“Si estos versos se parecen mucho a un ajuste de cuentas, donde la ironía está bien acibarada, los que le preceden regresan a la obsesión de la andaluzfobia difícilmente explicable”
OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces20/10/21. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana habla sobre Gabriel Celaya y su polémica con Juan Ramón Jiménez: “Si, como apunto, es difícil entender esa ojeriza a la lírica “andaluza, cobarde y señorita”, referida a un grupo de magníficos poetas andaluces (entre los que no escasearon asesinados y exiliados), resulta...
...aun más extemporánea la tanda de descalificaciones (sensitivo, masturbador, padre putativo…) dirigidas contra quien, sin duda, es el poeta más importante del siglo XX español, Juan Ramón Jiménez, que siempre mantuvo una posición ética inequívoca y que murió en el refugio americano”.
GC versus JRJ (Celaya contra Juan Ramón)
Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta (1911-1991) [que firmó sus libros como Rafael Múgica, Juan de Leceta o Gabriel Celaya], poeta de la generación de Miguel Hernández, formó parte de la resistencia cultural antifranquista, como sus compañeros de la llamada poesía social Blas de Otero, José Hierro, Ángela Figuera o Gloria Fuertes. El momento de mayor popularidad le llegó de la mano -de la voz, más bien- del cantautor Paco Ibáñez, a partir de 1967, cuando este comenzó a musicar a los poetas españoles clásicos y contemporáneos, entre ellos poemas de GC tan emblemáticos como “España en marcha” o “La poesía es un arma cargada de futuro”.
En Lo demás es silencio (1952), su libro más importante -según declaración del autor-, GC afirmaba que en esos años se estaba asistiendo a una gran mutación: "el advenimiento de una conciencia colectiva que dejará en nada nuestras sacrosantas personalidades". El poeta, cantor de lo colectivo y comunista convencido, escribe: "Los hombres de uno en uno no son nadie". Su poesía (en general, no solo en este título) es una poesía épica, muy ideologizada, llena de obreros ejemplares, dioses nuevos, "terrenamente santos": panadero, futbolista, sastre, cuchillero, pintor, carpintero, mecánico, marino, agente de comercio, labrador, minero, maquinista, albañil, conductor... "hombres-nadie". Todo muy masculino. Pensar es un vicio y "hay preguntas que son enfermedades". Naturalmente, hay que contextualizarlo para entender el quehacer poético de un escritor opositor de la Dictadura franquista en unos años en que todavía se creía que la contestación social -obrera e intelectual- acabaría echando abajo el Régimen fascista.
No seré yo quien se atreva a ensuciar el bien ganado prestigio poético de quien fue capaz de escribir y publicar más de cincuenta libros de poesía muy variados (entre ellos los urgentes y combativos), además de acometer varios ensayos literarios de gran perspicacia, pero es verdad que hasta el bueno de Homero dormita a veces.
Esto viene a cuento de que en determinados poemas de dos de sus libros (Rapsodia euskara -de 1961 y Baladas y decires vascos de 1965) apunta un presunto racismo vasquista que toma como punto de comparación el Sur de España y lo andaluz. El poema que abre el primer libro se titula “De Norte a Sur” y en él, después de citar una supuesta carta de un poeta del Sur (que le admoniza: “No conviertas tus versos en un arma de lucha y el canto en rebeldía”), se autoafirma como vasco entre los vascos (esforzados, combativos, serios, hombres de verdad, etc.) y deja así a los del Sur:
¡Que los pájaros canten! ¡Que en el Sur, los Tartessos
se tumben panza arriba
creyéndose de vuelta de todo, acariciando
una melancolía!
Nosotros somos otros, nosotros poseemos
ferozmente la vida.
Tampoco salen bien parados los castellanos. Está claro que en la cultura del franquismo lo andaluz y lo castellano representaban una amalgama españolista contra la que parece rebelarse la raza superior euskara, como en el poema “Canto a los míos”, donde vuelven a estar los vascos luchadores, trabajadores y “santamente sanos”, pero el poeta siente España como su patria (nótese el desprecio contra el internacionalismo y el tufo muchomacho del último verso):
Ahora, patria, te llevamos.
Ya no somos castellanos. Somos más por españoles.
¡Castilla para turistas! ¡Castilla para extranjeros!
