“Así que lo de “prensa vendida” es solo otro grito vacío. Lo que les molesta no es que la prensa esté comprada. Les molesta que no sea suya. Que no escriba con tinta de incienso y saliva patriótica”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
19/06/25. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la polaridad: “Mientras en Ferraz se juega al miliciano con banderola, rosario y litrona, y en Telemadrid se practica el spa periodístico para líderes de derechas, lo único que queda claro es que aquí nadie quiere información: lo que quieren...
...es confirmación. De sus prejuicios, de sus filias, de sus fobias. Unos a gritos y otros con faldones, pero todos contando el cuento que les conviene”.
La santa orgía de Ferraz
Si Dios no baja del cielo para detenerlo, es porque seguramente está llorando de la risa.
La escena frente a la sede del PSOE en Ferraz ya no es una protesta: es una performance colectiva de delirio místico, testosterona casposa y merchandising franquista con olor a sudor rancio y Varón Dandy. Lo que empezó como una concentración “por la unidad de España” ha mutado en algo más parecido a una rave de ultraderecha venida muy a menos, con menos techno y más rosarios.
Allí ondean banderas con aguiluchos, se rezan Ave Marías como si se intentara exorcizar al mismísimo demonio sanchista, y se lanzan eslóganes que harían sonrojar al mismísimo Torrente. Hay golpes, hay insultos, hay agresiones a periodistas... y todo en nombre de la libertad, claro. La libertad de hacer el ridículo.
Pero no nos engañemos: esto no es solo folklore ultra. Esto es el resultado directo de años de picar piedra con discursos de odio, victimismo patriótico y exaltación del franquismo versión TikTok. Han convertido el activismo en cosplay, y el patriotismo en una excusa para hacer el bestia bajo el paraguas de la "reconquista".
Y mientras tanto, en el centro de la pista, un ejército de señores con la vena del cuello a punto de estallar grita contra “los comunistas”, “los maricones”, “los menas”, “los rojos” y, por supuesto, contra “la prensa vendida”. A cada periodista que reciben a empujones y escupitajos, un patriota de salón se hace una paja mental pensando que está liberando España. Y no tan mental, también.
Eso sí, la “prensa vendida” es siempre la que no les baila el agua. Porque si hablamos de lamer botas, ahí está Telemadrid, convertida ya no en medio público, sino en canal temático de propaganda pepera. Durante la comparecencia de Pedro Sánchez, el presidente soltó —con sarcasmo— un “Son las cinco y no he comido... Discúlpenme” al responder a una pregunta. Un comentario sin más. Pero en Telemadrid decidieron que eso era lo realmente importante. El faldón estrella fue “Son las cinco y no he comido”, con una solemnidad de telediario del NO-DO. Como si hubiese confesado un crimen de Estado. Se agarraron a esa frase como a una boya, quizá porque todo lo demás les supera. Periodismo de alpargata y filtro de Instagram: lo accesorio elevado a noticia, lo central enterrado con cal.
Y cuando el foco apunta a Ayuso, el nivel de exigencia también baja más que las defensas con el aire acondicionado. Naranjo, ese periodista que se sacude el pecho como un gallo de corral por “atreverse” a preguntar a la presidenta, olvida convenientemente cosas como el ático de su novio o el pelotazo sanitario. Preguntar por las flores del despacho o el color de labios, sí. Preguntar por los contratos de emergencia, no sea que se rompa la magia.
Así que lo de “prensa vendida” es solo otro grito vacío. Lo que les molesta no es que la prensa esté comprada. Les molesta que no sea suya. Que no escriba con tinta de incienso y saliva patriótica. Que no edite con música épica. Que no confunda una crónica con un meme de VOX. Porque si lo hiciera, como en algunos informativos madrileños, la ovacionarían con el mismo fervor con el que insultan a la que informa, incomoda o simplemente no les sigue el juego.
Y ojo al dato: entre banderolas y vírgenes, también hay hueco para las litronas. No sea que el fervor patriótico se quede seco. No hay nada que diga “amo a mi país” como mear en la acera de Ferraz después de cantar el Cara al sol con la camiseta del Real Madrid manchada de calimocho.
Esto no es resistencia. Esto es un carnaval de testosterona frustrada. Un desfile de memes andantes que no entienden ni su propia pancarta. Un bucle de indignación hueca alimentado por políticos que les tiran carne cruda para mantenerlos ladrando mientras ellos pactan con quien sea y donde sea.
En fin, que mientras en Ferraz se juega al miliciano con banderola, rosario y litrona, y en Telemadrid se practica el spa periodístico para líderes de derechas, lo único que queda claro es que aquí nadie quiere información: lo que quieren es confirmación. De sus prejuicios, de sus filias, de sus fobias. Unos a gritos y otros con faldones, pero todos contando el cuento que les conviene.
Y así vamos, entre la calle tomada por los ultras de procesión y la televisión pública convertida en felpudo de despacho. España no se rompe: España se deshace, como un boquerón en vinagre mal curado. Y lo peor es que ni pica. Solo repite.
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