“Nadie ha elevado la menor crítica hacia la calidad de la pintura. Todo se centra en una supuesta pose homosexual del Cristo representado en el cartel. Esto me hace pensar que los que critican este aspecto de la obra no han abierto nunca un libro de Historia del Arte”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
01/02/24. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la polémica con el cartel de la Semana Santa de Sevilla: "Salustiano ha recibido multitud de improperios, desde la blasfemia por representar a un Cristo gay, pasando por todos los insultos que se le puedan ocurrir, dignos de ser vomitados por toda esa caterva...
...de cristianos bienpensantes pero mal pensados, que suelen dar lecciones de lo que sea sin que nadie se lo haya pedido, y sin tener la capacidad para darlas”.
Montar el Cristo
Es de entender, y hasta cierto punto comprensible, que existe gente que confunde su sentido de la religiosidad con el que deberíamos tener todos, su mirada con la de los demás y un libro con un calzo para la mesa.
Se me hace muy difícil comprender la polémica generada por el cartel de este año de la Semana Santa sevillana, obra del pintor Salustiano García, en la que podemos ver a un Cristo Resucitado, con las facciones de su hijo, que le sirvió de modelo para tal ocasión. Salustiano ha recibido multitud de improperios, desde la blasfemia por representar a un Cristo gay, pasando por todos los insultos que se le puedan ocurrir, dignos de ser vomitados por toda esa caterva de cristianos bienpensantes pero mal pensados, que suelen dar lecciones de lo que sea sin que nadie se lo haya pedido, y sin tener la capacidad para darlas.
Nadie ha elevado la menor crítica hacia la calidad de la pintura. Todo se centra en una supuesta pose homosexual del Cristo representado en el cartel. Esto me hace pensar que los que critican este aspecto de la obra no han abierto nunca un libro de Historia del Arte. O un libro, sea cual sea el tema. Cualquiera con un mínimo de conocimiento, o de inquietud por el caso, habría llegado a la conclusión de que, generalmente, todos los pintores que han representado este momento lo han hecho usando la misma pose, el mismo ademán y la misma posición. Protestan porque no se advierten las heridas de los clavos en las manos, ni el rastro de la caricia de Longinos en el costado. Bueno, esas son cosas de los resucitados, que se les pone mejor cara que antes de morir. Si alguien tiene material gráfico sobre el aspecto de un hombre resucitado, se agradecería que lo compartiera.
Luego están los que señalan que la figura del cartel no presenta vello corporal, como si acabara de pasar por un exhaustivo proceso de depilación láser. De nuevo, la falta de referentes vuelve a asomar, dejando bien clara su ignorancia sobre el hecho de que, en ninguna de las representaciones de Cristo, sea cual sea el motivo de la obra, sea cual sea la forma artística, aparece el menor atisbo de pelo en el pecho, en las piernas, en los brazos. Estos están acompañados de los que opinan que un Cristo Resucitado no representa a la Semana Santa. Bueno, a éstos se les ha olvidado que en dicha semana se celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Vamos, que se dejan fuera la cuestion fundamental para un creyente, y la tercera parte del significado de nuestra Semana Mayor. Sin la Resurrección, el cristianismo no sería más que la adoracion a un profeta, otro de tantos.
En resumen, todos y cada uno de estos cristianos de mucho credo y poca práctica, dejan bien a las claras que, en el fondo, lo que les ocurre es que tienen una visión homófoba del mundo, ensuciando con sus ojos todo lo que miran. No importa cual sea el objetivo de su atención, porque siempre van a encontrar ese gesto, esa pose o esa pincelada que les haga gritar y correr en círculos señalando al blasfemo. Se quejan de que el cartel le ha gustado mucho a gente a la que no celebra la Semana Santa, olvidando que una de las misiones del arte sacro es la de evangelizar; como si ese fuera un error, un mal a erradicar, una tara que hay que borrar como sea.
Se les olvida que ese Jesús al que parece que quieren tanto, se rodeó de lo peor de la sociedad de su tiempo. Que no discriminaba con quién comía, en qué casa dormía, quién oía sus sermones o quién le acompañaba. No recuerdan que él les pidió que amaran al prójimo como a sí mismo, pero no dejó dicho que amaran a su prójimo, siempre que fuese hetero, o al menos no lo han recogido las Escrituras.
Todos esos meapilas, santurrones de misa diaria, huelen a limosna en el cepillo pero mirada de asco al sin techo. Son los mismos que se burlan de otros porque aman de una forma distinta a ellos, si es que ellos son capaces de amar. Son los de la paja en el ojo ajeno, los que tiran la primera piedra aunque no les corresponda.
El cartel no representa nada sucio. Quienes ensucian al cartel son ellos al mirarlo.
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