“Me encantaría ver, por un agujero, cómo les explica a los agricultores españoles su enfervorizado aplauso y su seguidismo servil a las políticas arancelarias del nuevo mandatario estadounidense”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


13/02/25. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el apoyo de Abascal (Vox) a Trump: “Estos nuevos aranceles gravarán las energías renovables, el acero y el aluminio, entre otros productos, además de los ya impuestos previamente al aceite, el vino o el jamón. Las pérdidas para el campo...

...español se cuentan en centenares de millones de euros, por no hablar de las que sufrirá el sector del metal y el de las renovables”.

Mi perro se ha comido los deberes

Somos únicos buscando excusas, unos linces a la hora de encontrar la forma y la manera de endiñarle a un tercero nuestra desidia, nuestra falta de interés o nuestra incapacidad para realizar cualquier labor. Desde el perro que se come los deberes la noche antes de entregarlos hasta el sempiterno abuelo que suele morirse un viernes, varias veces al año. Siempre localizamos a quién endosarle el muerto o sobre quién desviar el torrente de reproches que nos merecemos por ser unos inútiles.


He de reconocer la valía sin par de la ultraderecha en esta materia, en general, y de la patria en particular. Si en algo destacan —además de escaquearse a la hora de madrugar o de presentar papeles en el Tribunal de Cuentas— es en su extraordinaria capacidad para admitir sus errores y asumir la culpa de sus acciones e inacciones. Más lo segundo que lo primero, sin duda.

De entre todos ellos, el campeón sin igual, el plusmarquista de la evasión de responsabilidades, el fenómeno que atraviesa fronteras es, sin lugar a dudas, Santiago Abascal. Conocido por su habilidad para soplar y sorber al mismo tiempo, exige para los demás lo que él jamás ha cumplido en su larga vida de chupandis chiringuitae. Ahora vuelve a coronarse en lo más alto tras hacer las Américas, besuquearse con Milei y darle cuatro capas de vaselina a Trump, bajo la mirada inquisitorial del POTUS, que no sabía si el masajeador era un invitado europeo o la víctima propicia para aplicar su legislación sobre inmigración.

Es de sobra conocida la "política", por llamarla de alguna manera, del mandatario estadounidense en lo que respecta al libre mercado: libre para él y solo para él. Su proteccionismo exacerbado lo está llevando a promulgar, a golpe de decreto, arancelazos a diestro y siniestro. En lo que nos atañe, ya sabemos que estos nuevos aranceles gravarán las energías renovables, el acero y el aluminio, entre otros productos, además de los ya impuestos previamente al aceite, el vino o el jamón. Las pérdidas para el campo español se cuentan en centenares de millones de euros, por no hablar de las que sufrirá el sector del metal y el de las renovables.


Como era de esperar, nuestro héroe, el adalid del servicio militar exento, el terror de los chiringuitos (excepto cuando son puestos ad hoc para su señoría), no ha tardado en sacar brillo a la bota americana, aplaudiendo con las orejas los repetidos ataques del anaranjado presidente a las exportaciones españolas. Su patriotismo no tiene fin ni límite y, aunque parezca contradictorio, no lo es: su patria no es otra que la del capital y la de las manos que lo manejan. No se dejen engañar por tanta banderita, tanto golpe de pecho ni tanta camiseta militar tres tallas más pequeñas de lo que le corresponde. Solo defiende el vil metal y a su amo. No entiende de otra nación que la de los magnates y hará lo que esté en su mano para ganarse su placet.

Por ello, en una pirueta digna de un diez en potro con arcos, en un alarde de simpleza mental a la altura de quienes le aplauden, no ha dudado ni un instante en echarle la culpa a —oh, sorpresa— Pedro Sánchez, Bruselas o, si hiciera falta, al Manneken Pis. Un tipo capaz de aplaudir sin sonrojarse a Le Pen —la misma que quiere restringir las exportaciones del campo español a Francia—, de babear ante el continuo desprecio del mandatario holandés y de declararse ferviente seguidor de Orbán, no es precisamente alguien de fiar ni por su criterio ni por su palabra.

Ya sabemos que Orbán apoya a Putin, que Putin apoya a Maduro, y que este, para Abascal, es prácticamente familia de Sánchez. Mientras tanto, Putin apoya a Netanyahu, y a la vez, Trump hace negocios con Maduro. Todo esto ocurre mientras nuestro héroe sin capa mira embelesado a sus ídolos.

Pero, claro, la culpa es de los otros. No es que Trump esté en guerra comercial con el resto del mundo, usando los aranceles como arma para someter a los países a su órbita y que acaten sus bravuconadas. No. Es que protege su producción”. No es que esto suponga una putada de proporciones bíblicas para el sector productivo español, sino que, según nuestro amigo, un poco de daño nos va a hacer”. Ellos protegerían a España, nos dicen. Lo que no sabemos es cómo.

Porque, si de verdad creen que Trump iba a hacer una excepción por la cara bonita —o dura— de Abascal, son tan ingenuos como los que piensan que si los empresarios no pagaran impuestos, los sueldos subirían. Resulta hasta enternecedor.

Me encantaría ver, por un agujero, cómo les explica a los agricultores españoles su enfervorizado aplauso y su seguidismo servil a las políticas arancelarias del nuevo mandatario estadounidense.

113 productos españoles afectados.

113 excusas.

113 perros que se han comido los deberes de Santiago.

Puede leer aquí anteriores artículos de Francisco Palacios