Hay muchas formas de contar las cosas, infinitas de entenderlas
La verdadera y real situación de la sanidad en Málaga contada desde dentro
“Al final las urgencias van quedando como saco roto de patologías convencionales que deberían solucionarse en atención primaria, pero al mismo tiempo, la sobresaturación de ésta, contribuye de forma notable al colapso de la atención urgente hospitalaria”
OPINIÓN. El ademán espetao. Por Jorge Galán
Artista visual y enfermero05/02/20. Opinión. El artista visual Jorge Galán nos habla en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de la saturación de los servicios médicos tanto en urgencias como en atención primaria: “La saturación es un problema de salud pública y como tal, no debe ser tomado por nuestros políticos y gestores como una realidad molesta, que a menudo es barrida bajo la alfombra con actitudes y declaraciones...
...negacionistas e indolentes. De esta forma se ayuda a perpetuar un problema que implica directamente tanto a la población general como a los profesionales de la sanidad, manteniendo a los responsables en un segundo y cómodo plano detrás del telón”.
Perpetuar la desazón
En Dar desazón por descanso I y II, se trató la realidad que se vive actualmente en la sanidad malagueña, concretamente en los servicios de urgencias hospitalarios, haciendo especial hincapié en la carencia de camas, junto a otros exiguos indicadores: Málaga es la provincia con menos camas por habitante en España y objeto de los mayores recortes de recursos materiales y humanos en los últimos años, somos los últimos con 15 camas por cada 10.000 habitantes, frente a las 83 camas de media en Alemania, casi nos sextuplican.
También se expusieron algunas consecuencias que esta escasez ocasiona en dichas urgencias, con interminables demoras y colapsos, produciéndose situaciones que atentan contra la seguridad y dignidad de los pacientes, de sus familiares y también contra los diferentes profesionales que los atienden, provocando situaciones de hastío, desesperación, resignación y a veces de conflicto entre usuarios y personal sanitario, que también muy a menudo desembocan en desconsideración y en agresividad. Se dedicó especial atención a los problemas que derivan de la estancia en camilla de los pacientes. Pero a las deficiencias estructurales es necesario añadirles las coyunturales, que no son menos importantes y participan de la cronificación del problema.
El brote anual de gripe viene a agravar (o hacer evidente) aún más estas situaciones de saturación. Continuando con nuestro particular seguimiento semanal nos encontramos nuevamente con denuncias del sindicato Satse, que ahora redunda en desbordamiento asistencial que padece el Clínico. Pacientes pendientes de ingreso, que perfectamente pueden estar hasta 72 horas esperando en unas dependencias que no cuentan con el mínimo confort, calidez e intimidad, que sí tendrían en cualquier habitación de una planta, tienen que permanecer en camillas e incluso sentados en sillones durante días.
Triste y reiteradamente, vuelven a quedar superadas las cifras de espera de la semana pasada. También denuncian la descobertura de unos 50 enfermeros aproximadamente. A pesar de los requerimientos de apertura de las camas inutilizadas del Guadalhorce la semana pasada, Satse sigue denunciando la decisión de esta gerencia de continuar con las 26 camas cerradas, algo que descongestionaría el hacinamiento generado en las urgencias del Clínico.
La saturación es un problema de salud pública y como tal, no debe ser tomado por nuestros políticos y gestores como una realidad molesta, que a menudo es barrida bajo la alfombra con actitudes y declaraciones negacionistas e indolentes. De esta forma se ayuda a perpetuar un problema que implica directamente tanto a la población general como a los profesionales de la sanidad, manteniendo a los responsables en un segundo y cómodo plano detrás del telón.
Los insufribles turnos de trabajo mantenidos ya durante tres semanas hacen mella en una plantilla desbordada, que comprueba con resignación la falta de medidas para solucionar las carencias. Estamos instalados en una ingravidez política donde el "que parezca que se hacen cosas" ha desbancado ya totalmente a la acción administrativa, y parece haber empapado ya todas las esferas de nuestro sistema. Se recibe la visita de delegación de salud, pero a pesar del testimonio directo no se ofrece ningún compromiso ni se conoce ninguna medida para solucionar la saturación, nuevamente se tiene como respuesta la negación de los problemas o la culpabilización de la anterior gestión socialista. Los contratos de refuerzo prometidos en prensa hace dos semanas (ya de por sí escasos) no suponen ningún desahogo a la situación, en cuanto a enfermería sólo significan un profesional más que queda repartido entre toda la urgencia. Una solución que no cambia significativamente la congestión actual.
