“Ha quedado claro, negro sobre blanco, que con nuestros impuestos hemos subvencionado los polvos extramaritales del emérito, los conocidos y los que nos quedan por conocer”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
10/10/24. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el rey emérito: “La connivencia y la mordaza sobre determinados temas es, en buena parte, culpable de la situación a la que hemos llegado, en la que tenemos a un emérito viviendo en un país desde el que no tributa a la Hacienda a la que todos contribuimos,...
...con una fortuna oculta de la que desconocemos su procedencia, aunque podemos aseverar, sin ningún atisbo de duda, no se deriva del meticuloso ahorro de su sueldo de monarca”.
No echar ni gota
Hay que ver la que se está liando por algo que ya, más o menos, conocíamos a través de la rumorología. Porque, que a estas alturas, aún haya quien se eche las manos a la cabeza por desconocer que el emérito tenía, al menos una amante, es de una inocencia que raya en la estupidez supina. Es que era un secreto a voces, un elefante plantado en medio del salón al que mucha gente importante de este país ignoraba, como si fingir su no existencia fuese a hacerlo desaparecer.
Ahora han aparecido las fotos del susodicho con una de esas amantes en un medio holandés. Lo primero que se pregunta uno es por qué han aparecido en la prensa rosa de los Países Bajos, cuando es un asunto que, así de entrada, ni les va ni les viene. Otra cosa sería que hubiese aparecido por estos lares, algo más normal, dada la importancia histórica del personaje. Sin embargo, el silencio ha sido la más atronadora de las portadas.
Los medios de comunicación patrios han guardado silencio durante décadas, a sabiendas de lo que ocurría en La Zarzuela. Y siguen haciéndolo, bien pertrechados en su papel de dignos cortesanos de una Corona que ensucia en cada paso que da su falso brillo y esplendor. La connivencia y la mordaza sobre determinados temas es, en buena parte, culpable de la situación a la que hemos llegado, en la que tenemos a un emérito viviendo en un país desde el que no tributa a la Hacienda a la que todos contribuimos, con una fortuna oculta de la que desconocemos su procedencia, aunque podemos aseverar, sin ningún atisbo de duda, no se deriva del meticuloso ahorro de su sueldo de monarca.
Sin embargo, tras la aparición de las mencionadas imágenes, uno podría pensar que el periodismo, al que Thomas Macaulay definió como el cuarto poder, iba a ponerse las pilas, a dejar de arrodillarse y a hacer su trabajo. Pero no ha sido así. Todo se reduce a culpar a la amante, al hijo de la amante, a la hija de la amante, o a la portera de la cuñada de la amante. Que si ha filtrado las fotos, que si se está haciendo chantaje, que si es una afrenta bárbara la que se le hace a un rey.
Ha quedado claro, negro sobre blanco, que con nuestros impuestos hemos subvencionado los polvos extramaritales del emérito, los conocidos y los que nos quedan por conocer. El foco se ha puesto sobre quien menos importa. Seguimos sin saber cuánto nos ha costado el trabajito de los servicios secretos o las pasadas de los helicópteros sobre el nidito de amor.
Aún hay, porque los hay, quienes defienden a caspa y espada las andanzas del Borbón, aludiendo a su papel durante la Transición y, sobre todo, durante el 23-F. Visto lo visto, me espero cualquier nueva revelación al respecto de los hechos acaecidos en aquella fecha. Pero lo que más me aterra es que siga existiendo gente que ponga en un altar a alguien que, para empezar, traicionó a quien le puso la Corona en su cabeza. Me horroriza que sigan tapando las vergüenzas de alguien que, a pesar de tener su vida resuelta a costa del erario público, incrementó su fortuna de forma opaca.
Alguien señaló la Luna. Y, en lugar de mirar hacia ella, ni siquiera miran al dedo, sino a la mierda que tapa la uña.
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