OPINIÓN. Relatos torpes. Por Dela Uvedoble
Hilvanadora de historias

24/04/20. Opinión. La escritora Dela Uvedoble continúa su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con dos relatos acompañados de una imagen cada uno. Esta hilvanadora de historias nos regala todas las semanas dos textos con su imagen correspondiente dentro de la sección Relatos torpes. Hoy nos ofrece ‘De segunda mano’ y ‘Benditas letras’...

De segunda mano


La cita con el dentista coincidió con una tormenta de granizo, la hubiera anulado de no serle insoportable el dolor.


Salió con un hueco en la boca, mordiendo una torunda. Seguían los cielos abiertos y se metió en una tienda de libros de viejo, aunque el vendedor era joven.

-“¡Vaya diíta!”. 

-“¿Del dentista, no?”
-“Ya ve, ¿puedo...?”, masculló.
-“Está usted en su casa”, le animó. La mañana no prometía mucha clientela así que mejor ser amable.

Entre las estanterías se olvidó del mal rato. Leía los títulos balanceando la cabeza como un metrónomo, descartando los leídos de la primera hilera y dejándolos con cuidado en el suelo para huronear en la segunda.

Tenía apartados varios cuando detrás de “El jinete polaco” apareció, reconociendo la encuadernación enseguida. Su madre había comprado la colección completa en Círculo de Lectores y él la devoró siendo adolescente. “Son para ti, quiero que el día de mañana tengas una biblioteca”, le decía a pesar tener que echar horas extra para pagarlos.

Ese título le faltaba. Lo sustrajo, sacándolo de su casa como un ladrón, para regalárselo a la novia ochentera un San Valentín que le pilló sin un pavo.

Ella deseaba unos inalcanzables Levi’s 501, y él solo pudo ofrecerle los despojos de una hamburguesería y filete de postre en un coche prestado. Aunque ambas carnes le fueron gratas dejó entrever un encantador desdén hacia el papel impreso.

No podía creer cuando lo abrió que fuera el mismo. La apasionada dedicatoria escrita cuarenta años atrás lo confirmaba.

La imaginó tirando el libro en la caja de los estorbos, el desprecio le escoció como recién infligido.

Lo devolvió al sitio, alguien sería feliz fantaseando sobre una historia de amor que al fin fue unilateral y carnívora.

-“Me llevo estos”. El librero estaba enfrascado quitando una bolsa de agua del toldo.

Ya no llovía.

-“Pos van a ser... 20 euros que los disfrute y a mejorarse”.
-“La vida es un bumerán, hay que aprender a cogerlo al vuelo o esquivarlo”, las palabras aún sabían a metal y colutorio.
-“¿Perdón?”.
-“Todo está en los libros” dijo alargando el billete azul.

Y se marchó esquivando los charcos.


Benditas letras


Una tarde de hace siglos mi abuela me enseñó a leer.

Apenada veía que siempre llegaba del colegio llorando, adaptarme al molde escolar suponía quebrar mis huesos.

Después de comer y recoger la mesa nos pusimos con la cartilla, guiándome el dedo sobre las letras mientras las iba pronunciando.

Luego me trajo cuentos que habían sido de mi madre y me leyó uno.

Cuando terminó le pedí otro y me lo negó.

-“Aprende a leé pa no dependé de nadie y que no te engañen”.

Recuerdo que seguimos hasta que tuvimos que encender el flexo. (¿Donde iría a parar esa luz concentrada con cuello de jirafa dócil?).

No miento si digo que al tercer día fui capaz de leer y comprender lo leído, yendo al colegio más entusiasmada que Champollion con la piedra Rosetta.

Cuando la señorita Encarnación me llamó a la palestra se quedó asombrada. Incluso me cambio la página que me tocaba pensando que la había memorizado.

-“Vaya, W, hoy no estás tan lerda. Espero que sigas así, aprovechando mis lecciones”.
-“Ma enseñáo mi abuelita con loh cuentoh donde aprendió mi mamá”.

Estrelló por sorpresa sus nudillos en mi frente de cinco años, sacándome lágrimas.

-“W, corrige ese acento. Ya que sabes leer no hables como una pueblerina. Puedes sentarte dos filas más cerca de la pizarra, has salido del pelotón de los torpes”.

Me fui, sorbiéndome los mocos, a mi nuevo sitio entre las risas de las relamías. Una niña rubia a la que peinaban con tirabuzones, anacrónicos ya en aquel entonces, me recibió soplando la lengua entre los dientes.

-“¡Zzzzzz!”.

Con los años suavicé el ceceo pero jamás perdí mi deje. Soy andaluza, reconocible en cualquier lugar por mi habla, los acentos de cada tierra son patrimonio de la misma y preciada herencia.

Tanto la señorita añosa como las monjas eran creyentes acérrimas de que la letra con sangre entra.

Mi abuela uso el señuelo de mostrarme el paraíso que se encuentra en ellas. Y su poder.

Bendita sea.


Puede leer aquí anteriores entregas de Dela Uvedoble:
- 17/04/20 ‘Antoñito busca novia (1949)’ y ‘Tita Concha (1960)’
- 03/04/20 ‘Ardiente fe’ y ‘Aprovechando’
- 27/03/20 ‘Raro domingo’ y ‘Hilo’
- 20/03/20 ‘El tiro por la culata’ y ‘Amantes de papel’
- 13/03/20 ‘Simple future’ y ‘De negros y fetiches’
- 06/03/20 ‘Primera y última (1950)’ y ‘Error de embalaje’
- 02/03/20 ‘Blas Infante’ y ‘Amo’
- 21/02/20 ‘Morado y carnal (1932)’ y ‘Carnestolendas (2020)’
- 14/02/20 ‘Amor memorable (1950)’ y ‘Sexo, autoengaño y Tinder’
- 07/02/20 ‘Medio médium’ y ‘Abierto por obras’
- 31/01/20 ‘Graduación’ y ‘Los miauserables’
- 24/01/20 ‘Pedro Pan’ y ‘Ataduras’
- 17/01/20 ‘La sota de bastos (1905)’ y ‘Todo calculado’
- 10/01/20 ‘Sueño oriental’ y ‘Donde las dan...’
- 20/12/19 ‘Cifras y letras gordas (1985)’ y ‘Buenanoche (Un corralón de Málaga, 1910)’
- 13/12/19 ‘Ojos apropiados’ y ‘Aquellas navidades (1973)’
- 10/12/19 ‘Dientes, dientes’ y ‘Transición (1978)’
- 29/11/19 ‘Purísimo’ y ‘Genio y figura’
- 22/11/19 ‘El mote’ y ‘Templada sabe mejor’