“En ocasiones es una simple petición de que conteste a la carta enviada, pero en la mayoría de las veces, Berrada insiste en el escribir como medio de elevarse del melancólico contexto en que (mal)vive Chukri”

OPINIÓN. El lector vago. Por 
Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces


13/07/22. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana escribe sobre los intercambios epistolares entre los escritores marroquíes Mohamed Chukri y Mohamed Berrada: “En la lectura de estas cartas, me ha chocado que Berrada adopte un tono un tanto magistral, siempre protector y cariñoso, con el amigo que habita...

...el infierno de Tánger. Berrada, un eterno viajero -casado con una diplomática palestina-, casi siempre escribe desde el extranjero, mientras que Chukri se resiste a abandonar su Tánger y sus cafés”.

Chukri, ¡escribe!

En mi primer año de universidad, uno de aquellos inefables catedráticos de filosofía explicaba el marxismo y el psicoanálisis (por separado, claro). Todavía no había muerto (y aún se siente su aliento) el pequeño gran dictador, así que es fácil suponer que, si esos dos diabólicos conceptos entraban en un programa oficial de estudios superiores, era con aviesas intenciones: exactamente igual que ocurre cuando el clero trata el divorcio, el aborto o las relaciones sexuales, temas en los que son expertísimos. Como les contaba, aquel pedagogo peroraba contra el filósofo alemán y un estudiante novato lo interpeló tímidamente: "¿Ha leído usted alguna obra de Marx?". La respuesta doctoral fue fulminante: "No. Ni falta que hace". Pasaron los años y, habiéndome convertido en profesor, volví a escuchar la frasecita del nifaltaquehace en boca de algún que otro docente que explicaba en sus clases el Quijote sin haberlo leído. Un amigo crítico me comenta la existencia de escribidores de éxito que no leen o que no saben leer, seguramente ni falta que les hace.


Esos tibios antilectores los evoqué al transitar las cartas que se cruzaron dos grandes escritores marroquíes que, además, fueron grandes lectores. Mohamed Chukri (1935-2003) y Mohamed Berrada (1938) mantuvieron una correspondencia entre los años 1975 y 1997, publicada en 2000 en árabe bajo el hermoso título de Ward wa-ramad: rasa’il y recientemente vertida al francés por el poeta Mohamed Hmoudane. El epistolario Roses et cendre: Correspondances (Les Infréquentables, 2021) es una ocasión propicia para asistir al encuentro íntimo de dos de los más importantes narradores marroquíes del siglo XX, sobre todo si tenemos en cuenta que, como indica en su prólogo el mismo Berrada, “en nuestra tradición, la correspondencia entre amigos creadores es rara, incluso inexistente”. Pero no solo la tradición literaria marroquí es “rara” en este sentido: los años en que tiene lugar el intercambio de cartas son de un inexcusable interés social y político, no solo literario, y si a esto añadimos el perfil de los dos creadores concernidos, resulta atípico que este libro se haya demorado dos décadas en ser traducido del árabe a otra lengua.


En la lectura de estas cartas, me ha chocado que Berrada adopte un tono un tanto magistral, siempre protector y cariñoso, con el amigo que habita el infierno de Tánger. Berrada, un eterno viajero -casado con una diplomática palestina-, casi siempre escribe desde el extranjero, mientras que Chukri se resiste a abandonar su Tánger y sus cafés. Hay una carta muy curiosa escrita por Berrada desde Valencia, adonde ha acudido a un encuentro de escritores del Mediterráneo (noviembre de 1982), en la que anima a Chukri a compartir su vida con España: “Ici, je sens, nous sentons et l’Espagne nous fait sentir que la vie est susceptible d’être différente du Maroc”. Chukri, por su parte, suele escribir desde la mesa de un bar y relata al amigo sus problemas financieros y de salud. En una comunicación le participa su despido de la emisora MEDIL 1 -donde colaboraba con charlas literarias- y cómo poco después le enviaron un emisario para ofrecerle entre 15 y 20.000 dirhams, pero Chukri, orgulloso, exige 70.000 y exclama:

Si le directeur es Corse, moi je suis Rifain! S’il est un descendant de Napoléon, moi je suis un descendant d’Abdelkrim Al-Khattabi!

