de Tamames y VOX, es excluyente, aparta, elimina y rebaja el concepto a algo limitado, en el que sólo caben ellos y los que se plieguen a sus medidas morales. Igual que la moción de censura, una auténtica broma, si tuviera la más mínima gracia. Sin embargo, hay millones de españoles que quieren un referente, que buscan una bandera, nunca mejor dicho, a la que aferrarse, un clavo ardiendo que justifique, solucione y le eche la culpa a los demás de sus problemas.
Cuando un evento de tal calado dentro de una democracia, arranca destacando la vestimenta de sus señorías, queriendo dar lecciones de buen gusto, hablando de “unas formas, mezcla entre taberna y una casa okupa”, ya sabes por donde van a ir los tiros. Ya te vas dando cuenta de que esto no es una moción de censura, sino un spot publicitario pagado por el bolsillo de todos los españoles. Un espacio para la propaganda y el griterío.
Menos mal que todos sabemos que en este país se ha robado mucho más vestido de Armani que en chándal, mucho más enarbolando una bandera que un arma.
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