“Ser de izquierdas significa luchar contra la desigualdad económica, garantizar que todas las personas tengan acceso a servicios básicos y trabajar incansablemente para proteger nuestro planeta de la destrucción capitalista”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


11/07/24. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las elecciones francesas: “¿Cuál era su gran plan para Francia? ¿Construir más muros? ¿Expulsar a más inmigrantes? ¿Recortar más derechos? Es irónico que aquellos que se llenan la boca hablando de "libertad" sean los primeros en querer restringirla...

...para cualquiera que no encaje en su estrecha definición de "francés". Pero claro, la ironía nunca ha sido su fuerte. Ni la libertad. Ni los derechos”.

Lo de Francia

No, no tiene que ver con el fútbol, pero casi. Porque, en el fondo, es una cuestión de pelotas. Ah, las elecciones de 2024 en Francia. Qué espectáculo, qué circo. Una vez más, la democracia francesa ha demostrado su inigualable capacidad para sorprendernos, sobre todo a la extrema derecha europea, que ya daba palmas con las orejas ante una más que previsible victoria de los suyos, allende los Pirineos. Sin embargo, la realidad es tozuda, y vuelve a poner de manifiesto que Francia no los quiere.


Se repite lo mismo que en España, o que en Inglaterra, esa isla donde la hostia ha sido tan grande que ha dejado muda a la fachosfera, que ni se ha dado por enterada de la victoria de los laboristas y la caída a los infiernos de los conservadores. La derecha tropieza consigo misma, y se cae del pedestal que había construido con demasiada antelación, desplomándose y volviendo al lugar del que nunca debería salir. Llega un momento en que nuestros encantadores amigos de la extrema derecha, siempre tan previsibles en su retórica del miedo y el odio, llegan a empalagar el oído del votante, y consiguen ese efecto tan cercano al milagro como es la unión de las izquierdas. Estos campeones de la "pureza nacional" y la "seguridad" han alcanzado, una vez más, el corazón (o lo que sea que tengan) de una parte significativa del electorado. Bravo, queridos reaccionarios, bravo. Vuestra capacidad para vender fantasías apocalípticas como soluciones viables es realmente impresionante. Aunque, una vez más, no ha sido suficiente. El sistema electoral francés vuelve a poner las cosas en su sitio, mal que les pese a esa horda de reaccionarios que vuelven a hablar de tongo cada vez que las urnas les dan una lección de democracia.


La izquierda, ese grupo de personas en las que la más nimia diferencia se convierte en un obstáculo insalvable, ha tenido que olvidar sus estúpidas rencillas y unirse en contra del oscuro lobo que salió de su cueva, con hambre insaciable de poder, deportación y racismo. La izquierda, esa utopía en la que los derechos de los trabajadores, la justicia social y la sostenibilidad ambiental no son solo palabras bonitas, sino realidades tangibles, debería empezar a pensar que tantos tiros al poste pueden acabar un día mal, y que puede que, en un futuro no muy lejano, no les baste la remontada en la prórroga. Ser de izquierdas significa luchar contra la desigualdad económica, garantizar que todas las personas tengan acceso a servicios básicos y trabajar incansablemente para proteger nuestro planeta de la destrucción capitalista. En resumen, significa tener un corazón, un cerebro y un mínimo de decencia. Y eso es ya suficiente para olvidar todo lo demás, porque la pureza y el reparto de carnets no son más que palos en las ruedas de un movimiento que lucha por avanzar contra el pensamiento decimonónico de los conservadores. Hay que empezar a hablar más de las cosas de comer, y menos de la pureza ideológica u otras chorradas.

Ahora, comparad esto con la visión de la extrema derecha, si a mirar hacia atrás con nostalgia podemos llamarlo visión. ¿Cuál era su gran plan para Francia? ¿Construir más muros? ¿Expulsar a más inmigrantes? ¿Recortar más derechos? Es irónico que aquellos que se llenan la boca hablando de "libertad" sean los primeros en querer restringirla para cualquiera que no encaje en su estrecha definición de "francés". Pero claro, la ironía nunca ha sido su fuerte. Ni la libertad. Ni los derechos. Si cambian francés por español y Francia por España, todo el párrafo sigue teniendo sentido. El mismo oscuro, fétido y odioso sentido. Porque no hay más medidas. Porque el único sentido que tienen sus programas políticos es el de volver a tiempos pasados, un ayer en blanco y negro, que huele a rancio y que tiene el sabor metálico de la sangre que mana de un labio partido.

Y aquí estamos, tras las elecciones, con un panorama político que parece sacado de una novela distópica. Macron, el gran defensor de la estabilidad, seguirá adelante con sus políticas neoliberales que benefician a los ricos y exprimen a los pobres. Y la extrema derecha, siempre lista para capitalizar el descontento y la desesperación, continuará propagando su mensaje de división y odio.

Pero no todo está perdido. La lucha continúa. Porque ser de izquierdas no es solo una postura política, es un compromiso con un futuro mejor. Es entender que la verdadera estabilidad no se logra manteniendo el statu quo, sino cambiándolo radicalmente para que todos puedan vivir con dignidad y justicia. Todos, sea cual sea el color de su piel, su cuna, su sexo o su condición sexual. Todos, hayan venido en patera o en avión. Todos, ya tengan DNI o NIE.

Seguimos adelante. Continuamos buscando el bien común, el bienestar de la sociedad, la erradicación de las desigualdades sociales, el desmantelamiento de los mantras falaces de los liberales de tienda de a un euro. Así que, ánimo, compañeros. El futuro es nuestro, incluso si el presente se empeña en hacernos creer lo contrario.

Liberté, Égalité, Fraternité, Jodeté.

Puede leer aquí anteriores artículos de Francisco Palacios