“De lo que no cabe duda es que estamos leyendo la novela de una poeta, con las constantes de estilo, temas e ideología que alimentan sus ya distinguidos y celebrados poemarios”
OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces
18/05/22. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana escribe sobre el libro de Fátima Frutos ‘La selva bajo mi piel’: “Además -marca de la casa- Fátima Frutos aprovechará para reivindicar a un plantel de mujeres más o menos invisibilizadas: la ecologista Gladis del Estal, asesinada en Tudela a sus 23 años por un guardia...
...civil en la transicional fecha de 1979; la poeta salvadoreña Leyla Quintana -seudónimo Amada Libertad- muerta en combate en 1991 a sus 21 años; o las míticas antropólogas Mercedes Doretti, Patricia Bernardi y Silvana Turner del Equipo Argentino de Antropología Forense”.
La selva bajo mi piel, de Fátima Frutos
Fátima Frutos es graduada en Trabajo Social por la Universidad del País Vasco y en Sociología por la Universidad Pontificia de Comillas, además de tener un posgrado en Políticas de Igualdad y Atención a las Víctimas. Profesionalmente ha sido trabajadora social, profesora en la Universidad Centroamericana de El Salvador (UCA) y agente de igualdad en la Comunidad Foral de Navarra. Ha presidido la Asociación de Escritores Navarros y actualmente está dedicada por entero a la literatura. Es autora de seis poemarios: De carne y hambre (2009), Andrómeda encadenada (2011, adaptada a ópera y estrenada en el Palau de la Música de Barcelona en 2021), Epitafio para una odalisca (2014), Haikus desde el río (2017), En brazos de la belleza (2018) y Monjas, putas y locas (2020). Casi todos sus libros de poemas fueron galardonados y, por seguir la costumbre, su novela La selva bajo mi piel (2022) también ha sido reconocida con el VII Premio de Novela Alberto Jovell.
Fátima Frutos es una escritora que ha confesado siempre el magisterio de varias mujeres: el de su abuela en su vida y los de Ana Rossetti, Gioconda Belli y Marcela Lagarde en su obra y en su vida. La liturgia poética del erotismo dice tenerla aprendida de Rossetti y Belli. El ejemplo de la antropóloga Lagarde ha sido fundamental para posicionarse como feminista. El título de su último poemario, que tanto parece haber molestado a los filisteos, es un guiño al título de la tesis doctoral de la mexicana Lagarde: Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas.
¿Qué novela -al menos, una primera novela- puede haber alumbrado una escritora de tanto carácter como Fátima Frutos, una poeta de la orfandad, del eros y del feminismo más acendradamente vital y literario de los últimos años? La construcción de la protagonista de La selva bajo mi piel, la periodista Libertad Arregui, encierra numerosas claves literarias y biográficas: esta Líber de papel le debe mucho al personaje -de carne y alma- que representa en la vida pública la mujer Fátima Frutos, escribidora y activista.
Si usted decide empezar la lectura de esta novela por el final, verá que estamos en medio de una pandemia global, Europa está asolada por el totalitarismo, es el año 2058 y una cineasta japonesa, Ada Kuntz Nakamura, acaba de estrenar una película Llámame Libertad sobre su abuela Libertad Arregui.
Pero si empieza por el primer capítulo, se internará en un relato de aventuras que transcurre en Centroamérica. Se encontrará en una novela histórica que narra violentos acontecimientos bien conocidos en las tres últimas décadas del siglo XX: la guerra civil de El Salvador (1979-1992). Pero lo histórico no se circunscribe únicamente a la realidad centroamericana: por solo citar algunos detalles genealógicos, el abuelo de la protagonista es un anarquista de la FAI que hizo la guerra civil con George Orwell, su padre -Txoritxu Arregui- es uno de los muchos antifranquistas torturado por el policía Melitón Manzanas y Libertad Arregui recibe su nombre del barco Liberté en el que nace cuando su madre huía a Francia.
Entonces usted comprende que está leyendo una novela política de denuncia de la masacre del río Sumpul (14 mayo 1980), de la masacre de El Mozote (diciembre de 1981) y de la matanza en la UCA (Universidad Centroamericana,16/11/1989) de seis jesuitas (entre ellos, el rector Ignacio Ellacuría) y una empleada y su hija, Elba y Celina Ramos. Todo esto lo cuentan dos aguerridos periodistas, ya que en realidad usted está devorando las crónicas de unos curiosos reporteros en territorio comanche.
