“Comprendo que la desesperación del votante puede llevar a tomar decisiones de las que luego se puede arrepentir. Pero lo que no me alcanza es que este tipo (Milei) haya sido capaz de engatusar a la mayoría de sus ciudadanos”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
23/05/24. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la visita del presidente argentino a España: “Milei habla de la justicia social como un exorcista del demonio. La repudia, la odia y la asimila como cosa de rojos. El caballero olvida en qué consiste esto de la justicia social, que no es más que darle a...
...cada ciudadano lo que le corresponde, dentro de lo que consideramos humano. Es darle a cada persona los mínimos decentes para que pueda desarrollar una vida normal, dentro de los cánones que tenemos en mente todos cuando hablamos de una persona”.
Motosierras, perros muertos y Playstation
Hace unos días se celebró en Madrid el Viva24, un festival con nombre de programa especial de Nochevieja, pero que, en realidad, no era más que una especie de feria ultraliberal que podría hacer estallar un ranciómetro, si existiera. A dicho acto asistió lo más granado de la ultraderecha mundial, un desfile de personajes a los que decirles conservador es prácticamente lo mismo que tacharlos de comunistas. Asistieron, entre otros, Marine Le Pen, Giorgia Meloni, representantes del think tank que alimenta de ideas, o de lo que sea, al tea party, Santiago Abascal y, como no podía ser menos, Javier Milei, presidente de Argentina.
Hay que reconocer que la ultraderecha nunca decepciona. Sea cual sea el personaje que abrace sus postulados, no hay día en el que nos deleite con sus elevados pensamientos y su verborrea fácil. Particularmente, este tipo, Milei, me lleva llenando de asombro desde su aparición, antes de su victoria en las elecciones argentinas. No deja a nadie impasible; no se le conoce gente que lo apoye a medias, puesto que, o se le sigue como al amado líder, o se le desprecia, después de un sosegado ejercicio de uso de la razón. Entiendo que la situación en su país de origen no era precisamente boyante, y que no estaban las cosas para amarrar a los perros con longanizas. Ni siquiera para tener perros. Comprendo que la desesperación del votante puede llevar a tomar decisiones de las que luego se puede arrepentir. Pero lo que no me alcanza es que este tipo haya sido capaz de engatusar a la mayoría de sus ciudadanos.
Hablamos de un señor que, según nos cuenta, habla con sus mascotas fallecidas, a las que les pide consejo. Eso no es tampoco tan malo; lo peor es que los sigue. Es un tipo que no habla de nadie sin insultarle, que no baja de la categoría de hijo de puta a cualquiera de sus rivales políticos, que se presenta en los mítines con una motosierra con que la que amenazaba recortar los presupuestos. Eso sí, lo que dice, lo cumple. Si no, que se lo digan a los enfermos de cáncer, a los que se les ha dejado sin asistencia y sin ayuda para poder comprar los medicamentos que necesitan para poder luchar de una manera más eficaz contra esa enfermedad.
Los partidarios de Milei, no los argentinos, sino los muy patrióticos españoles, alaban su gestión desde que ha llegado al cargo, señalando que ha alcanzado un pequeño superávit en las maltratadas arcas argentinas. Hombre, si no pagas, si no gastas, si recortas, y encima no tienes superávit, es para hacérselo mirar. Lo de los españoles que no cejan en su empeño de lamer hasta entre los dedos de los pies al mandatario argentino es un asunto realmente digno de estudio. Los mismos que tienen de dirigente a un tipo que lleva viviendo toda la vida de chiringuitos a medida y de la política, aplauden a quien despotrica salvajemente de esa misma clase política. Y, encima, se abrazan como si no hubiese un mañana. Cosas veredes.
Milei habla de la justicia social como un exorcista del demonio. La repudia, la odia y la asimila como cosa de rojos. El caballero olvida en qué consiste esto de la justicia social, que no es más que darle a cada ciudadano lo que le corresponde, dentro de lo que consideramos humano. Es darle a cada persona los mínimos decentes para que pueda desarrollar una vida normal, dentro de los cánones que tenemos en mente todos cuando hablamos de una persona. Esta justicia social no es de derechas o de izquierdas. Entronca con el humanismo e, incluso, con la Iglesia, otro estamento contra el que ha despotricado el sujeto de marras, hasta que llegó al Vaticano y las lanzas se convirtieron en tejeringos.