¡Planeta deshabitado! ¡Paraíso de los muertos
por donde se pasean los que buscan Museos!
[…]
Ahora, España, te llevamos.
Tú eres nuestra y por las buenas o las malas te violamos.
El poema “El martillo y la paz” que cierra Rapsodia euskara, vuelve a la oposición norte-sur, aunque aquí queda mucho más nítido que bajo el símbolo del Sur se esconde la cultura franquista de los años de paz, que es el verdadero objeto -pero no el único- de la crítica celayiana:
Nosotros, vascos, luchando
con el hierro, con lo terco, con el cansancio y la rabia,
y allá en el Sur los flamencos,
los enanos asexuados que gorgotean y bailan.
¿En paz? ¡En paz! Pero un vasco
como no acepta el Destino
solo encuentra luz si lucha con un furioso martillo,
porque solo combatiendo se crea la libertad
que no es nunca natural.
La libertad: Esa vida que tenemos que forjar.
En el libro Baladas y decires vascos (1965) GC proseguiría contraponiendo los dos mundos, lo vasco/norte frente a lo andaluz/sur, como hace en su poema “Canto a Lizardi”:
No canto como cantan en el Sur los poetas,
erigiéndose divos, rodeados de palmas.
Canto como cantamos los vascos sumergidos,
como ayer tú, Lizardi,
y como cantarán mañana otros hermanos,
y como yo te canto tratando simplemente
de ser puente en el tiempo.
En “Un buen día” -otro poema del mismo libro- arrecia una andanada contra todo lo que queda al sur de la frontera euskárica, en un juego de oposiciones y símbolos, donde la superioridad vasca sobresale sobre los maquetos [RAE: “Inmigrante que procede de otra región española y no conoce ni habla vasco”] “patéticos y vagos, violentos y sucios”:
Los héroes de aspaviento, Zurbarán y sus frailes,
los mil bobos de Coria, la mugre del pasado,
y esos niños del Sur que apuntan a toreros,
me hacen ver claramente que no soy como ellos.
Porque ellos no querían que yo fuera feliz.
Sencillamente limpio. O vasco. Es un decir.
Patéticos y vagos, violentos y sucios,
los maquetos pretenden engañarme. Mas veo:
Armas, polvo y sudor, ¡qué mal olía el Cid!
¡Cuánto orgullo y cerrazón! ¡Castilla para morir!
En mi país se respira más abierto y más sano:
¡La mar y la brisa limpia! ¡Euzkadi para vivir!
El poema más indigesto quizá sea el delirante “Noche de Zugarramurdi” (de Rapsodia euskara, 1961) un aquelarre en el que GC parece haberse travestido en un galtxagorri, en un demoníaco y maldicente geniecillo. Solo citaré las dos estrofas que me interesan ahora:
-¡Vean a Jaun Ramón, el sensitivo,
mirándose el ombligo entre suspiros!
¡Oh gran masturbador! ¡Oh tú, exquisito!
¡Oh padre putativo del lirismo!
El Cónsul General Don Juan Guerrero
agita como mandas el cencerro,
y acuden los cantores más ilustres
exhibiendo sus culos andaluces.
Es la gracia del Sur, la verborrea
y el verso que menea las caderas.
A título de imagen, el piropo,
y a falta de belleza, mucho adorno.
¡Vean, vean la lírica bonita,
andaluza, cobarde y señorita!
[…]
-Congregantes católicos de izquierda
en “Cruz y Raya” pre-garcilasean.
Ya pía con “Abril” un tal Rosales.
Tres minutos y doce después Bleiberg.
Luego estalla la guerra: Barro y sangre,
rabia, miedo y rubor, gangrenas-madre,
pero no se preocupen: Los poetas,
mansos hoy como ayer, hacen calceta.
¡Qué hermosa algarabía de emplumados
metidos en la jaula “Garcilaso”!
Mas algo hay que no marcha: Los cantores
se sienten más movidos que motores.
Y al llegar al soneto tres mil trece,
la máquina-Ridruejo se detiene.
