“El quiebro final de Tequila de mujer es mostrar los entresijos de un producto cuidadosamente elaborado: una mujer, una mujer de tequila, hecha como el tequila, ese arte que procede del fondo de una tierra secular, rabiosa y dulce”
OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces
20/02/23. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana habla sobre la escritora Rosa Seco: “Hay un aspecto menos público de la personalidad de Rosa y es su aplicación a la escritura literaria que en cortas autoediciones (y cultivada muy de vez en cuando) regala a los amigos. Durante mi estadía en México, además de acompañarla...
...en el convivio de su mesa -que ella ha convertido en un arte exquisito-, tuve la suerte de recibir y leer dos libros bien interesantes”.
Los libros de Rosita
Rosa María Seco Mata se formó como matemática en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y, previamente, había egresado del mítico Colegio Madrid, fundado por el exilio republicano español en México. Hija del último alcalde republicano (PSOE) de Barbastro, José Seco, y de la aguerrida doña Águeda Mata Torres -a quien tuve la fortuna de conocer en México ya nonagenaria-, Rosa Seco ha tenido una dilatada carrera académica y también en la gestión educativa desarrollaría una encomiable labor durante la etapa, como Rector de la UNAM, del biólogo y ecólogo José Sarukhán, en el período 1988-1996, en el que se desempeñó como Coordinadora de Asesores. Sarukhán dejó cumplido testimonio de ello en Desde el sexto piso (escritas con la colaboración de Rosa María Seco Mata, México, 2017), sus memorias del importante proyecto de academización de la UNAM llevado a cabo con el apoyo de un plantel de decisivos coagentes, entre los que destacaré a Rosa Seco, Gonzalo Celorio y Tomás Garza.
Hay un aspecto menos público de la personalidad de Rosa y es su aplicación a la escritura literaria que en cortas autoediciones (y cultivada muy de vez en cuando) regala a los amigos. Durante mi estadía en México, además de acompañarla en el convivio de su mesa -que ella ha convertido en un arte exquisito-, tuve la suerte de recibir y leer dos libros bien interesantes. El primero fue una novela negra, Complot presidencial (México, 1999), que leí de corrido, donde se da voz a una protagonista, Carmen Rojas, una joven independiente mexicana titulada en economía que va a doctorarse en ciencias políticas a Oxford y luego regresa a su país para cambiar de profesión, meterse a periodista, enamorarse y verse enmarañada en una trama política.
El segundo libro es un pequeño gran libro, El recetario de mi vida (México, 2006). El subtítulo aclara: Recetas de Águeda Mata Torres compiladas por Rosa María Seco Mata. En realidad, se trata de unas memorias que, narradas por la voz de su madre Águeda, Rosa fue trasponiendo al papel. Como ya queda apuntado más arriba, Águeda, nacida en 1916 en Castejón de Sobrarbe, se casó con el joven viudo José Seco. Después del comienzo de la Guerra Civil, Águeda -con una hija de corta edad- pasó a pie los Pirineos con otros refugiados, acabando en Ternier d’Agenais (en la frontera francobelga), mientras que su marido estaba internado en un campo de concentración del sur de Francia. La familia alcanzó a reunirse, regresar a Barcelona para seguir luchando y, tras la caída de la República, huir de nuevo a Francia. Desde allí pudieron tomar el 14 de abril de 1942 el carguero Marechal Lyautey, en el que hicieron la travesía Marsella-Casablanca, para arribar en el Nyassa al puerto de Veracruz el 22 de mayo. Ya en México, la tierra de la esperanza, nacería Rosa.
Si el procedimiento utilizado (memorias de una exiliada republicana anciana comunicadas a un familiar, en este caso a la hija) me recuerda a otro gran libro, el de las memorias de la poeta Concha Méndez recogidas por su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre (Memorias habladas, memorias armadas, Madrid, 1990), estos recuerdos de Águeda Mata, entreverados de felices recetas y acopiados tan elegantemente por su hija, tienen todo el sabor de lo auténtico y de la plena conciencia de lo vivido:
Nadie se asombre de que mis memorias no sean más que un simple recetario gastronómico y que no por ello dejen de ser un testimonio de un siglo, el siglo XX, lleno de avances y retrocesos. Me tocó vivir, desde mi trinchera -la cocina-, una guerra cruenta entre mis hermanos, huir a salto de mata, perder patria y familia, vivir la angustia de los prolegómenos de una nueva contienda bélica mundial, sufrir un exilio y salir con vida de este periplo para volver a construir otra a partir de la nada. No reclamé condecoraciones ni honores por mi valentía, mi entereza, mi entrega; simplemente ahí estuve, al igual que tantas amas de casa que forman el más digno de los regimientos.
Hace unos meses Rosa Seco publicó su segunda novela (Tequila de mujer, 2022). Una narración, creo yo, bastante emparentada con Complot presidencial, aquella primera novela negra. La similitud se evidencia en el dibujo de su protagonista, Marina, muy parejo al de aquella Carmen Rojas: joven universitaria, ambiciosa, metida a periodista, se enamora de un hombre casado y resulta incursa en un complot. Esta nueva novela, además, recicla un capítulo de la primera: el del accidente criminal. Pero esta última obra aporta una doble novedad: la protagonista investiga a una empresaria con vistas a escribir una biografía -en eso consiste el grueso de la novela- cuyo punto de partida es un pequeño, suculento y juguetón ensayo sobre el tequila:
Más allá de que sea un símbolo nacional, emblemático, igual que el champagne puede serlo para los franceses y el vodka para los rusos, el sorbo de tequila es sugerente de un mundo único orquestado por mariachis, coloreado por pinceles de tonos fuertes, alumbrado por el sol del mediodía, con olor a tierra mojada y con regusto al agave azul mexicano. El tequila es portador de alegría y tristeza, de fraternidad y enemistad, de júbilo y desazón: si tienes estrés, tómate tres; si no tienes remedio, litro y medio.
En esa doblada invención (una biografía y un pequeño tratado tequilero) reside el encanto de esta novela. El quiebro final de Tequila de mujer es mostrar los entresijos de un producto cuidadosamente elaborado: una mujer, una mujer de tequila, hecha como el tequila, ese arte que procede del fondo de una tierra secular, rabiosa y dulce.
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