“El conde Xavier de Maistre, aventurero, aristócrata saboyano, militar de muchas guerras, pintor de moda en la corte imperial, académico, que acabó al servicio de los zares y murió en San Petersburgo, era un exiliado permanente”
OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces
15/04/20. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta nos habla en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el escritor Xabier de Maistre y dos de sus libros, Viaje alrededor de mi cuarto (1794) y Expedición nocturna alrededor de mi cuarto (1825): “No se trata de un viaje fantástico, onírico o extravagante, sino de un viaje vertical, absolutamente real y auténtico, un viaje...
...interior, el camino hacia el yo, hacia el weltinnenraum [mundo interior], como predicaron los románticos alemanes y practicó Novalis”.
Ocios de la pluma del saboyano
Nuestra alma es una casa
Gaston Bachelard
Ante el ruido ensordecedor de la posverdad y el canibalismo mediático, como me gusta ejercer de cazador de espejos, tengo la tentación de hacer una caricatura del momento y comienzo a escribir un artículo sobre los peores libros de mi vida, aunque, al anidar en el magín una segunda parte del que titulé “Elogio de los libros gordos”, por llevarme la contraria a mí mismo -ejercicio al que me obligo una vez al día al menos-, me voy al estante de los microlibros, comienzo a expurgar títulos y aparecen dos tomitos de Xavier de Maistre (1763-1852). Entonces me deshago como un merengue mal batido y rememoro a este ser tierno, melancólico, de cuya gracia ática y acento naïf han quedado perdurable memoria en su exigua obra literaria, tal como vaticinara Alphonse de Lamartine en la epístola en verso que le dedicó en 1826. Los dos libritos a los que me refiero son Viaje alrededor de mi cuarto (1794) y Expedición nocturna alrededor de mi cuarto (1825).
Cerca de ese estante avizoré antes algunos pequeños volúmenes de pasta dura, libros de bolsillo de la colección Rotativa de Plaza & Janés, en la que alcancé a leer obras muy diversas en mis años estudiantiles: Coloquio en Sicilia de Elio Vittorini, Un mundo feliz de Aldous Huxley, Veinticuatro horas de la vida de una mujer de Stefan Zweig, Miss Giacomini de Miguel Villalonga, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, El ojo de Vladimir Nabokov, Rubaiyat de Omar Kheyyam, El mono desnudo de Desmond Morris, Historias del buen Dios de Rainer María Rilke, La muerte en Venecia de Thomas Mann, Don Camilo de Giovanni Guareschi, La perla de John Steinbeck, Sodoma y Gomorra de Curzio Malaparte y muchos otros de Alberto Moravia, Gabriel García Márquez, Baltasar Porcel, Ramón Gómez de la Serna… Aquellas editoriales con sus colecciones de bolsillo (Alianza, Libro Amigo de Bruguera, Ariel, Austral, Rotativa, Salvat RTV, Losada) nos enseñaron a leer sin mucho gasto y otras como Maldoror de Labor, Nostromo y los Cuadernos Ínfimos y Marginales de Tusquets nos afinaron el gusto.
Los dos libritos de portadas amarillentas de Maistre, que ahora he releído en la traducción de Nicolás Salmerón García [no confundir con su padre, el almeriense Nicolás Salmerón Alonso, filósofo, krausista y presidente de la I República], fueron publicados en 1921 por la pionera de las colecciones de bolsillo europeas, la benemérita Colección Universal de CALPE [Compañía Anónima de Librería, Publicaciones y Ediciones], editorial fundada por Nicolás María de Urgoiti. Sus libros, cuyo diseño se inspiró en el modelo francés Bibliotèque Universelle editado en París y el alemán Universal Bibliothek editado en Leipzig, eran de pequeño formato, portadas en rústica, de unas cien páginas, al precio de cincuenta céntimos cada uno: en dos años, desde julio de 1919 a julio de 1921, aparecieron 500 números de temática diversa (novelas, teatro, poesías, filosofía, cuentos, viajes, historia, memorias, ensayos, etc.) y del panorama “universal” (Kant, Stevenson, Wilde, Goethe, Machado, Cicerón, Plutarco, Chejov, Clarín, Austen, Dante, Flaubert, Gorki, Verga, Voltaire, Thackeray, Heine, Schiller, Shakespeare, Apuleyo). Unamuno confesó que había leído a los clásicos rusos en esta colección. Y Azorín la definió como “un enjambre de libritos doctos y amenos; un abejar de universalidad y humanidad: lo más exquisito y lo más popular del pensamiento humano en páginas albas y limpias”.
