“Vida y viaje es un conjunto de relatos que van desde el actual Sidi Ifni (antigua colonia española en el sur de Marruecos) hasta Damasco y Beirut (en plena guerra civil libanesa), pasando por el Rif marroquí y sus gentes del medio rural, el Alto Egipto profundo, el Erasmus en la Bélgica de la inmigración magrebí, y la ciudad de Madrid, con su paisanaje multicolor. Relatos en donde el viaje y lo vivido tienen todo el protagonismo”. [Encarna Cabello, Vida y viaje, Diwan Mayrit, Madrid 2019, 249 pp.]
OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces
17/03/20. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta nos habla en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la escritora Encarna Cabello y su último libro Vida y viaje: “La narradora es una mujer dueña de sí misma, que ejerce de pájaro libre y cantor, enamorándose y desenamorándose a su ritmo. Es inevitable el recuerdo y su comparación con otras gozosas...
...amadoras de la literatura medieval y renacentista (Melibea, Aldonza…). En Damasco, un hotelero, tras sufrir el desplante amoroso de la narradora, exclama: “¡Esa mujer no es mujer, es un hombre!””.
Vida y viaje
Encarna Cabello (Siruela, Badajoz, 1956) es socióloga de formación, investigadora de la inmigración magrebí en España y Bélgica y una gran conocedora del mundo arabomusulmán, por cuyos países ha viajado con frecuencia. Ha vivido en Marruecos y Francia y actualmente reside en Madrid. Su pasión por la cultura norteafricana la ha llevado a traducir, entre otros libros, Tras la puerta del patio (La vida cotidiana de las mujeres rifeñas) de Ursula Kingsmill Hart (1998), La guerra del Rif: Abdelkrim el-Jattabi y su Estado rifeño, de Richard Pennell (2001), A la sombra de Lala Chafia de Dris Buisef Rekab (2004) y Dos mujeres de la Argelia colonial: Aurélie Picard e Isabelle Eberhardt de Ursula Kingsmill Hart (2015). Es autora de tres novelas: La cazadora (1995), Alizmur (2000) y La cadena (2016). Su último libro es, por ahora, este conjunto de relatos, Vida y viaje (2019).
Hubo escritores en el pasado, no sé si todavía los sigue habiendo, que pontificaron sobre el mundo árabe y sobre las guerras coloniales de Marruecos desde las mesas de los céntricos cafés de Madrid. No fue el caso de la grafómana almeriense Carmen de Burgos, una de las primeras reporteras de guerra, quien cubrió para el periódico ABC la guerra del Rif. Salvando las distancias temáticas y temporales, también Encarna Cabello pertenece a esa tropa que acude a la primera línea de fuego y asume con alegría, casi con inconsciencia, el contacto, la vivencia y lo auténtico, implicándose hasta la médula, tal como muestran los viajes que recoge en su obra.
Hay un par de incertidumbres en este libro y una certeza. La primera perplejidad es sobre el género: ¿libro de viajes o relatos de ficción, reportaje o cuento? Se trata de una docena de textos, cuyo título completo parece resolver dudas: Vida y viaje (Relatos). Pero podría ser una novela: de hecho, aunque cada relato posee su propio cronotopo (coordenadas espaciotemporales), todos responden a una voz, a un lenguaje, a un estilo, a una intención.
La segunda incertidumbre está planteada por la narradora (personaje que cuenta la historia), la autora implícita (imagen que se hace el lector de la autora tal como aparece en el texto) y la mujer de carne y hueso que escribe (Encarna Cabello): confusión que uno había experimentado también a lo largo de la lectura de otros libros de esta autora (La cazadora y La cadena). Ambas perplejidades quedan aclaradas si pensamos en un género clásico de la literatura árabe: la rihla [viaje por etapas].
Y la certeza es que esta rihla, quizá el mejor libro de Encarna Cabello -de los que yo haya leído-, solo lo es a ratos y en algunas de sus partes o etapas, aunque sí es manifiesta la vinculación personal, profesional y vital de esta autora con el mundo árabe y de la inmigración, lo que se constata en todos los relatos de Vida y viaje, salvo en dos, así como en toda su obra anterior.
