OPINIÓN. Relatos torpes. Por Dela Uvedoble
Hilvanadora de historias
06/03/20. Opinión. La escritora Dela Uvedoble continúa su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con dos relatos acompañados de una imagen cada uno. Esta hilvanadora de historias nos regala todas las semanas dos textos con su imagen correspondiente dentro de la sección Relatos torpes. Hoy nos ofrece ‘Primera y última (1950)’ y ‘Error de embalaje’...
Primera y última (1950)
En su casa trabajaba bordando ajuares para uno de los más exquisitos comercios del ramo.
Le llevaban los lienzos ya cortados. Hilo, holanda o felpa se convertían por la gracia de sus manos en prendas extraordinarias.
Desde las seis de la mañana hasta mediodía pasaba dándole al pedal de la máquina de coser, acompasando el triquití, triquitó con el bullir del puchero puesto a la lumbre.
Luego echaba un lienzo sobre la labor y emprendía los quehaceres domésticos.
Remangada limpiaba la ventana que daba al corredor mientras canturreaba zarzuelas con voz entrecortada por el esfuerzo.
Al mover los torneados brazos se agitaban sus senos y las redondeces de las nalgas. Alzada sobre los tacones de garrucha, con la falda de capa ciñendo las caderas parecía una diosa proletaria.
Un vecino anciano siempre la requebraba: “Paquita, ía, que hacendosa é osté”.
Ese día subiendo las escaleras la encontró tan hermosa que le salió del alma decirle, “¡Chiquilla que bien le sienta esa farda!”.
Su esposo que justamente venía detrás oyó la galantería.
Nada dijo pero cogió a Paquita del brazo arrastrándola dentro de la vivienda, cerrando la puerta tras ellos.
Con faz desencajada la apabulló “¿que tienes con er vieo?”.
-“¿Estáh chalao, que voy a tené? ¡ná!”.
-“¡Mentira!”, gritó muy alto cerca de su cara, salpicándola de rabia y saliva, anudando sus manos al cuello y apretando con fuerza. Ni la mirada de asombro más que miedo de esos ojos que tanto decía amar le paraban.
Jadeaba la mujer hasta que la rabia se impuso al estupor.
Nunca la había tratado así.
Paquita le sacaba una cabeza y era fuerte, así que le dio un empujón y lo tiró de culo.
Sobre el damero de baldosas quedó el hombrecillo.
Del costurero sacó las tijeras de sastre, grandes como las tenazas de un demonio, levantándolas sobre él.
-“¡Como me guervas a poné la mano encima te la jinco, por mih muerto!”, escupió besándose los dedos en cruz.
Una amazona no hubiese tenido más arrojo.
El vencido, más avergonzado que furioso, avanzó a trompicones hacia la puerta, al abrirla encontró medio corralón apiñado fuera.
Ella, recomponiéndose, lo despidió como si nada.
-“...Que no se te orvíe lo que teencargao. ¡Con Dió!”.
Y volviendo el espléndido pandero a sus vecinos siguió limpiando los cristales.
Error de embalaje
Me encuentro a una conocida perdida hace años que me invita a un café. Me da cosa negarme porque la intuyo nerviosa, con ganas de hablar así que aparco mis asuntos y la sigo.
Entramos en la cafetería, hace destemplanza en la terraza callejera, acomodándonos en un rincón discreto.
Ella pide una tila con dos sobres y yo también. “¿Nada más?” pregunta solícito el camarero, “Bueno, si, un mollete con aceite que no he desayunado” pide mi encontrada.
Después de los “¿como estas?” de rigor empieza a hablar erráticamente hasta que llega lo pedido, luego hace pucheros y se pone a llorar.
-“Niña, ¿que te pasa?” Inquiero preocupada.
Se sorbe los mocos dando un mordisco al pan. El aceitillo le chorrea por las comisuras antes que los lagrimones se despeñen barbilla abajo. Gimotea con la boca llena.
-“Que mi hijo se ha echado novia... que no es ni hombre ni mujer, que no se ni como se le dice a “eso”. ¡Adiós a los nietos y a casarse como Dios manda!, porque yo no voy a ir a esa... boda, esa... ¡atrocidad!...”.
Sigue diciendo cosas que me dejan asombrada. ¡Pero si era la progre del barrio! Claro que no es lo mismo cuando la modernez le toca a una.
Me bebo la tila mientras pienso como contestarle sin decirle que es gilipollas. En mis revisiones del reuma comparto sala de espera con pacientes para cambio de sexo.
Las veo allí, algunas con su madre otras con amigas, asustadas y dispuestas a pasar por filtros que le autoricen una operación más, recetas de hormonas... Esperanza.
Los pañuelos son estupendos para ocultar la nuez chivata y el poco pecho. La voz, la altura, la fina cadera los delata.
Siempre me sorprende lo maravillosamente que van calzadas. Tacones altísimos como reivindicación de la feminidad exterior negada por natura. Esta se equivocó al embalar sus almas, si ahora hay remedio bendito sea.
Recordé “La chica danesa”. A todas ellas les deseo mejor destino, para mi son más mujeres que la que tengo delante, lloriqueando sin parar de tragar e incapaz de apoyar la decisión de su propio hijo, aunque la crea errada.
Por el puto que dirán.
Me levanto y simulo prisa. Ella se queda descolocada.
Pago en la barra.
Mi encontrada ya tiene bastante con su miseria moral.
Puede leer aquí anteriores entregas de Dela Uvedoble:
- 02/03/20 ‘Blas Infante’ y ‘Amo’
- 21/02/20 ‘Morado y carnal (1932)’ y ‘Carnestolendas (2020)’
- 14/02/20 ‘Amor memorable (1950)’ y ‘Sexo, autoengaño y Tinder’
- 07/02/20 ‘Medio médium’ y ‘Abierto por obras’
- 31/01/20 ‘Graduación’ y ‘Los miauserables’
- 24/01/20 ‘Pedro Pan’ y ‘Ataduras’
- 17/01/20 ‘La sota de bastos (1905)’ y ‘Todo calculado’
- 10/01/20 ‘Sueño oriental’ y ‘Donde las dan...’
- 20/12/19 ‘Cifras y letras gordas (1985)’ y ‘Buenanoche (Un corralón de Málaga, 1910)’
- 13/12/19 ‘Ojos apropiados’ y ‘Aquellas navidades (1973)’
- 10/12/19 ‘Dientes, dientes’ y ‘Transición (1978)’
- 29/11/19 ‘Purísimo’ y ‘Genio y figura’
- 22/11/19 ‘El mote’ y ‘Templada sabe mejor’