De repente usted se va a caer del guindo, porque no está leyendo sino una novela de amor, de un amor que pone patas arriba algunos sacrosantos principios del patriarcado. Aunque existe un triángulo amoroso (Libertad con sus dos hombres, Imanol y Helmut), es un amor tan libre como el nombre de la protagonista, un amor con mucho goce sexual. Quizá sea más interesante la relación que establece la protagonista con su amante Helmut y con su tierno compañero de labores periodísticas, el cámara Íñigo Santaolaya. Pero también están muy presentes el amor filial, el familiar y el social -este último podría con toda propiedad llamarse hambre de justicia-. La suma de todo ello da un amor total como solo pueden mostrar las mujeres huérfanas, peregrinas e indómitas. Esas que confiesan “aprendí a renunciar a los afectos dóciles y a adoptar un modo de vida en el que el amor tuviera una pureza intermitente”.
Ahora ya está claro: lo que leemos es una novela feminista, donde -contra los mandatos de género, que clasifica el amor adulterino- se hace una defensa cerrada de las otras:
El mundo del arte está lleno de ejemplos de mujeres que amaron saltándose lo establecido. Ahí encontramos a Hannah Arendt, Jeanne Hébuterne, Mathilde Wesendonck, Alma Mahler, Ingeborg Bachmann, Henriette Vogel y tantas y tantas otras. Auténticas maestras de la renuncia todas ellas. Sabedoras de que solo reinarían en el instante, en los cortejos furtivos, en las sombras de las habitaciones, en los vitrales del deseo, en los gemidos prohibidos, en los tules rasgados, en el amor intermitente de la pasión proscrita. Y, sin embargo, cuánta belleza en sus escritos, en sus obras, en sus noches, en su amor encubierto, secreto… El mundo no sabría nunca lo que es la rebeldía en el arte y en la vida sin las otras, sin mí, sin ellas, sin las que vendrán detrás.
Además -marca de la casa- Fátima Frutos aprovechará para reivindicar a un plantel de mujeres más o menos invisibilizadas: la ecologista Gladis del Estal, asesinada en Tudela a sus 23 años por un guardia civil en la transicional fecha de 1979; la poeta salvadoreña Leyla Quintana -seudónimo Amada Libertad- muerta en combate en 1991 a sus 21 años; o las míticas antropólogas Mercedes Doretti, Patricia Bernardi y Silvana Turner del Equipo Argentino de Antropología Forense.
De lo que no cabe duda es que estamos leyendo la novela de una poeta, con las constantes de estilo, temas e ideología que alimentan sus ya distinguidos y celebrados poemarios. La preocupación por las masacres de mujeres centroamericanas apareció previamente en varios de sus poemas, como “La niña de Ilopango” (Andrómeda encadenada), “Réquiem por una madre salvadoreña” (Epitafio para un a odalisca) o “Hermanas Maryknoll” (Monjas, putas y locas).
En realidad usted leerá una entretenida novela epistolar, donde la lectura de noticias, cuadernos, mensajes y cartas, da lugar al juego temporal y espacial, al tránsito y vaivén entre tres escenarios: el momento narrado en el presente de las crónicas de guerra de Libertad y su cámara en El Salvador; el momento futuro del hijo narrado en el presente de un Asier/Telémaco en busca de Helmut/Ulises por Francia y Alemania; y, finalmente, el tortuoso origen familiar y decurso vital de Libertad Arregui que ha dejado por escrito para su hijo y su amante, y que ellos leerán tras su muerte.
Así que lo que acabaremos leyendo es una novela de cine, la historia de una película futurista, tal como ya anuncia en el final del libro, cuyo título es Llámame Libertad.
Hace un año acabé mi prólogo a Andrómeda encadenada con estas palabras y si las reitero ahora es porque, tras la lectura de La selva bajo mi piel, percibo la misma sensación de un discurso tan vital, poético y coherente, trátese de un poema o de una narración larga:
En un incesante proceso de visibilización humanizadora, Fátima Frutos da nombre a estas mujeres, luego las revive y actualiza otorgándoles voz y, finalmente, al convertirlas en espejos de sí misma, en médiums, pone en marcha el discurso de una sentimentalidad poética, política y feminista. Una escritura que se rebela y que desvela, una novela necesaria.
Puede leer aquí los anteriores artículos de Miguel A. Moreta Lara