“A día de hoy, hay trabajadores que tienen bonificaciones en sus cotizaciones a la Seguridad Social, unas bonificaciones que suponen un ahorro para el empresario, y que no se reflejan en la nómina de dicho trabajador”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
11/04/24. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las declaraciones de Antonio Garamendi, presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales: “Se nos descuelga el Sr Garamendi, un caballero que cobra más de 300.000 euros al año, bastante más de lo que cobra el presidente...
...del Gobierno, con la idea de que lo ideal sería que los empresarios nos ingresaran todo el sueldo, sin ningún tipo de descuentos por cotizaciones a la Seguridad Social, y que fuese el trabajador quien tuviera la libertad de abonarlo o no”.
Lo de Garamendi
No hay día en que el mundo empresarial, los amantes del libre mercado y enemigos del Estado, siempre y cuando no sea el Estado el que venga a echarles una mano, nos sorprenda y nos deje ojipláticos con declaraciones, medidas o intenciones sorprendentes.
Se nos descuelga el Sr Garamendi, un caballero que cobra más de 300.000 euros al año, bastante más de lo que cobra el presidente del Gobierno, con la idea de que lo ideal sería que los empresarios nos ingresaran todo el sueldo, sin ningún tipo de descuentos por cotizaciones a la Seguridad Social, y que fuese el trabajador quien tuviera la libertad de abonarlo o no. De esta forma, el trabajador, que hasta el día de hoy era poco más que un bulto sospechoso, se daría cuenta de lo que le cuesta a la empresa. Como si un currante no fuese capaz de leer una nómina.
Para empezar, esa falacia de que si el empresario pagase menos impuestos se vería reflejado en nuestros salarios, es tan falsa como la existencia del billete de 4 euros. Nadie se lo cree. Tanto es así que, a día de hoy, hay trabajadores que tienen bonificaciones en sus cotizaciones a la Seguridad Social, unas bonificaciones que suponen un ahorro para el empresario, y que no se reflejan en la nómina de dicho trabajador. No me vengan con historias, que todo lo que se pueden ahorrar no repercute en el trabajador.
Tampoco cuela ese mantra lacrimógeno de “lo que me cuesta un trabajador”. Esos gastos, como todos los gastos que tiene un empresario, repercuten en sus clientes. Ellos ya se lo cobran, sin ningún rubor. Tanto lloro tiene los pantanos hasta el filo, cosa que es de agradecer.
¿Sabe el Sr. Garamendi cuál sería una medida fantástica para el trabajador? Que apareciera, por alguna parte, cuánto supone la plusvalía que nuestro trabajo aporta a la empresa, cuáles son los beneficios que nuestra jornada laboral suma a las arcas de la empresa y, por ende, a las del empresario. Ya que nos ponemos, aceptemos que el trabajador pague toda la parte concerniente a la cotización a la Seguridad Social. En contrapartida, que reciba también parte de la plusvalía generada.
Al parecer, corren malos tiempos para los empresarios. No importa que los datos digan lo contrario. Los ríos de lágrimas corren laderas abajo, llenando cauces y presas. Hasta prestigiosas instituciones lanzan sus estudios sobre cuánto paga cada español en impuestos. Según dicen, más del 50%.
Llámenme atrevido o ignorante, pero atribuir los mismos impuestos a todos los españoles, sin tener en cuenta su edad, su salario, sus propiedades o la comunidad autónoma donde trabaja o vive, es de no tener muy claro de lo que se habla, o de tener muy claras las conclusiones finales que se deben alcanzar, sí o sí, al acabar el estudio. Tampoco se tiene en cuenta en cuánto de esos impuestos se revierten en el trabajador en forma de servicios que proporcionan las administraciones públicas. Total, un sindiós.
Estoy un poco cansado de escuchar a toda esta retahíla de liberalillos llorosos, hablando de la cultura del emprendimiento, del esfuerzo y de su capacidad de generar riqueza. Pues yo tengo plantado a un empresario en un macetero en casa. Lo tengo al lado del balcón, que le dé el sol. De momento, nada. A ver si con la llegada de la primavera me florece.
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