No ha llegado la nueva edad de oro para EEUU, sino su decadencia, declive y caída. Lo único que me preocupa es si nos arrastrará a los demás, y hacia dónde

OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


23/01/25. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el presidente americano Donald Trump: “El por qué no estoy satisfecho con el veredicto de las urnas es bastante claro: no me gusta que gobiernen las derechas, y menos aún las derechas negacionistas, homófobas, tránsfobas y xenófobas. Por lo que sea,...

...me produce mucha desafección la gente que odia al otro por el color de su piel, por sus preferencias a la hora de amar, por creer que la Tierra es redonda o que las vacunas curan”.

Trumpazo

Ante todo, y por encima de todo, mi más profundo respeto al resultado de las elecciones americanas que han devuelto, qué si no, a Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Porque el pueblo siempre tiene razón. Eso de que la gente se equivoca al votar no es más que la excusa barata de los perdedores.


Pero eso no implica que tenga que estar contento con dicho resultado. Porque a uno no le gustan los gobiernos en los que no haya nadie al volante, teniendo en cuenta que este personaje tiene acceso a un maletín que pondría en la cima de la pirámide evolutiva a las cucarachas. A las de 6 patas; las de dos también caerían.

El por qué no estoy satisfecho con el veredicto de las urnas es bastante claro: no me gusta que gobiernen las derechas, y menos aún las derechas negacionistas, homófobas, tránsfobas y xenófobas. Por lo que sea, me produce mucha desafección la gente que odia al otro por el color de su piel, por sus preferencias a la hora de amar, por creer que la Tierra es redonda o que las vacunas curan. Los que siguen anclados en la Edad Media no deberían tener la capacidad de dirigir ni siquiera una comunidad de vecinos, y menos aún a una potencia mundial del calibre de la norteamericana. A todo esto podemos añadir que este personaje accede a la presidencia siendo el primero que lo hace estando condenado. Toda una garantía de la limpieza y honradez que debería exigirse hasta al último concejal del municipio más pequeño del país más recóndito del planeta.

Dicho esto, que no era nada inesperado para nadie por mi parte, me gustaría detenerme en la reacción del facherío patrio, en sus distintas versiones. Por un lado, tenemos a Abascal, dando palmitas mientras Milei le repasa las orejas, gozando como un chihuahua ante las caricias por el lomo de su amo, disfrutando de su nanosegundo de gloria, en un país y ante un presidente que, de 100 veces, 99 lo extraditaría por ser latino y por su perfil, que tira a lo turco. Me parece muy bien que el líder de los voxemitas dé la cara y defienda lo que ya todos sabíamos: al capital. El españolito de a pie le importa tanto como la cría del mejillón tigre en cautividad. Si no, se nos haría especialmente complicado de entender que, el mismo personaje que se dice defender al agricultor español, aplauda hasta el límite del orgasmo a un tipo que lleva en su agenda el poner aranceles a nuestros productos agrícolas. Alguien debería explicarle que no se puede sorber y soplar a la vez, y que podría tener la amabilidad de sentarse ante los tractoristas que llenaron las carreteras de nuestro país para explicarles las bondades de pagar más por vender sus productos en Estados Unidos.

Por el otro, pero no menos sorprendente, tenemos a ese grupo de valientes que, tocados con banderas americanas a la espalda, bailaban el conocido “Y.M.C.A.” en el mismo lugar en el que se congregan a diario los del Rosario de Ferraz. Desconozco si son los mismos, si se trata del cuerpo de baile de dichos devotos, una suerte de Ballet Zoom del casposerío patrio, o es sólo un grupo de exacerbados seguidores de Donald Trump que se vinieron arriba al verlo en su toma de posesión. Alguien debería explicarles que, quizás llevados por la euforia, no han terminado de comprender el significado de la tonada con la que tan alegremente movían las caderas. Lanzada en 1978, "Y.M.C.A." es una de las canciones más icónicas del grupo y se convirtió en un himno de la música disco. El título hace referencia a la Young Men's Christian Association (YMCA), una organización juvenil cristiana que ofrece alojamiento y actividades deportivas y sociales en diversas ciudades del mundo.


Aunque la canción menciona a la YMCA como un lugar donde los jóvenes pueden encontrar alojamiento, recreación y apoyo, con el tiempo adquirió un significado más amplio dentro de la comunidad LGBTQ+, ya que la YMCA en Nueva York era conocida por ser un lugar de encuentro para jóvenes homosexuales en los años 70. Muchos interpretaron la canción como una celebración de la libertad, la diversidad y la vida nocturna. La letra anima a los jóvenes a ir a la YMCA para encontrar diversión, compañía y un nuevo comienzo. Aunque en su lanzamiento se consideró una canción simplemente festiva, con el tiempo se consolidó como un símbolo de la cultura disco y un himno de inclusión. A lo mejor, esta gente ha tenido una epifanía grupal y están llamando a la celebración de la diversidad sexual y la inclusión. O, quizás, no tienen ni puñetera idea de lo que hacen. Por lo que sea.

En resumidas cuentas, todos los que celebran el Segundo Advenimiento de Trump deberían hacérselo mirar. Porque, probablemente, serían expulsados de Estados Unidos. Porque su presidencia va contra lo que dicen defender. Porque nadie se puede alegrar que un xenófobo, homófono y negacionista tenga en sus manos el gobierno de algo más grande que su caja de Clicks de Famobil. Porque no hay motivo para la risa ante un tipo que promete seguir haciendo agujeros para buscar petróleo y gas, aunque sea en tierras protegidas y ecosistemas únicos y en peligro.  Porque no se puede estar a favor de nadie que niega derechos al pueblo para dárselos a las grandes fortunas.

No ha llegado la nueva edad de oro para EEUU, sino su decadencia, declive y caída. Lo único que me preocupa es si nos arrastrará a los demás, y hacia dónde.

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