“La imprenta, la letra y su difusión tiene aquí su templo más asombroso. No hay un solo aspecto del hecho escriturario que no esté atesorado en esta casa”

OPINIÓN. El lector vago. Por 
Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces


20/03/23. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana comparte un pequeño viaje de invierno: “A pesar del frío, otro día soleado nos escolta en el disfrute de un paseo por la orilla del río -animado de ocas y patos- que baña el pueblo más antiguo de Luxemburgo y en la ronda por sus antiguas murallas medievales, por la imponente...

...abadía y por la basílica, en cuya cripta se venera al santo Willibrord”.

Pequeño viaje de invierno (I)

Para Julia Moreta y Dominik Niemann

La llegada desde Málaga a Frankfurt Hahn, un aeródromo militar reconvertido en aeropuerto alternativo para vuelos low cost y aviones cargo, da la medida de un viaje encantador y minimalista, a caballo de un gélido final de febrero y un comienzo preprimaveral de marzo. Para recomponerse del cambio de temperatura nos ofrecen -el local es la antigua estación ferroviaria- un plato típico (cuyos ingredientes omito para no desalentar a mis improbables leyentes animalistas) regado con cerveza Bitburger en el pueblito Bernkastel, en la ribera del río Mosel sembrada de viñas. Los esqueletos de las vides semejan letras kana de la escritura japonesa en la fría página azul de esta tarde transparente. Pienso en que un buen vaso de glühwein [vino caliente] me caldeará las neuronas.


En la raya fronteriza se encuentra Echternach, donde pernoctaremos durante nuestra estadía luxemburguesa. Nuestros anfitriones nos ofrecen un delicioso bulgur con verduritas, una ensalada de canónigos con burrata y una turbia rubia norteña, la Störtebeker (Atlantik-ale). El día siguiente se lo dedicamos a una de las más antiguas ciudades de Germania, Tréveris [Trier, en alemán], una fundación romana, que, además de unas termas, conserva una imponente Porta Nigra y otros monumentos visitables. Fue, por otra parte, el lugar de nacimiento de uno de los pensadores más decisivos de los últimos doscientos años, Karl Marx, cuya casa natal alberga un museo dedicado a su obra y a sus ideas. Una muestra muy pedagógica de las doctrinas de un filósofo arropado, corregido y mantenido por cuatro mujeres (su cónyuge Jenny von Westphalen y sus tres hijas -Jenny, Laura y Eleanor-) y un amigo (Friedrich Engels). Entre tanto elemento abstracto, resultan conmovedores el beato sillón donde leía Marx y los sólidos bustos que lo representan en el jardín de la casa. Nos iremos a la cama después de disfrutar un aromático shakshuka acompañado de una sureña bávara, la dunkel Kloster Scheyern.

A pesar del frío, otro día soleado nos escolta en el disfrute de un paseo por la orilla del río -animado de ocas y patos- que baña el pueblo más antiguo de Luxemburgo y en la ronda por sus antiguas murallas medievales, por la imponente abadía y por la basílica, en cuya cripta se venera al santo Willibrord. Atravesamos caminando el puente sobre el Sauer que nos lleva a Echternacherbrück, en territorio alemán: un sendero permitiría llegar a la capilla de San Liborio, pero es tan empinado que desistimos de ascenderlo para poder contemplar la mejor vista -dicen- sobre Echternach y su río. Mi profunda vagancia me reconduce a la plaza del mercado a repararnos, en un pequeño café regentado por un italiano, con una rubia Diekirch y una tarta de manzana pecadora. Naturalmente brindo por Liborio, santo que me descubrió el librero Max en su librería El Hallazgo de Ciudad de México y bajo cuya advocación asenté mis libros desde entonces. Regresando a la abadía -que ya no lo es-, pienso en lo importante que fue su scriptorium durante el renacimiento carolingio y los maravillosos manuscritos que produjo en esa época dorada: allí se formó Alcuino de York -el consejero de Carlomagno- y parece que ese lugar fue decisivo en el proyecto de escritura universal que supuso la creación de la letra minúscula carolingia: eso nos enseñó María Soterraña Martín, nuestra animosa profesora de Paleografía en la universidad de Valladolid. La basílica de Echternach es mundialmente conocida hoy porque aquí tiene lugar la célebre procesión danzante, declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.


En la cuarta jornada de este viaje, nos sumergimos en la ciudad de Luxemburgo, donde dicen que de cada cinco habitantes uno es millonario. Es una de las capitales del europeísmo más simbólico y caviar (haga sonar el Money de Pink Floyd o el de Ebb&Kander interpretado y bailado por Joel Grey y Liza Minnelli). Tras las visitas a un café, al Museo Nacional, a una pastelería rococó y a un restaurante de pizza y raviolis con ricota, el viajero consigue llegar a la noche sin arruinarse, gracias a que el transporte público es gratuito para todos los usuarios en todo el territorio luxemburgués. El vaivén entre la ciudad baja y la ciudad alta regala lindas vistas sobre sus barrios. Una de las caminatas por el viaducto te conduce a la catedral, una Notre-Dame chiquita. No es cierto que haya más bancos y fondos de inversión en Luxemburgo que luxemburgueses, pero se acercan bastante, y tampoco es cierto que no haya pobres: se ve algún que otro mendigo en las tranquilas y elegantes plazas del centro de la ciudad. Por señalar algún efecto atractivo del poderío financiero de este paraíso, hay que reconocer que ha permitido eclosionar la rabiosa y elegante arquitectura de una ciudad moderna con bibliotecas, universidades y auditorios espectaculares.

Cuando arribamos, orillas del majestuoso Rin, a Maguncia [Mainz en alemán] y tras la visita al museo Gutenberg -una experiencia iniciática- y un posterior almuerzo germano rematado por un imponente apfelstrudel, decido reescribir dos viejos proverbios latinos: el In vino veritas [“Im Wein liegt die Wahrheit”] por “In cervesia veritas” (mientras degusto una negra Krusovice) y el In principio erat verbum por “In principio erat Gutenberg” (mientras asimilo lo que exhibe la colección Gutenberg). La imprenta, la letra y su difusión tiene aquí su templo más asombroso. No hay un solo aspecto del hecho escriturario que no esté atesorado en esta casa: el papel, las tintas, la encuadernación, los diferentes tipos de imprenta y su evolución hasta la actualidad, técnicas y grabado de la escritura oriental, carteles, impresos, biblias, exlibris… La galaxia Gutenberg que alberga esta muestra exige demoradas y repetidas visitas para poder aquilatar su conjunto, tan material como trascendente. Como es sabido, el éxito de la revolución protestante que inició Lutero se explica, en gran medida, a partir de la milagrosa difusión de sus escritos por la nueva imprenta de Johannes Gutenberg.


Me entero de que justo ayer murió en su ciudad la gran dama de las letras luxemburguesas, la Premio Goncourt Anise Koltz (1928-2023), escritora y traductora en francés y alemán. Un par de muestras de su poesía escueta, mínima, esencial:

Marcher pieds nus
dans le poème
pour ne pas agiter
le silence
accroché à chaque mot

[Caminar descalza
por el poema
para no agitar
el silencio
enganchado a cada palabra]

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Les sables dévorent le désert

Je lègue ma carcasse aux rapaces
au vent qui léchera mes os
au soleil qui les croquera

[Las arenas devoran el desierto


Lego mi cadáver a las aves rapaces
al viento que lamerá mis huesos
al sol que los triturará]

[Continuará]

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