“Volvemos a los tiempos en los que se hablaba de crímenes pasionales, en los que se escondía dentro de cada casa las hostias que se llevaban por parte de sus maridos, que les pegaban lo normal”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


29/06/23. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la importancia de las palabras: “Ahí andan los extremos diestros intentando renombrar la violencia de género como violencia intrafamiliar. Esto no es una cuestión sin importancia, por mucho que nos lo intente vender Feijóo y su catecismo de divorcios duros...

...Si admitimos el cambio, estamos asimilando muchas cosas. La primera, que este tipo de violencia sólo se da dentro de la familia”.

Las palabras

Uno tiene esa costumbre, no sé si penosa o adecuada, de escuchar las opiniones de todo el mundo, aunque a veces me ponen al borde de la úlcera o de una subida de tensión. Pero siempre es bueno conocer qué se pasa por la cabeza de aquellos que están en las antípodas de tus creencias y de tu ideología.


Hacía zapping y hete aquí que me cruzo con Esperanza Aguirre, la ex lideresa del PP, la que, según ella, descubrió la trama de mamandurrias en su comunidad. Afirmaba, con el cuajo que le caracteriza, que las diferencias entre violencia de género o violencia intrafamiliar era cuestión de detalles baladíes. De palabras. Fruslerías.

Pero creo firmemente en que las palabras son muy importantes. Son el medio por el que nos comunicamos, el que expresa nuestros sentimientos y estados de ánimo. Permiten compartir sensaciones y conocimientos. No es una herramienta cualquiera, ni debe ser tratada como tal. Veamos algunos ejemplos de ello.

Algunos partidos, con esa visión tan centralista del asunto, nos llaman “el sur”. No acotan bien su referencia geográfica, porque no se sabe bien si se refieren a Sudáfrica, a Sudán del Sur, o al sur de Móstoles. Esta elusión del nombre de nuestra comunidad, Andalucía, no es más que el reflejo involuntario de su visión de lo que somos y de lo que constituimos dentro del Estado, un ente que está por ahí abajo, anónimo, sin un nombre que merezca ser nombrado por sus labios. Llamar a Andalucía “el sur” es hacerla invisible.

Justicia es otra palabra que nos llena la boca, de la que paladeamos cada sílaba y degustamos con hambre. Porque sin justicia, una sociedad no puede avanzar. Esa justicia es la que ha condenado a un hombre a un año y nueve meses de prisión por robar un bocadillo de jamón. El mismo tiempo que pasó entre rejas el adalid de la economía patria, el mago de las finanzas, que se llevó a la talega 8 milloncejos y medio de euros. Tal y como está la cesta de la compra, casi lo que cuesta un bocadillo de jamón.

Ahí andan los extremos diestros intentando renombrar la violencia de género como violencia intrafamiliar. Esto no es una cuestión sin importancia, por mucho que nos lo intente vender Feijóo y su catecismo de divorcios duros. Si admitimos el cambio, estamos asimilando muchas cosas. La primera, que este tipo de violencia sólo se da dentro de la familia, por lo que los abusos en el trabajo, en la calle o en la barra de una discoteca quedan sepultados en el anonimato. Por otro lado, volvemos a los tiempos en los que se hablaba de crímenes pasionales, en los que se escondía dentro de cada casa las hostias que se llevaban por parte de sus maridos, que les pegaban lo normal. Al desaparecer el término “machista” o “de género” estamos eliminando de un plumazo la causa, y con ello, su remedio.


Coherencia es otra palabra importante. No es más que la idea de que una persona actúa en consonancia con sus ideas y sus pensamientos. Puede parecer que es algo fácil, pero la realidad nos muestra que lo habitual es justo lo contrario. El Partido Popular, que hace gala de una coherencia inquebrantable, ha iluminado el logo de su sede con los colores de la bandera arcoíris, en conmemoración del Orgullo. Un hecho digno de aplauso, pensaría cualquiera. Pero claro, a la vez está iluminando los parlamentos y ayuntamientos de este país con gente que piensa que la homosexualidad es una enfermedad, que hay que llevar las cabalgatas del Orgullo a las afueras de la ciudad, que prohíbe poner esas banderas en los balcones de sus ayuntamientos, y que se permite el lujo de amenazar con registrar los despachos de los partidos de la oposición para encontrar ese símbolo de lucha por la igualdad. Coherencia de manual.

Las palabras son importantes. Habladas o escritas. Pero nunca vomitadas.

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