“Ya tienen playa urbana. Bueno, ellos llaman así a lo que vienen siendo unos chorritos que salen del suelo de toda la vida de Dios, cuatro fuentes mal disimuladas en el piso”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
30/05/24. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la nueva ‘playa’ de Madrid: “Almeida inauguraba, sin pelotas de por medio para mayor suerte de los asistentes, una serie de fuentecitas a los que han llamado playa urbana. Que se puede llegar a entender esas ganas que tienen los madrileños de ser...
...el muerto en la boda, el niño en el entierro y el novio en el bautizo, pero hay cosas por las que uno no puede pasar, o, cómo mínimo, no pasarlas sin esbozar una sonrisa”.
Medusas en Callao
Me van a perdonar, pero, aunque a alguien le parezca lo contrario, no le tengo ninguna fobia a los madrileños. A los normales, evidentemente. A la gente que tiene más de tres neuronas y que puede respirar sin cagarse encima. Al resto, no es fobia; simplemente, es que dan mucha vergüenza y pena.
De todos es sabido que España, sin Madrid, sería poco más o menos que un páramo, un engendro descabezado que no habría salido aún del Neolítico. Sin Madrid, no conoceríamos el flamenco, el salmorejo, los castellets, el pulpo a feira, ni el bocata de calamares habría sido elevado hasta las más altas cumbres, merecedor de una constelación de estrellas Michelin.
Ya tienen playa urbana. Bueno, ellos llaman así a lo que vienen siendo unos chorritos que salen del suelo de toda la vida de Dios, cuatro fuentes mal disimuladas en el piso. Vamos, una novedad tecnológica sin parangón, digna de la entrada a un casino de Las Vegas o de un rascacielos sito en el sector financiero de Dubai. Yo entiendo que, a lo mejor, para el madrileño medio, cayetanizado y con ínfulas, acostumbrado a ver determinados accidentes geográficos por la tele, pueden llegar a ser confusos determinados términos, y llegar a pensar que una manguera es una cascada.
Almeida inauguraba, sin pelotas de por medio para mayor suerte de los asistentes, una serie de fuentecitas a los que han llamado playa urbana. Que se puede llegar a entender esas ganas que tienen los madrileños de ser el muerto en la boda, el niño en el entierro y el novio en el bautizo, pero hay cosas por las que uno no puede pasar, o, cómo mínimo, no pasarlas sin esbozar una sonrisa. Que los madrileños no hayan asumido aún que no tienen costa, es algo que deberían hacerse mirar. Eso, y el pensamiento mágico que les lleve a creer que Málaga, Valencia o San Sebastián no son pedanías de la capital del reino.
Aunque, ahora que lo pienso, esto tiene que ser una medida que redunde en la libertad de los madrileños. Mirándolo desde esa perspectiva, uno puede llegar a entrever un horizonte lleno de áticos en primera línea de playa, chiringuitos en los que dar rienda suelta a la libertad, escenarios para películas y series que necesiten un ambiente idílico envuelto en el rumor de las olas. Que nadie se extrañe si el día menos pensado, vemos como James Cameron nos anuncia que el rodaje de “Titanic 2: Échate a un lado, Rose” va a llevarse a cabo en las procelosas aguas de las playas madrileñas. O que nuevas temporadas de “Los vigilantes de la playa” van a llenar de bañadores encarnados las calles de Madrid Río.
Ya podremos decir, con toda propiedad, que hay marejadilla en la sede de la CAM. Porque resaca, ya había.
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