“A medida que uno va internándose en ese patchwork, va enredándose en esas piezas (sucedidos, esquelas, periódicos, sueños, recuerdos, poemas, cuentos de uno y de otros, boletines de la policía, guías de viaje…) que van completando un puzle en el que destaca como tema principal una reflexión estoica sobre la muerte”

OPINIÓN. El lector vago. Por 
Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces

19/11/19. 
Opinión. El escritor y catedrático Miguel A. Moreta continúa en su colaboración habitual con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un comentario sobre los libros Días de Nevada Bilbao-New York-Bilbao, de los autores Bernardo Atxaga y Kirmen Uribe respectivamente, “Las Harley Davidson, los coches, los helicópteros, los moteles con piscina...

...los bares de carretera, el desierto, el campus universitario, el asesino pederasta: todo es decorado, dice el narrador (extendiendo una frase de Daniel Sada). Hay otro detalle que pudiera dar entidad a mi juicio acerca de esa fascinación del personaje del escritor: los cientos de palabras, frases y citas en la noble lengua de Shakespeare que trufan su discurso”.

Días de Nevada de Bernardo Atxaga, Alfaguara, Madrid, 2014 [1ª edición en euskera Nevadako egunak 2013], traducción de Asun Garikano y Bernardo Atxaga.
Bilbao-New York-Bilbao de Kirmen Uribe, Seix-Barral, Barcelona, 2009 [1ª edición en euskera 2008], traducción de Ana Arregi.

Atxaga
, autor de la exitosa Obabakoak (1988), quizá la obra de la literatura vasca contemporánea más leída y traducida, imaginó el territorio fantástico de Obaba, donde transcurren y se entrecruzan cuentos y vidas. Era una estructura literaria muy tradicional (Mil y una noches…) y muy seguida después por otros. Repitió el experimento en Días de Nevada (2013) ensartando un rosario de historias y anécdotas vinculadas a Euskadi y a USA.

Tú a Reno (Nevada) y yo a New York

Por prejuicios -residuos de la influencia de abundante propaganda marxistaleninista en mi juventud universitaria-, al comienzo se me hizo este libro antipático: otro escritor ibérico fascinado por la cultura gringa, me dije. Mitos y motos, músicas y libros, animales y paisajes, destilados a través del cine usamericano que, allá en nuestra infancia, conformó una parte no pequeña de nuestra sentimentalidad. Marilyn Monroe aparece aquí por derecho propio y de su último filme The Misfits (1961), drama cenital que rodó John Huston en el estado de Nevada junto a, entre otros, Montgomery Clift y Clark Gable, con guion de Arthur Miller. Tantas vidas rebeldes, tantos inadaptados reunidos parecen hablar de sí mismos antes que de sus máscaras. Y muchos otros mitos y monstruos del celuloide: King-Kong, Kennedy (jeje), etc.


Las Harley Davidson, los coches, los helicópteros, los moteles con piscina, los bares de carretera, el desierto, el campus universitario, el asesino pederasta: todo es decorado, dice el narrador (extendiendo una frase de Daniel Sada). Hay otro detalle que pudiera dar entidad a mi juicio acerca de esa fascinación del personaje del escritor: los cientos de palabras, frases y citas en la noble lengua de Shakespeare que trufan su discurso.


Sin embargo, a medida que uno va internándose en ese patchwork, va enredándose en esas piezas (sucedidos, esquelas, periódicos, sueños, recuerdos, poemas, cuentos de uno y de otros, boletines de la policía, guías de viaje…) que van completando un puzle en el que destaca como tema principal una reflexión estoica sobre la muerte. Las descripciones de los funerales (el del primo, el del soldado Drakulich, el de la madre) son extraordinarias. Un narrador melancólico consigue rescatar a unos personajes (entrañables, tanto los cercanos como los desconocidos) durante unos instantes, vincularlos a un paisaje, a unas flores negras, a la vida, antes de que desaparezcan en el pozo negro del olvido que es la muerte.

Hay historias de animales (mapaches, serpientes, arañas viuda negra, urracas, osos, peces, mustangs) y de boxeadores. También sucedidos chistosos, casi arlotadas. Hay un cancionero espectacular, desde la música de guateque, francesa, italiana, Adriano Celentano, Jacques Brel… hasta lo mejor de la música popular del siglo XX (los Sinatra, Presley, Cash, Stones, Animals, Mamas & The Papas, Young, Dylan, Beatles, Doors, Kraftwerk…). Es un libro musical: la oímos en la radio, en el coche, en el súper, en el bar, en el funeral (Schubert, claro). Una y otra vez todo suena a melancolía, Summertime, In the ghetto

Y hay toda una biblioteca: Tanizaki, Shiki, Nabokov, Maugham, London, Kerouac, Ginsberg, Chandler, Wilde, Spender, Donne, Baudelaire, Rilke, Brecht, Goethe, Dostoievski, Montale, Benet, Castelao, Borges, la Biblia, el Corán, la Ilíada… Justamente no está Sherezade, esa princesa que cada noche aleja a la muerte con una historia, durante mil y una noches… A cambio, debemos conformarnos con ciento cincuenta piezas en euskera (solo ciento treinta en español, qué lástima) de un personalísimo tomo compuesto por Bernardo Atxaga, Días de Nevada, el mejor Reader’s Digest escrito nunca.