Existe una clara vinculación entre el aumento de la estancia en las urgencias y el aumento de la estancia en el hospital. Está estrechamente asociado con un deterioro de la calidad de la atención, con retrasos importantes en todos los subprocesos asociados a la misma, como tiempo de valoración por el médico, tiempo de pruebas complementarias, así como un retraso en el inicio de tratamientos precoces, como pautas de analgésicos o primeras dosis de antibióticos.
El resultado para el usuario es palpable: retrasos generalizados en recibir asistencia médica urgente, los cuales van unidos a un deterioro de la calidad en el servicio prestado. Existen, aparte de la carencia de camas hospitalarias, otros factores que tienen su origen en el propio sistema, aparte de un crecimiento poblacional y una demanda en constante aumento de las urgencias en los últimos años (que trataremos más adelante).
Podemos citar problemas como la priorización de los hospitales a pleno rendimiento para reducir listas de espera quirúrgicas. En contadísimas ocasiones, con los hospitales en plena ocupación, se prioriza el encame de patologías agudas desde las urgencias (aunque lleven dos o tres días) sobre las programadas y reservadas para cirugía al día siguiente.
En este tipo de decisiones pesa mucho más la razón política que la sanitaria. No olvidemos que a posteriori, las noticias que abren informativos televisivos son los tiempos de espera de estas listas, que se arrojan unos políticos a otros en una contienda delirante y munición con silueta de dato, transformándose en cifras de culto que pasan a ser idolatradas. Los tiempos de los pacientes que esperan en las urgencias para ingreso no aparecen en ningún informativo, constituyen cifras fantasma del sistema, que (estas sí) se estiran y estiran hasta testar los límites de lo elástico en cuanto a condiciones de dignidad, de seguridad, de paciencia o de profesionalidad, hasta el hartazgo más supino o el límite de la fractura interna.
Otro importante factor, que viniendo del propio sistema, incide en la demanda urgente hospitalaria son las deficiencias en la atención primaria en cuanto a tiempos, medios humanos y técnicos, orientación diagnóstica o la cada vez mayor fragmentación en cuanto a disponibilidad horaria, que supone una importante barrera a la entrada de pacientes.
En los tiempos que vivimos de velocidad e inmediatez, y tras los recortes, la sanidad y en concreto la atención primaria se ha quedado como un carruaje que compite en Indianápolis. Cuando cruzamos continentes en apenas unas horas o cuando se "levanta" un teléfono y se tiene un mundo al alcance de la mano en cuestión de minutos: servicios, materiales, viajes, comidas, etc. Solicitamos cita previa en el médico de cabecera y nos dan una cita para varios días, no digamos si te piden una prueba complementaria como una analítica o una radiografía y te pasan otros tantos. Si apenas aguardamos minutos para cualquier servicio ¿cómo vamos a estar dispuestos a esperar días o semanas estando enfermos? Al final las urgencias van quedando como saco roto de patologías convencionales que deberían solucionarse en atención primaria, pero al mismo tiempo, la sobresaturación de ésta, contribuye de forma notable al colapso de la atención urgente hospitalaria.
También la falta de coordinación entre niveles es una causa reiterada de deficiencias en el funcionamiento de los servicios de urgencias. Tal vez menos responsable de saturaciones, pero es obvio que el engranaje es bastante mejorable. Existen innumerables derivaciones innecesarias a las urgencias hospitalarias por multitud de motivos que consumen muchos más recursos de forma sistemática.
A pesar del crecimiento de la demanda de atención urgente en los últimos años, existen numerosos estudios que indican que es erróneo asociar la solución a las expectativas del usuario, pues probablemente no sean corregibles, ni siquiera moldeables, en el corto, medio o largo plazo, sino que abogan por la respuesta que el sistema tiene que ofrecer. El dilema del desequilibrio entre demanda y oferta de atención médica urgente ya no se trata de un problema, sino de una transformación en la cultura social a la que las soluciones propuestas hasta la fecha no han dado respuesta adecuada, y que debe ser asumida cuanto antes para poder implantar las herramientas necesarias que permitan poner fin a una situación de desencuentro y sobresaturación que, más que solucionarse, se ha enquistado con los años.
Puede leer aquí anteriores entregas de Jorge Galán:
- 27/01/20 Dar desazón por descanso II
- 22/01/20 Dar desazón por descanso
- 08/01/20 ¿Bailar pegados es bailar?