Imagino que la autora debe creer que toda vida es una novela y ha decidido narrar la suya, sus amores y sus días. Su percepción de las gentes y los paisajes es única, sensual y amable, vitalísima. Son muy reveladores de la maniera de Cabello los titulados “Días en Ifni”, que abre el libro, y ¨Beirut desde Damasco”, que lo cierra. Entre ese amplio arco geográfico, del sur de Marruecos a Medio Oriente, se localizan los demás relatos: Casablanca, Rabat, el Rif, Madrid, Louvain-la-Neuve (Bélgica), una aldea del Alto Egipto…
La narradora es una mujer dueña de sí misma, que ejerce de pájaro libre y cantor, enamorándose y desenamorándose a su ritmo. Es inevitable el recuerdo y su comparación con otras gozosas amadoras de la literatura medieval y renacentista (Melibea, Aldonza…). En Damasco, un hotelero, tras sufrir el desplante amoroso de la narradora, exclama: “¡Esa mujer no es mujer, es un hombre!”. El relato egipcio titulado “Lejos del paraíso” acaba así (apréciese la ironía):
El serio y apuesto musulmán que iba a mi lado no desviaba su faraónica mirada del frente, el saliente de su largo y delicado pómulo (con la oscura piel pegada al hueso), aureolado de una adustez pensativa: ignorando, hasta que llegase la noche, a su cristiana concubina.
Sin embargo, esa alusión que roza el erotismo orientalizante será la mayor concesión que Cabello haga a la literatura exotista; por mucho que se busque, no hay nada que impregne, que empañe la mirada de la alteridad, esperable en una narradora occidental: no hay clichés ni prejuicios ni imágenes preconcebidas. En sus narraciones (constante -reitero- en otros libros suyos) el acercamiento y la concepción de los personajes y situaciones retratadas, siempre en contextos de la cultura y la geografía arabomusulmanas, son limpios y objetivos: aquí Cabello habla de su gente, de su propio mundo. La empatía y el desprejuicio son absolutos. Es un valor y una originalidad: cuando uno lee estas historias, constata que quien se expresa es nada menos que una mujer, no la mujer occidental, española o cristiana. En este sentido, no se perciben diferencias con las historias noveladas por otras autoras, árabes, palestinas o marroquíes contemporáneas.
La crítica, cuando la hay, es motivada por la realidad, como este apunte sociológico, en la ciudad libanesa de Trípoli, perteneciente a “Beirut desde Damasco”:
El hotel. Habitaciones separadas. En esto el país sigue siendo árabe… Qué fácil es para dos hombres amarse en un cuarto de hotel. O para dos mujeres. Pero una mujer y un hombre que no estén casados, mal asunto.
Seguramente la viajera no descansará mucho tiempo y, azuzada por la nostalgia, esa enfermedad de la trotamundos, volverá al camino. Lo ha dejado escrito al final de su libro, desde el ensueño de Madrid:
Si este vasto cielo que veo ahora, tras mi ventana, fuese el mar… Si este sol que me alumbra, fuera el de Beirut, o el de cualquier otro rincón del Líbano… Si los ojos de quien me tiene a su vista fuesen los del amado dejado allá… Si una pudiera estar siempre allí donde su corazón está. Si pudiéramos disponer de nuestros destinos, de nuestro presente…
Puede leer aquí anteriores entregas de Miguel A. Moreta-Lara:
- 03/03/20 Leer la ciudad (y III)
- 25/02/20 Leer la ciudad (II)
- 18/02/20 Leer la ciudad (I)
- 04/02/20 Siete locas
- 21/01/20 Por el camino de las grullas
- 07/01/20 Mujerería y letras
- 17/12/19 Kilito, el último morisco
- 04/12/19 Elogio del libro gordo
- 19/11/19 Tú a Reno (Nevada) y yo a New York
- 05/11/19 Quiero a una bollera de presidenta