“Una paella para Charlie Chaplin es también -y sobre todo- un espléndido homenaje, en un ejercicio de inteligencia metaliteraria, a esa actitud que buscó elevar nuestras vidas a través del humor”
OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces
29/06/22. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana escribe sobre el libro Una paella para Charlie Chaplin, del periodista de La Opinión de Málaga y escritor malagueño Alfonso Vázquez: “Sorprende y reconforta leer a un escritor como el malagueño, quien reúne en su persona y en su literatura una dosis masiva de gracia, ingenio y bonhomía,...
...tres ingredientes que informan toda su obra: artículos, relatos, ensayos y novelas”.
Alfonso Vázquez, un brillante humorista
En este país de María Santísima, en el que los letraheridos asumimos la parte alícuota de malaleche con que el hado nos ha maldecido, sorprende y reconforta leer a un escritor como el malagueño Alfonso Vázquez, quien reúne en su persona y en su literatura una dosis masiva de gracia, ingenio y bonhomía, tres ingredientes que informan toda su obra: artículos, relatos, ensayos y novelas. Entre los títulos más celebrados mencionaré Teoría del majarón malagueño (2007), Viena a sus pies (2010), Livingstone nunca llegó a Donga (2011), Lo que esconden las islas (2013), Crimen on the Rocks (2014), La invasión de los hombres loro (2016) y El fantasma de Azaña se aparece en chaqué (2019). Los tres últimos forman una exitosa trilogía cuyas tramas se ubican en San Roque on-the-Rocks, una imaginaria colonia española en Gran Bretaña.
Su última novela, Una paella para Charlie Chaplin (Reino de Cordelia, 2022), transcurre en el Hollywood de los treinta. El argumento, como en otras narraciones de Vázquez, es tan metaliterario como absolutamente real: el desembarco de una troupe de artistas españoles contratados por una de las grandes productoras de la meca del cine, donde interactuarán con el productor Louis B. Mayer (uno de los fundadores de la Metro, la del león, la MGM [Metro-Goldwyn-Mayer]) y otros personajes míticos (Charlot, los Marx, William Randolph Hearst, etc.). El grupo español, dirigidos por Edgar Neville, lo constituían -además de Neville- Luis Buñuel, José López Rubio, Antonio de Lara Tono, Enrique Jardiel Poncela y Rosita Díaz Gimeno. Eso son los que viajan en la novela de Alfonso Vázquez, aunque en la vida real fueron algunos más. En cualquier caso, demasiado talento junto, que Vázquez sabe aprovechar para construir un relato donde se conciertan la poesía y el juego, la farsa y la historia, la invención y la alta comedia.
Aunque cada uno de esos seis artistas ya es un mundo y daría cada uno para un libro, sospecho que, al agavillarlos en una narración, Vázquez pretende homenajear en conjunto a la otra Generación del 27, cuyo maestro fue, como es sabido, el gran don Ramón Gómez de la Serna.
Si el humorismo era una de las señas de identidad de la canónica, famosa y feliz Generación del 27, hubo una parte de ella no tan visible, que hizo del humor casi una profesión y que creció en torno a las revistas Buen Humor (fundada en 1921 por el caricaturista Sileno), Gutiérrez (fundada en 1927 por K-Hito), La ametralladora (fundada en1937 y dirigida por Miguel Mihura) o La codorniz (fundada en 1941 y también dirigida por Miguel Mihura). El destino de esta “otra generación”, vanguardista, moderna y surrealista fue -tras probar suerte en Hollywood- el teatro y el cine nacional en los duros años de la posguerra civil, cuando estalló la paz. Uno de los integrantes del grupo, el dramaturgo José López Rubio es precisamente el creador de esa discutida denominación en La otra Generación del 27, el hermoso discurso de ingreso en la Real Academia (el 5 de junio de 1983), dedicado a agasajar a sus cuatro compinches literarios: Tono, Jardiel Poncela, Edgar Neville y Miguel Mihura.
Una paella para Charlie Chaplin es también -y sobre todo- un espléndido homenaje, en un ejercicio de inteligencia metaliteraria, a esa actitud que buscó elevar nuestras vidas a través del humor, incluso durante la guerra civil y en los años de plomo del franquismo. Pero, a la vez, Vázquez consigue contarnos la película de Hollywood en esos tiempos tras el colapso del crack del 29, señal de salida de los happy twenties, y comienzo de la esperanzada y turbia década de los años treinta. Lo lleva a cabo, en un virtuoso ejercicio de cinefilia, a través de un auténtico festival de cameos, homenajes y guiños que llenan las páginas de su libro con el más civilizado y rítmico sentido del humor que uno haya podido leer en mucho, mucho tiempo.