Aquí se esmera GC en el pimpampum y no deja títere con cabeza. En la segunda estrofa alude a la revista de “católicos de izquierda” Cruz y Raya (1933-1936), fundada por José Bergamín, que acogió en sus páginas a muchos poetas de la generación del 27 y de la posterior (como Miguel Hernández). Neocatólico comunista, Bergamín militó en el bando republicano durante la guerra civil y, por los años en que GC escribe esta requisitoria antipoética, estaba recién regresado de su exilio. En este revoltillo también aparece otro republicano exiliado en USA, Germán Bleiberg. Cita también al amigo de García Lorca, el granadino Luis Rosales (de familia leal al golpe franquista), así como a la plana mayor de los poetas falangistas representados en la revista de posguerra Garcilaso (1943-1946) y al más conspicuo de todos ellos, el inquieto Dionisio Ridruejo, que derivaría desde el totalitarismo más recio hasta la oposición al régimen.
Si estos versos se parecen mucho a un ajuste de cuentas, donde la ironía está bien acibarada, los que le preceden regresan a la obsesión de la andaluzfobia difícilmente explicable: el murciano Juan Guerrero Ruiz (1893-1955), a quien Federico García Lorca, en su Romancero gitano, dedicó el “Romance de la guardia civil española” (A Juan Guerrero, cónsul general de la Poesía Española), fue el amigo de cantores tan ilustres como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o Antonio Machado, todos “culos andaluces”, por no referirme a culos murcianos con los que también amistó (Juan Bonafé, Ramón Gaya, Carmen Conde, José Ballester, Andrés Sobejano o Luis Garay).
Si, como apunto, es difícil entender esa ojeriza a la lírica “andaluza, cobarde y señorita”, referida a un grupo de magníficos poetas andaluces (entre los que no escasearon asesinados y exiliados), resulta aun más extemporánea la tanda de descalificaciones (sensitivo, masturbador, padre putativo…) dirigidas contra quien, sin duda, es el poeta más importante del siglo XX español, Juan Ramón Jiménez, que siempre mantuvo una posición ética inequívoca y que murió en el refugio americano. Más raro todavía si tenemos en cuenta que GC, en sus años madrileños cuando estudiaba Ingeniería, vivió en la Residencia de Estudiantes, donde hubo de relacionarse con el grupo andaluz (Jiménez Fraud, Moreno Villa, Juan Ramón, Alberti, Lorca…).
Los biógrafos de GC han llamado la atención sobre algunos puntos oscuros de la vida del poeta. Se sabe -por propia revelación- que fue capitán de gudaris en la guerra civil y que fue hecho prisionero cuando cayó Bilbao: se arrancó las estrellas para pasar por simple gudari y contempló cómo fusilaban al resto de capitanes. Llevado a un campo de prisioneros de Palencia, contó con apoyos familiares del bando franquista para poder ser clasificado como “afecto al Movimiento” y salir en libertad: el coronel de Ingenieros César Cañedo fue el que destruyó (u ocultó) su expediente y GC le pagó casándose en ese mismo año de 1937 con la hija del militar, Julia Cañedo Argüelles, de la que más tarde se separaría al conocer al amor definitivo, Amparo Gascón. Otro detalle revelado hace relativamente poco es que GC fue enrolado en el ejército Nacional como ingeniero y con el grado de teniente.
Esa actitud de converso -con ínfulas inquisitoriales a veces- que esgrime en algunos textos GC quizá debiera ser interpretada a la vista de esos datos biográficos: sospecho que hubieron de pesar en el ánimo del poeta cuando entonaba su voz disconforme, su voz más agreste y menos lírica. Da pie a esta suposición fragmentos de su libro El resto es silencio (1952) como este:
No sé qué culpa antigua me exige un sacrificio.
No sé qué me avergüenza [...]
Quiero ser en los otros. Quiero morir por algo,
perderme con provecho, descansar del que he sido [...].
Para JRJ la Residencia de Estudiantes y sus residentes siempre fueron una comunidad del espíritu, un “símbolo del amor, del compañerismo, de la vida alta y pura” y así lo vino a expresar en uno de sus textos titulado “La colina de los chopos”:
Una amorosa congregación de espíritus de oro, luciendo en paz sobre la vida.
El convencimiento de que el espíritu es tan necesario, tan necesarios sus deleites como el respirar o el comer, que el alma no es literatura, ni ciencia, ni arte, sino necesidad y deleite.
La crítica sin odio, la comprensión de lo bueno, la inutilidad de las escalas, la comprensión del ser no importa cómo ni cuánto, el amor, solo el amor.
¿He hecho con el amor de este libro mi colina de los chopos?
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