Los ultraliberales están convencidos en que el motor de la sociedad es la libertad del individuo por encima de las necesidades de los demás y a costa de éstas, lo que viene siendo, básicamente, el egoísmo. Esa no puede ser la gasolina que mueva un motor que pueda construir una sociedad de personas libres e iguales. Eso no es mas que la pila que alimenta la desigualdad y el clasismo, los ingredientes perfectos para cualquier cosa, excepto para una sociedad en la que una persona quisiera vivir.
Milei, ese tipo que aparece en todas las fotos como si acabaran de quitarle de las manos los mandos de la Play, es ejemplo de muchas cosas. Entre ellas, la de tener la habilidad de poner en puestos de responsabilidad a personas a las que no les prestaría siquiera un bolígrafo. Ahí tenemos el caso de la secretaria de la Comisión de Ciencia y Tecnología, una señora que propone como método para comprobar el nivel de contagio del COVID, que un enfermo tosa sobre una mesa y que otra persona chupe su superficie. La de la mesa, claro.
Sobre lo de los insultos que recibió por parte de Óscar Puente, pues qué vamos a decir que ya no se sepa. Tampoco es que el ministro de Transportes sea Séneca o Cánovas del Castillo. Pero tampoco lo puso Sánchez para que lo fuese. Creo que su papel es, fundamentalmente, el que representa, que no es otro que el de exasperar a la derecha con sus declaraciones. Aunque, para ese viaje, no se necesitan tantas alforjas. Lo que sí me parece cuestionable es que el presidente de la República Argentina, tras burlar todas las fuerzas del Estado puestas al servicio de la dictadura sanchista, reunirse con las fuerzas de la España Que Madruga Pero No Mucho, e insultar al dictador y a su pareja, sea aplaudido hasta causar cardenales en las palmas de las manos.
Alguno quizás recuerde como Zapatero, ese al que también insultan día sí y día también, salió en defensa de Aznar cuando Chaves lo ponía de vuelta y media en una cumbre iberoamericana. En un gesto que le honra, defendió a alguien que estaba y está en las antípodas de su pensamiento político, por el simple hecho de haber sido el presidente de todos los españoles, le hubiésemos votado o no, nos gustara o no, nos representara o no. Este tipo se permite el lujo de insultar a la pareja del presidente y llamarla corrupta, sin que haya ni siquiera una condena que avale dicha afirmación, y toda la ranciedad aplaudió hasta con las orejas.
Dicen que ella no es una institución, y no lo es. Dicen que no ocupa ningún cargo, y no lo ocupa. Tampoco lo es la esposa del POTUS, pero a ver si hay pelotas de hacer lo mismo. No se la puede acusar de un delito sobre el que, hasta el día de hoy, no existe ninguna sentencia inculpatoria, ni de lejos. Seguimos escarbando con ansia en un cenagal, ahondando más en el barro y en el cieno, sin que exista el menor atisbo de que alguien ponga pie en pared y haga un esfuerzo real en bajar la tensión.
La derecha está ganando con un discurso vacío, cuyo único contenido es el insulto zafio, el invento malintencionado y la violencia verbal gratuita. La izquierda se equivoca, intentando luchar con sus mismas armas, puesto que no se puede ganar a un experto. Los únicos que resisten el envite del conservadurismo más rancio y retrógrado son las fuerzas nacionalistas de izquierdas. Probablemente, porque han dejado de discutir sobre el sexo de los ángeles, para bajar de los cielos y hablar sobre las cosas de comer, que al fin y a la postre, es lo que le interesa de verdad al ciudadano de a pie.
Menos Milei y más justicia social. Menos “España se rompe” y más pueblos unidos. Menos cañas y libertad para jugar al golf, y más papas con lomo en manteca.
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