La relación de los artistas y escritores españoles con el cine guarda muchas sorpresas. Al hilo de las estrellas hollywoodenses, cuyas vidas, amores y trabajos recaen en la fina retranca de Alfonso Vázquez, me vinieron a la memoria aquellos dos tomos que publicó el raro cineasta underground Kennet Anger, Hollywood Babilonia (1985) y Hollywood Babilonia II (1986), donde levanta acta de la oscura trastienda de la fábrica de sueños. En esos años dorados, la chismografía sobre Hollywood causaba furor y sus principales papisas fueron las periodistas Hedda Hopper (que tan mal se lo hiciera pasar a Charlie Chaplin) y Louella Parsons. Por cierto, les recordaré que el primer tomo de Hollywood Babylon, esa biblia de la maledicencia, lo tradujo al español el periodista malagueño Jorge Fiestas [Bonitz], gran amigo de Ava Gardner y un referente de la movida madrileña.
Aunque acabo de citar a un trío de chismógrafos de Hollywood, nada tiene que ver la novela de Vázquez con el estilo de serpiente venenosa de Anger o de Hopper. En el escritor malagueño, por decirlo con las palabras con las que López Rubio intentaba definir una obra de Edgar Neville: “Hay un pulso de contención para librarse de todo lo que pudiera ser excesivo. Sin una concesión, sin un mal gusto, sin un mal gesto ni un mal modo”. Lo de Vázquez, como decía Mihura para definir el humor, es un capricho, un lujo, comprender el revés de todo.
De todos los personajes que trae al retortero el autor, me quedo con dos. El primero es el director Alfred Hitchcock, al que Vázquez hace objeto de una endiablada e irónica permanente broma, haciéndole experimentar a lo largo de todo el libro (páginas 61, 70, 117, 157, 163, 192, 234) escenas míticas de las obras maestras que filmará en el futuro. Aunque toda la novela se mueve en el delicado y sostenido nivel de la sonrisa, esta deviene risa abierta en ocasiones como la escena de la ducha con Luis Buñuel y el británico genio del suspense. El segundo personaje fascinante es el de la actriz Rosita Díaz Gimeno, de la que parece enamorarse (en la ficción de la novela) Chaplin y (en la ficción del “se dice” de la vida real) Luis Buñuel. Esta actriz triunfó en el cine y en el teatro de España, Nueva York y México. Según Román Gubern, fue “la sonrisa de la República” en los treinta, un verdadero icono (a la altura glamurosa de Imperio Argentina) de artista de vanguardia y mujer progresista en sus ideas acerca del divorcio y el aborto: el silencio y el borrado de la cultura franquista se encargarían de invisibilizarla, como a muchas otras. Antes de exiliarse, se casó con el doctor Juan Negrín (hijo del presidente de la República, del mismo nombre).
Neville es el personaje clave de todo el libro: mientras lo leía vivir y hablar por el arte de Vázquez, no podía dejar de pensar en las estupendas películas que, al terminar la guerra, siguió haciendo. Recordé también la anécdota que cuenta Emilio Sanz de Soto, en un artículo muy significativamente titulado “Edgar Neville: ni comunista ni fascista, sino todo lo contrario” (1999) sobre el filme Frente de Madrid (1939) donde cuenta el final de un miliciano y un “nacional” que mueren abrazados. Neville tuvo que rehacer ese final, porque le dieron a entender que, de reconciliación, nada. Esa escena me llevó a un magnífico relato corto de apenas dos páginas escrito por el amigo de Neville, Charlie Chaplin, ambientado en la guerra civil española y en el que un brillante humorista va a ser fusilado por un pelotón comandado por un oficial amigo suyo. Les recomiendo su lectura (es fácil encontrar varias traducciones en la red): se titula “Ritmo, una historia de hombres en un movimiento macabro” [Rhythm: A Story of Men in Macabre Movement] y fue publicado en enero de 1938 por la revista Script magazine.
Les pido disculpas por meter demasiado la mano en el cesto de cerezas literarias y vuelvo a Alfonso Vázquez. Hay un elemento muy difícil de precisar y de conseguir en esta novela: su estilo de frase corta, inquieta y transparente invita al paseo por unas páginas que emanan una atmósfera de levedad, como ocurre en las obras de Mihura, inmerso en un ambiente de otro mundo, donde la felicidad y el buen humor es lo cotidiano, donde las palabras tienen un sentido diferente al del diccionario, donde es posible reírse de Einstein tocando al violín el “Zapateado” de Sarasate, donde el dibujante Tono le hace una paella a Chaplin, donde los amigos entonan a voz en grito “Valencia” del maestro Padilla o donde Neville le indica a su amigo Charlot que la música que le conviene a su filme Luces de la ciudad (1931) es “La violetera”. Si quieren ustedes darse un garbeo por la edad de oro, sumérjanse en este libro irresistible.
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