Cinco años antes otro autor vasco, casi veinte años más joven, Kirmen Uribe, había ganado el Premio Nacional de Literatura 2009 con Bilbao-New York-Bilbao, una historia que guarda una gran filiación con Días de Nevada de Atxaga. No estoy refiriéndome a ningún tipo de influencia entre los dos autores. De hecho, en una entrevista de 2007, Bernardo Atxaga, a punto de irse a Nevada, le confesó a un periodista:

Necesito un poco de presión social, ahora tengo unos apuntes, pero como son solo de cuaderno no los corrijo. Pero ahora voy a llevar -no me gusta la palabra blog- un dietario. Se va a titular Nevadako egunak. La gente podrá enviarme correos electrónicos, pero en principio no me voy a comunicar porque si no, no tendría tiempo para escribir la novela. Y eso es precisamente lo que busco. Tiempo [Noticias de Alava.com, 9 de julio de 2007].

La de Kirmen Uribe es otra olla podrida de historias, reales y familiares muchas de ellas (la autoficción es un truco muy socorrido en estas décadas), un rosario de anécdotas bien ensartadas en un hilo temporal bastante simple (un viaje en avión, ya explicitado en el título). Construida a partir de fragmentos con personajes y acontecimientos históricos (guerra civil, exilio, arquitectura, amistades -el pintor Arteta y el arquitecto Bastida-, parientes pescadores, barcos de altura y de bajura, poesía), la metáfora que mejor conviene a esta narración es la de una red con la que pescar historias y lectores. Esta fragmentariedad va muy unida a la reflexión sobre la escritura, sobre la obra que se está escribiendo, de la que se quiere mostrar las tripas, las raíces, los cables pelados.


Las similitudes de atmósfera y estructura de ambas novelas no pueden hacer olvidar las enormes diferencias que las separan. La de Uribe es una primera novela. La de Atxaga es (hasta ahora) una última. Uribe ha llevado a cabo una gran actividad traductora (ha vertido al euskera, entre otros, a Raymond Carver, Sylvia Plath, Anne Sexton, Mahmud Darwish y Wislawa Szymborska) y tiene una mayor cercanía a las nuevas tecnologías. También reivindica que el momento de la literatura vasca es el de mostrarla hacia fuera, exportarla (quizá de ahí sus múltiples viajes). Pero ambos escritores son planetas de la misma nebulosa cultural y memoriosos de la complejidad que tiene lo real, que demuestran conocer muy bien.

Se podría hablar de un estilo vasco de hacer literatura. Estos dos autores se han hecho a sí mismos en una dura lucha por la vida y su espacio literario, tocaron muchos palos creativos y abordaron todos los géneros literarios (la literatura infantil y juvenil, la poesía, el ensayo, el teatro), inmersos profundamente en su tierra (amor a lo cotidiano, la familia y la narrativa tradicional): el padre del guipuzcoano Atxaga era carpintero, los ascendientes del vizcaíno Uribe eran arrantzales. Son dos ejemplos de enraizamiento en la tradición social y literaria euskáricas, artesanos de un nacionalismo cultural de buena ley. El establishment cultural no les ha tratado mal: fueron distinguidos con un gran reconocimiento público a su quehacer literario, con premios nacionales en euskera y en español, y también con una significativa proyección internacional en forma de numerosas traducciones.

La novela del experimentado Atxaga es el plato fuerte de un festín familiar, el bocado duradero de un convivium amical. Días de Nevada es el pavo del Día de Acción de Gracias, relleno de sabores sorprendentes (naranja, frutos secos, dátiles…) y acompañado con abundantes pimientos rojos caramelizados. Puedes comer todo lo que quieras. Siempre sobrará para otro día. Y seguirá sabiendo bueno. En cambio, Bilbao-New York-Bilbao es un rodaballo de pincho a las brasas, con la piel bien crujiente, para comérselo con los dedos al aire libre.

Pueden leerse aquí otras entregas de Miguel Ángel Moreta-Lara.
-05.11.19 Quiero a una bollera de presidenta