La reflexión sobre la escritura y los manuscritos de las obras de ambos creadores constituye una parte importante de las cartas, aunque me gustaría destacar algo que ya sabíamos, pero aquí está la prueba: Chukri era un lector voracísimo, lo hacía sin parar (en árabe, francés, español e inglés) y en estas cartas deja larga constancia de sus amores literarios. Por ejemplo, en una misiva de febrero de 1982 dice que está leyendo Juan sin tierra de Juan Goytisolo, Procès verbal de Le Clézio y la biografía de Dostoievski. El placer de la lectura y los títulos son constantes en las cartas, así como la expresiva contradicción del escritor que prefiere leer, que le aflige escribir y confiesa: “Rehúyo a quienes me preguntan si sigo escribiendo”.


Otra escritora de éxito en este siglo XXI, premio Nadal en 2021 con El lunes nos querrán, es la amazigh-catalana Najat El Hachmi (1979), que también suele dejar muchas trazas en sus obras de una muy definida pasión lectora. En estos días que pasé en Nador he leído El último patriarca (2008), una novela de la inmigración que anuncia ya en su título el compromiso feminista de la autora. Encuentro similitudes entre esta obra y la que encumbró a Chukri, Al-jubz al-hafi [El pan a secas (1973)], como por ejemplo el retrato demoledor del padre/patriarca maltratador y asesino, pero también diferencias esenciales: el relato de Chukri posee la intensidad autobiográfica de lo real, en tanto el de El Hachmi no evita el peso de una cierta atmósfera orientalista. Uno parece escribir solo para su gente y consigue una obra universal, en tanto la otra parece dirigirse a los europeos indagando en la zona fronteriza de una nueva identidad afroeuropea. En cualquier caso, El Hachmi -como ha sugerido Cristián Ricci[1]- pertenece al grupo de las pioneras que, como Fatema Mernissi o Assia Djebar, exploran nuevos mundos.


Regreso a Roses et cendre, un libro para berradianos y chukrianos, para investigar y curiosear, para lectrices felices y para relectores. Berrada, en una carta de noviembre de 1982, no se ahorra celestineos dedicado al amigo Chukri, como este:


Tu as besoin de connaître la vraie femme, concrètement, qui a son existence propre, son être et ses désirs. Une femme qui te traiterait avec la même logique, ce qui n'est possible, dans ton cas, qu'en dehors du Maroc. Ailleurs, tu pourras te nourrir et régler ton rapport à la femme qui habite les profondeurs de chacun de nous. [Necesitas conocer a la mujer real, concretamente, con su propia existencia, su ser y sus deseos. Una mujer que te trataría con la misma lógica, que solo es posible, en tu caso, fuera de Marruecos. En otro lugar, podrás alimentarte y regular tu relación con la mujer que vive en lo más hondo de cada uno de nosotros.]

Muchas de las cartas de Berrada ejercen de Pepito Grillo y acaban con un admonitorio: ¡Escribe! En ocasiones es una simple petición de que conteste a la carta enviada, pero en la mayoría de las veces, Berrada insiste en el escribir como medio de elevarse del melancólico contexto en que (mal)vive Chukri. Entiendo y comparto la aflicción de Chukri, la resistencia a esa voz femenina en tu oído que dice “¡levántate y escribe!”. En solidaridad con Chukri, me niego a escribir -hasta septiembre- y me permito un consejo: ¡no escriban! Pero lean, lean a escritores clásicos del siglo XX como Fatema Mernissi, Mohamed Chukri, Mohamed Berrada, Abdellatif Laâbi, Abdelkebir Khatibi o Abdelfattah Kilito, y también a los recientes como Laila Lalami, Leïla Slimani, Najat El Hachmi o Mohamed El Morabet…

[1]L'ultim patriarca de Najat El Hachmi y el forjamiento de una identidad amazigh-catalana”, en Journal of Spanish Cultural Studies, marzo 2010.

Puede leer aquí los anteriores artículos de Miguel A. Moreta Lara