Viaje alrededor de mi cuarto es un relato que transcurre durante los 42 días de arresto domiciliario que sufrió el autor como castigo por haberse batido en duelo con un compañero. Lo publicó su hermano mayor y protector, el conde Joseph de Maistre (1753-1821), filósofo y político contrarrevolucionario. Es curioso cómo este “profeta de la reacción”, este logócrata -las dos denominaciones son de George Steiner-, se ocupó con amor fraternal, de que viera la luz (anónimamente, eso sí, X.O.A.S.D.S.M.S. [Xavier Officier Au Service De Sa Majesté Sarde]) un opúsculo que estaba en los antípodas de su pensamiento. Seguramente, un hombre tan serio como él lo hubo de juzgar un juguete; y, en efecto, eso es lo que es (pero no solo), un fulgurante pasatiempo en el que la ironía, el humor y la ligereza, además de su brevedad, constituyen sus mayores méritos para que sigamos leyéndolo con tanto placer hoy:
Un fuego bien encendido, unos libros, una pluma, ¡qué recursos contra el aburrimiento! ¡Y qué placer también olvidar los libros y las plumas para atizar el fuego, entregándose a cualquier grave meditación, o rimando unos cuantos versos para distraer a los amigos! Las horas entonces se deslizan y caen en silencio en la eternidad sin hacer sentir su triste presagio.
No se trata de un viaje fantástico, onírico o extravagante, sino de un viaje vertical, absolutamente real y auténtico, un viaje interior, el camino hacia el yo, hacia el weltinnenraum [mundo interior], como predicaron los románticos alemanes y practicó Novalis: “Es en nosotros, y no en otra parte, donde se halla la Eternidad de los mundos, el pasado y el futuro”. Años más tarde, Maistre emprendió otro de estos viajes, pero este de solo cuatro horas, del que dejó constancia feliz en su Expedición nocturna alrededor de mi cuarto:
En este abismo del pasado los instantes y los siglos tienen la misma duración; y el porvenir ¿tienen más realidad? Son dos nadas, entre las cuales me encuentro en equilibrio como sobre el filo de una hoja de espada. En verdad el tiempo me parece algo tan inconcebible, que me faltaría poco para creer que no existe realmente y que lo que llamamos así no es otra cosa que un castigo del pensamiento.
El conde Xavier de Maistre, aventurero, aristócrata saboyano, militar de muchas guerras, pintor de moda en la corte imperial, académico, que acabó al servicio de los zares y murió en San Petersburgo, era un exiliado permanente, que no dejó de viajar también fuera de su cuarto: en un siglo lleno de grafómanos, prefirió vivir mucho y escribir poco, algo que hoy no se entiende o quizás no se puede. Este perfecto hombre de su tiempo experimentó una existencia extremosa y fue absolutamente moderno en su vida y en su escritura: se atrevió con una de las tempranas ascensiones en montgolfière; suscitó el respeto de lumbreras como Lamartine o Sainte-Beuve; mantuvo una intensa amistad con Rodolphe Töpffer (1799-1846), uno de los primeros creadores de cómic y de novela gráfica (“histoires en estampes”, las llamó), al que consideraba como su heredero literario; al retomar la pintura en su etapa final comenzó a experimentar con el daguerrotipo, recién inventado (1839). Sin embargo, aunque su literatura sea un ejemplo de gracia y agilidad, la vida familiar no le fue leve: casado con Sofia Zagriaski, una dama rusa de la corte zarista (tía de la mujer de Pushkin), tuvieron dos hijas (muertas con 8 y 14 años) y dos hijos (muertos con 3 y 16 años). Sobrevivió a su mujer nueve meses. Pero antes de ese final, nos mostró la habitación que era su alma en dos viajes alrededor de su cráneo:
¿Mi patria? ¿En qué consiste la patria? ¿Sería, acaso, una reunión de casas, de campos, de ríos? No podría creerlo así. ¿Sería acaso mi familia, mis amigos, lo que constituye mi patria? ¡Pero ya me han abandonado! ¡Ah, ya estoy! ¿Sería el Gobierno? Pero lo han cambiado. ¡Dios mío! ¿Dónde, pues, estaría mi patria?
Puede leer aquí anteriores entregas de Miguel A. Moreta-Lara:
- 02/04/20 La arabofilia feminista de Pilar Salamanca
- 17/03/20 Vida y viaje
- 03/03/20 Leer la ciudad (y III)
- 25/02/20 Leer la ciudad (II)
- 18/02/20 Leer la ciudad (I)
- 04/02/20 Siete locas
- 21/01/20 Por el camino de las grullas
- 07/01/20 Mujerería y letras
- 17/12/19 Kilito, el último morisco
- 04/12/19 Elogio del libro gordo
- 19/11/19 Tú a Reno (Nevada) y yo a New York
- 05/11/19 Quiero a una bollera de presidenta